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Memo... más Ochoa que nunca

LOS ÁNGELES -- ¿Hay mejores cañoneros en el fútbol mexicano que en Bélgica? ¿O es un portero sobrevalorado? ¿O acaso ha sido displicente con el nivel del futbol mexicano? ¿Por eso Miguel Herrera retrasó tanto su retorno al arco?

Desde su regreso al América, Guillermo Ochoa honra su apellido, pero no su trayectoria: ocho goles recibidos en cinco juegos. Ocho para Ochoa son demasiados. Casi rememora su época de fusilamiento cíclico con el Ajaccio.

La afición se ha hartado. Y blasfema y crucifica a Memo Ochoa. Del altar lo llevó al monte calvario. En una racha de cinco juegos sin victoria, el portero mexicano pasó de Mesías a Judas.

Derrama el vaso de hiel, el gol que le hizo Fabián Castillo en el 2-2 con Querétaro. Para su estatura, la longitud de sus brazos, su experiencia, el perfil forzado del adversario, y un balón casi flotadito, otrora, Memo Ochoa lo descuelga, lo pone a girar sobre el índice y mete un despeje al pecho de un compañero. Otrora, sí, otrora...

Recordemos: un portero no se oxida, no se atrofia, con el paso de los años. El arquero suele ser un erudito de la cancha que se hace más sabio, más curtido, mientras más se le flagela. Las cicatrices lo fortalecen.

Es la posición maldita y bendita dentro del campo de futbol. Está expuesto a cargar con la tóxica reprimenda de las derrotas aún si fue el mejor en la cancha, pero dispone de la longevidad para, bajo disciplina, prolongar su carrera.

Guillermo Ochoa ha tenido dos mundiales excepcionales. Brasil y Rusia agregaron fotos a su museo de inmortalidad. Con selección nacional ha sido figura, prócer, pero, también, el más escarmentado, como el terrorífico pasaje del 7-0 ante Chile, o las tundas ante Alemania en Confederaciones o Argentina en el amistoso.

Pero, a la distancia, es evidente que Ochoa no puede haber olvidado los principios técnicos de la portería, ni el más poderoso motor: la disciplina en los entrenamientos. Haberlo tratado, someramente, con el Tri, refleja que es un tipo inteligente. Y su carrera confirma madurez emocional.

Al interior de El Nido, existe la versión de que la mudanza emocional de él y su entorno a la Ciudad de México le ha generado desazón y contrariedades. Un factor que ni remotamente le aquejó viviendo en ciudades de primer mundo en Europa.

Pendiente de confirmarse, en Coapa ven a un Memo Ochoa distraído, comprometido, pero disperso. No puede ser una excusa, pero si una explicación; no puede ser una justificación, pero sí una realidad.

Recordemos que en Junio de 2018, en plena Copa del Mundo de Rusia, la casa de los padres de Guillermo Ochoa fue saqueada, y la misma familia del arquero sigue viviendo bajo un clima de preocupación.

Las pesquisas demostraron que sabían a quiénes robaban, no fue un golpe criminal al azar, sino a sabiendas de que encontrarían un botín valioso.

¿Cuántos de esos ocho goles que Ochoa recibió en cinco juego son culpa suya? Al menos tres de ellos, sin duda. Y han repercutido en puntos para el equipo.

Por lo pronto, se acerca para El Nido y Memo un partido para mantener en cero el marcador: Ciudad Juárez que sólo ha marcado siete tantos en este torneo. Parece el momento perfecto para reconciliarse con el cero en el marcador, pero, ya se sabe, esa convocatoria del #ÓdiameMás estremece milagrosamente a los adversarios en turno.

En el reencuentro, la ecuación es complicada. Guillermo Ochoa sabe que no puede volver a Europa y América dudará antes de poner en entredicho a su arquero de cuna más emblemático de la historia.

Lo cierto es que a esa afición americanista que promulgaba el #NoMemoNoParty, ahora parece rebuscar algo así como #NoMemoNoNightmares (pesadillas).