VIENA -- Todos los sondeos en Austria muestran que entre los ocho países vecinos -Alemania, la República Checa, Eslovakia, Hungría, Eslovenia, Italia, Suiza y Lichtenstein- los alemanes son los más amistosos con la población austríaca. Pero lo que esta información no muestra del todo es cuan ambivalente es esta relación. Si, les caen bien pero también se sienten como el hermano menor de la relación: Siempre obsesionándose por Alemania y los alemanes. Loa alemanes no saben o simplemente no les importa lo que suceda con los austríacos. Y si les importa, lo ven como un pequeño país con buena música, buenas tortas y finas montañas a donde los alemanes disfrutan de sus vacaciones. En otras palabras, mientras para los austríacos Alemania y los alemanes son una presencia diaria y una obsesión, para los alemanes los austríacos y Austria son como un hermano menor que carece de importancia. Claro está, esto es sabido para los austríacos, lo que los irrita más aún.
La relación Austria-Alemania es completamente análoga a la relación Canadá—Estados Unidos: Muy cercana, casi idéntica en cultura y lenguaje, muy similar pero precisamente a causa de esa similitud es que son tan distantes y tan distintos, especialmente a los ojos del hermano mejor, o sea los austríacos y los canadienses, quienes miran con recelo a su hermano mayor. Nunca llamen a un austríaco alemán—se sentirá ofendido. Nunca llamen a un anglo-canadiense un norteamericano—se sentirá ofendido. Esto es lo que Sigmmund Freud llamó El Narcicismo de las Pequeñas Diferencias. Estas diferencias parecen absurdas a los ojos de los que no forman parte de la distinción, pero sin duda son diferencias abismales para el hermano menor.
De hecho, son estas diferencias las que definen sus identidades. Los austríacos tienen que enfatizar en sus diferencias para crear una identidad que no sea alemana, y lo mismo sucede con los canadienses y los norteamericanos. Tengo entendido que en América Latina, Argentina es como el hermano mayor con respecto a los otros países, pero son ustedes mis estimados lectores los que me tendrán que informar con respecto a esa analogía. Claro está, todos detestan a Mr. BIG quien quiera que sea. Todos detestan a los Yankees de Nueva York y cuando un puntaje es anunciado en un parque de béisbol y los Yankees están perdiendo, la gente lo disfruta. Lo mismo sucede con Bayern Munich. Odiar a Mr. BIG es un estado mental. Y para Austria Mr Big es Alemania. Odiar a Alemania en el fútbol es esencial a la naturaleza del austríaco y es una identidad política. Otra vez más, el poder del narcisismo de las pequeñas diferencias.
Alemania y Austria han tenido una relación conflictiva toda la vida. En la Edad Media, fueron los Habsburgos católicos de Austria las entidades políticas y estatales más importantes alemanas. A partir del siglo XVIII las cosas cambiaron de la Austria católica con su capital imperial de Viena a la Prusia protestante con su capital en Berlín.
En 1866 y 1871, Alemania y Austria fueron por caminos separados en términos de formación política y estatal, donde Austria fue excluida del nuevo Reich alemán. Pero a partir de marzo de 1938, Hitler anexó a Austria en lo que se conoce como el Anschluss que significa: anexo. La Alemania nazi ocupó Austria y la ocupó políticamente. Austria como tal dejó de existir. Pero también queda claro que millones de austríacos quedaron deleitados con el anexo. Es suficiente decir que tras la guerra, los austríacos convencieron al mundo que no sólo no eran culpables en los crímenes de los nazis sino que fueron la primera víctima de la Alemania nazi.
Y esta relación tumultuosa también se dio en el fútbol.
Los austríacos fueron el primer país continental europeo en introducir profesionalismo en el fútbol en 1925. Los alemanes, los nazis en particular, odiaron esto y lo vieron como una hazaña inglesa y judía para arruinar el fútbol. Los austríacos, bajo el genio del fútbol Hugo Meisl construyeron el llamado Wunderteam, el "equipo maravilla" que en 1930s se mostró como el mejor equipo nacional del mundo, ciertamente fuera de las Islas Británicas. Venció a todos con consistencia, incluidos los alemanes.
De hecho, el 3 de abril de 1938, literalmente tres semanas después de concretado en Anschluss, el equipo austríaco venció al equipo alemán por 2-0. Luego el 22 de junio de 1941, el prominente club vienés de Rapid venció al club alemán Schalke 04 en el estadio olímpico de Berlin frente a 100,000 espectadores para clamar el campeonato alemán de fútbol.
El liderazgo nazi estaba tan molesto con la victoria de Rapid en lugar de la de Schalke 04 que al poco tiempo de la victoria los jugadores de Rapid fueron obligados a cumplir tareas militares en el frente ruso.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la rivalidad entre Austria y La República Federal de Alemania continuó. Los austríacos continuaron su dominio contra los alemanes en el fútbol pero durante la Copa del Mundo en Suiza en 1954, que los alemanes eventualmente ganaron al vencer al equipo húngaro, el llamado Arany Csapat o equipo dorado, en la final de ese imponente torneo los alemanes vencieron a los austríacos el 30 de junio por 6-1. La corriente había cambiado. A partir de ese entonces, los alemanes dominarían a los austríacos en el fútbol hasta el día de la fecha.
Pero hubo una excepción que es invocada por cada austríaco que conocí desde mi llegada a Viena para el torneo y que se muestra constantemente desplegada por televisión: Los austríacos la llaman Milagro de Cordoba. El 21 de junio de 1978 el equipo nacional austríaco venció a los alemanes en la ciudad argentina de Cordoba por un puntaje de 3-2.
El periodista radial austríaco, un tal Edy Finger, gritó al micrófono "Me estoy volviendo loco, me estoy volviendo loco" cuando el jugador austríaco Krankl anotó el tercer y final gol de Austria. Esa frase, 'Me estoy volviendo loco' se convirtió en la cita más utilizada en Austria. No hay persona en Austria que no conozca esa expresión.
Y los austríacos ahora hablan del Milagro de Cordoba que sucedió hace 30 años, sólo que esta vez le dicen el Milagro de Viena.