Seguramente a esta altura todo runner conoce la importancia de los descansos y, probablemente, hayas oído hablar del descanso activo. Pero, ¿sabes en qué consiste? Este tipo de recuperación se contrapone al descanso pasivo, que consiste en parar completamente la actividad y no realizar ningún tipo de ejercicio los días que no entrenamos. En cambio, con el descanso activo nos mantenemos en movimiento, pero no de cualquier manera. ¿Es decir, entrenamos mientras descansamos? Sí, aunque pueda parecer una contradicción en eso consiste el descanso activo, también conocido como descanso de recuperación o recovery run, en inglés.
Este tipo de sesiones se realizan normalmente al día siguiente de un entrenamiento duro o de una competencia, y consiste en correr, pedalear, nadar o realizar alguna otra actividad de forma muy suave y por un tiempo no demasiado prolongado. Por lo general se hacen durante no más de 45 minutos, y durante este tiempo ayudamos a nuestro organismo con una dosis extra de oxígeno y nutrientes a nuestros músculos, debido a que estaremos incrementando nuestra circulación sanguínea. A su vez, por la baja intensidad y corto tiempo de ejecución no llegaremos a agotarlos nuevamente. De esta forma, el descanso activo puede ayudarnos a recuperar mejor y más rápido a nuestro organismo que si nos mantenemos quietos con un descanso pasivo.
Entre los beneficios de este tipo de sesiones encontramos la reducción del riesgo de contraer lesiones y el mejor rendimiento deportivo en los días posteriores. Además, favorecemos la irrigación sanguínea, ayudaremos a reducir la concentración de lactato en sangre, mejoraremos la fuerza en ejercicios posteriores, aumentaremos la segregación de hormonas anabólicas, y evitaremos la aparición de dolores musculares.
Idealmente realiza al menos uno o dos descansos activos a la semana, intercalándolos con las jornadas en las que las sesiones son más largas o intensas como los fartlek, fondos o series de velocidad.
¿Realizas descanso activo?