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El Clausura 2020, en manos de San Cucufato

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Memo Ochoa pide que Liga MX vuelva hasta tener garantías contra el Coronavirus (1:30)

El portero aseguró que deben asegurarse de que ningún jugador pueda contagiarse en el regreso. (1:30)

LOS ÁNGELES -- La Liga Mx sigue en el limbo. Entendible: el estado de salud de todo México está en el limbo. Manos trémulas invocan mañaneramente estampitas de San Cucufato, mientras manos firmes –ninguneadas–, no claudican en los hospitales.

Y la hermana menor del chisme, la rumorología, hace de las suyas con el futuro del futbol mexicano. De los creadores –literal, puntual y genuinamente—de La Rosa de Guadalupe, llega la más impotente de las decisiones: la inacción.

No decidir, es la forma más audaz y briosa de decidir de los pusilánimes. Y mientras, el rumor cotiza como válvula de escape.

Ojo: desatar rumores desde el seno mismo de la FMF, es una práctica asidua de los aprendices bisoños de Maquiavelo, pobretones imberbes de la intriga. A su manera, también se hincan ante San Cucufato.

Decía Schopenhauer: “La cantidad de rumores inútiles que un hombre puede soportar es inversamente proporcional a su inteligencia”. Y queda claro que el I.Q. (coeficiente intelectual), en la FMF tampoco llega al quinto partido.

Una de las federaciones más ricas del mundo, tiene miedo a la bancarrota, pero no la de su futbol, sino a la de su mecenas. El deporte, como tal, no se sienta a la mesa del patrón.

Hay, en caja de la FMF, millones de dólares disponibles hasta para sufragar al ya hipervalorado futbol mexicano, plagado de jugadores que cobran millones y pagan con cacahuates en la cancha.

Los tiempos de crisis revelan a los líderes que se rebelan ante las arpías del destino. Usan mascarillas pero no se enmascaran en tiempos de contingencias. ¿Hay líderes en el futbol mexicano? No, hay empoderados. O, en este caso, apoderados de los empoderados.

¿Poner fin al Clausura 2020? Era la decisión correcta hace semanas. Los futbolistas y los entrenadores no quieren volver; los utileros y los masajistas no quieren regresar. Los médicos de los equipos no son consultados, porque ellos tampoco recomiendan volver.

¿Alguien necesita un campeón? Otra pregunta responde a ello: ¿qué equipo necesita en sus vitrinas un trofeo con un colosal, con un descomunal crespón de luto ajeno? ¿Una copa con olor a incienso y un certificado de neumonía atípica?

Víctor Manuel Vucetich fue contundente: “No nos podemos comparar con Alemania”. La Bundesliga salió a la cancha con tarjeta amarilla. Un solo error y se cancela el torneo.

Claro, hay que atreverse a tomar decisiones drásticas, rotundas, radicales. Pero, claro, esas sólo las toman quienes tienen el pésimo hábito –en estos tiempos–, de pensar en los demás.

Por eso, insisto en la alerta de Guillermo Ochoa: “No se vale que nos expongan solamente por regresar a jugar futbol”. Lo saben él y el resto de los jugadores: serán usados como carne de cañón.

Es tiempo de enterrar el presente y decidir el futuro. ¿No es acaso mejor planear un mejor Apertura 2020 que tratar de reparar torpemente, que tratar de desparasitar este ruinoso y arruinado Clausura 2020?

Tratar de emperrarse en sobrevivir en este Clausura 2020, aniquila y desgasta más que dedicarse a poner en pie, con el aprendizaje incluido, el Apertura 2020. Lo primero es un lamento, lo segundo es esperanza.

Sepultar el Clausura 2020 dejará tranquilidad en todos los sectores. Excepto, claro, en las chequeras de los oligarcas e insidiosos, cualidades sin las que no se puede ser parte estructural de la Yunta de Dueños (dixit Sven-Goran Eriksson).

Insisto en lo escrito en otros espacios como este: es una falacia absoluta insistir en que el futbol debe regresar porque la afición lo necesita. Es un argumento torvo, alevoso, hipócrita.

Este miércoles deberá tomarse una decisión: siete jornadas dobles en 24 días, con su Liguilla incluida; ir directo a la Liguilla, o cancelar el Clausurar 2020 definitivamente.

Los pobres ricos que son dueños de los equipos, votarán por lo primero, los cuerdos, si los hay, elegirán lo segundo. Mientras tanto, que desde el limbo, se esparza el ácido corrosivo del rumor.

Si llegó usted hasta aquí, estoico lector, se preguntará si existe San Cucufato. Existe. Tiene su propio santuario en Cataluña.

Si decide rezarle, como otros, muy mañaneramente, en estos tiempos de contingencia, su plegaria tendría que ser más o menos así: “San Cucufato, San Cucufato, los cojones te ato, y hasta que no acabes con el COVID-19 te los desato”.