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No mejora, pero México resuella... y El Tata también

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Rafa Ramos: Estos seleccionados no tienen la intensidad de otras generaciones en los momentos complicados (3:36)

El Tri tuvo que remontar ante Jamaica para llevarse el triunfo y los tres puntos de este juego eliminatorio. (3:36)

LOS ÁNGELES -- Gerardo Martino jalaba aire como pez con asma. Una agonía prolongada. Jamaica ganaba 1-0. Desde el minuto 45, México, inoperante, aún con un hombre más.

Cierto, El Tri pujaba y empujaba, como ratoncito aterrorizado por salir de la trampa, de su propia trampa. Empellones inútiles e infructuosos. Hasta que aparecieron Henry Martín y Alexis Vega. En dos minutos, México pepenó dos goles y cambió la historia: 1-2. Chiripazos.

El Tri aún resuella… y El Tata también. Pero, Catar, aún está lejos y en la incertidumbre.

La victoria, en tanto, es una bofetada para el ultimátum de Yon de Luisa a Gerardo Martino. El presidente de la FMF se conformaba con siete puntos de nueve posibles. Y además, le retiraba el cobijo al Tata: “No hay garantías de nada en esta vida”, dejando en entredicho la supervivencia del argentino en el Octagonal Final de Concacaf.

“Hay que salir, trabajar, ganarse el trabajo”, intimidó a Martino, el ya intimidado Yon de Luisa, por su preocupado patrón, Emilio Azcárraga Jean. El Plan B, desde Monterrey, aguarda pacientemente.

Porque, De Luisa lo sabe: es hermano siamés de la desgracia o el éxito con Martino. Están apresados y apareados por los resultados de ese cordón umbilical del Tri. Si uno tropieza, el otro se condena. Mellizos de la fatalidad.

Ojo: No hay fanfarrias ni vítores más allá de la victoria, excepto el festejo indecoroso del mismo Martino, cuando cayó el 1-2. Porque El Tata no festejó la victoria de México, festejó que había rescatado su beca. No se alegró por El Tri, sino por su chequecito que seguirá llegando puntualmente. Él mismo lo ha reconocido: la selección es su chamba, no su pasión.

México se impuso, pero su único momento de lucidez futbolística llegó entre el minuto 81 y el 83, cuando sentencian Martín y Alexis. Lo más generoso, antes de ello y durante ese lapso, lo aportaron Diego Láinez y un par de dardos cargados de cicuta del Tecatito Corona.

Pero, el primer tiempo fue un desorden absoluto. México llegaba al tercio jamaiquino, pero porque le habían cedido la pelota y el espacio. Desde la alineación misma, los caribeños habían anunciado que se amontonarían en su reducto. Sus tres mastines ofensivos estaban en la banca.

A pesar del aparente acto de rendición de Jamaica, en la cancha no había ideas por parte del Tri. Y en la banca tampoco. Jamaica montó esa trinchera de pánico, con dos líneas sólidas de cuatro, y sólo se encomendaba a una travesura desesperada de Michail Antonio.

Con espacio, con tiempo de posesión, México terminó ahogándose en su pereza física, mental, espiritual y táctica. Sus acercamientos eran chiripazos estrictamente. Porque aún con Jamaica entregado, Gerardo Martino parecía más asustado que su homologo isleño.

La acción que termina estigmatizando el juego, se presenta en tiempo de compensación. Damion Lowe despeja un balón, pero en el vuelo, siembra la plancha en el pie izquierdo de Andrés Guardado. Roja directa, minutos antes del descanso, con el 0-0 columpiándose en el marcador.

Jamaica entendió que podía ganar el juego. Había más preocupación y desconcierto en el rival que en ellos. Y México colaboró al suicidio. Servicio al área y Néstor Araujo, como siempre, con el conflicto entre su cabeza y el balón, termina recentrando en lugar de despejar. La pelota aparece ante Daniel Johnson, quien fusila, aprovechando que el valiente, estoico, audaz, espartano Rogelio Funes Mori termina dándole la espalda, acobardado, con la esperanza de que le pegue en la región glútea y no en su apolíneo rostro. Penoso lo suyo. 1-0.

Los cambios de Martino llovieron por desesperación, más que por sabiduría, o por ideas, o por inteligencia táctica. El salario del hambre lo urgía a hacer las modificaciones. Seguramente revoloteaban en su cabecita los graznidos increpatorios de Yon de Luisa. No le preocupaba el destino del Tri, pero sí el de sus centavitos, para agregar otra cadena de departamentos en Rosario.

Vamos, Martino demostró que su inteligencia táctica y estratégica están al mismo nivel que la inteligencia deportiva de Santiago Baños en el América.

Con Láinez y El Tecatito enchufados, deseosos, comprometidos, México empezó a confundir, a desesperar, a llevar al caos a Jamaica, que estaba más turbada que nunca. Los movimientos, la habilidad individual, trastornaban los focos de concentración de los caribeños. En esa vorágine a ciegas, llegan los goles de México. Henry Martín con el 1-1 a su estilo, sin técnico, pero empujando con la barriga. Y después, Alexis Vega remata en el centro a segundo palo, para preciarse a sí mismo de ser el jugador el más empeñoso en la cancha. Que le sirvan un vodka con tamarindo.

Al final, quede claro, en México no hubo mejoría. Un futbol a empellones, a estertores, al albur, con la bendición de esa expulsión en el primer tiempo que alteró totalmente a Jamaica, obligando a un extremo físico, que empezó a dejar acalambrados en la cancha.

Por eso, México gana los tres puntos, pero sigue siendo un equipo sin atractivo y sin generar respeto; y sin propuesta, y sin un mapa futbolístico claro. Al topógrafo Martino se le perdió el teodolito… si es que alguna vez lo tuvo. Otra vez, asoma, además, la confusión entre sudar la camiseta y jugar con vehemencia, compromiso, intensidad y decisión. Esclavos de la transpiración y prófugos de la inspiración.

El único ganón, al final, es El Tata Martino, porque resuella con menos dificultad que su selección.