Por eso el béisbol es el deporte más grande y bello del mundo.
Porque el juego no se acaba hasta que se acaba y un equipo puede sacarle al rival un partido del congelador, como hicieron los Indios de Cleveland ante los Yankees de Nueva York en el segundo partido de la serie divisional.
Luego de ver cómo los Yankees masacraban a su astro Corey Kluber con seis carreras en dos innings y dos tercios, la tribu remontó una desventaja de 8-3, forzó cuatro entradas extras, más allá de la novena, para imponerse 9-8 y poner la serie en punto de mate.
Sin quitarle mérito a los Indios, que nunca se rindieron a pesar del golpe psicológico que pudo representar la paliza que recibió Kluber, el juego, en gran medida, lo perdió Nueva York y principalmente su manager Joe Girardi.
En primer lugar, por quitarle la pelota demasiado temprano a su abridor CC Sabathia y apelar antes de tiempo a un bullpen sometido a un trabajo intenso en los dos primeros partidos de la postemporada.
El veterano zurdo, quien tenía récord de 8-0 cada vez que lanzaba después de una derrota de los Yankees, había mostrado solidez en su actuación y sólo tenía 77 pitcheos después de cinco innings y un tercio.
Con ventaja de 8-3 en la pizarra, Girardi entró en pánico y sacó a Sabathia con un out y un corredor en la inicial.
El remedio no pudo ser peor. Chad Green, de gran relevo en el juego de comodines ante los Mellizos de Minnesota, llenó las bases y permitió grand slam de Francisco Lindor que puso el marcador 8-7.
Pero antes de eso, lo imperdonable fue no apelar a la tecnología y reclamar un supuesto pelotazo a Lonnie Chisenhall, que fue el que llenó las bases antes del cuadrangular de Lindor, a pesar de que el cátcher Gary Sánchez le pedía a gritos que solicitara la revisión del video.
Luego, volvió a estirar en exceso el trabajo de David Robertson, que el martes había trabajado 3.1 capítulos y ahora tuvo que laborar por 1.2 episodios.
¿Resultado? Robertson parece haber sentido el lógico cansancio por tanta faena y toleró jonrón de Jay Bruce en el octavo que igualó las acciones y forzó el extrainnings.
Para rematar, en el final de la decimotercera entrada, con la potencial carrera de la victoria en segunda y la primera almohada desocupada, optó por lanzarle al brasileño Yan Gomes, quien le decidió el encuentro con cañonazo sobre la raya de tercera base que dejó a los Yankees tendidos sobre el terreno del Progressive Field de Cleveland.
Es una jugada que forma parte del ABC del béisbol. Girardi debió ordenar el boleto intencional para Gomes, para crear la posibilidad de una doble matanza salvadora.
En el cierre del décimo, con hombre en segunda y el propio brasileño al bate, Girardi lo envió gratis a primera, mientras Aroldis Chapman dominaba cómodo al debutante dominicano Erik González para el tercer out del inning.
Entonces, ¿por qué no hacerlo de nuevo tres episodios más tarde? Eso le costó el triunfo.
A las torpezas de Girardi súmenle el error del venezolano Ronald Torreyes, enviado a correr de emergente en segunda por Todd Frazier, quien había llegado a la intermedia sin outs por un error de González en la alta del undécimo.
Gomes disparó un misil a segunda y sorprendió a Torreyes que se había separado demasiado de la base, cortando de golpe la amenaza de los Yankees.
La decisión inicial del umpire Brian O'Nora fue declarar safe al venezolano en una jugada cerradísima en la intermedia, pero a diferencia de Girardi, el manager de los Indios, Terry Francona, sí apeló al video y los árbitros revirtieron la sentencia inicial.
Después de semejante cúmulo de despropósitos, los Yankees parecen encaminados a sufrir una barrida, aunque las acciones se trasladan ahora a Nueva York.
Pero después de perder un partido que estaba prácticamente en la nevera es un golpe demasiado fuerte de asimilar y tener una recuperación milagrosa.
No ante esta tribu que parece predestinada a cosas muy grandes en el 2017.ç