Ben Roethlisberger ha sido el rostro de los Steelers, y si me apuran un poco, de toda la División Norte de la AFC, desde que irrumpió en la liga en el 2004
Sin ser aún oficial, el de ayer fue el adiós de Ben Roethlisberger de su estadio, con su gente.
El N° 7 de los Pittsburgh Steelers ha tomado la puerta de salida de una carrera que ha sido, por donde se vea, brillante.
Sería ocioso comparar la carrera de Roethlisberger y Terry Bradshaw, dos íconos de un equipo que, mejor que ninguno, refleja lo que es formar parte de un grupo con cultura ganadora.
La frase "Los grandes equipos siempre encuentran la forma de ganar", parece inspirada en los Steelers. Difícilmente, otra franquicia en la NFL puede presumir de esas hazañas durante décadas y décadas. 'Big Ben' es sin duda es uno de los que ha ayudado a construir esa cultura de éxitos.
Roethlisberger ha sido el rostro de esta franquicia durante los últimos años, y si me apuran un poco, ha sido el rostro de la división desde que irrumpió en la liga. Por ello, evaluar lo que representa solo por los dos anillos de campeón sería injusto, por la entrega y el talento que derrochó en su carrera. Sin duda, ha sido la inspiración, el alma de este equipo.
Ejemplar, exitoso, entregado, disciplinado, comprometido y un largo etcétera, serían los calificativos que encajarían en su descripción.
Solo observar la larga fila que hicieron los jugadores de los Cleveland Browns --su rival de este lunes por la noche-- para despedirse, es un reconocimiento a lo que él representa.
En un deporte de contacto y violento como el fútbol americano, uno de los principales atributos de Big Ben terminó obrando en su contra. La gran carrocería de Roethlisberger, le animó siempre a no rehuir el golpeo natural de este juego.
Ello no es asunto menor. Big Ben era un catálogo de lesiones, producto de la pasión con la que siempre jugó. Para el, entregarse al 100 era la única forma en la concebía la práctica de este deporte. En el pecado llevó la penitencia.
Al equipo habría reprocharle un par de cosas. Primero, la falta de una línea ofensiva decente que le diera la mínima protección a Ben, especialmente en sus primeros años. Del 2006 al 2013, sufría en promedio 40 capturas por temporada. En este año, cuando menos movilidad tiene, lo han capturado en 37 ocasiones, la mayor cantidad desde 2013.
En este deporte cada golpe cuenta, así que no solo las capturas, sino los golpes que se llevó habría que ponerlos en la suma. O más bien, en la resta de sus facultades.
La falta de corredores durante años obligó también a Big Ben a cargar, casi literal, con la ofensiva.
Solo con la inoperante gestión de la gerencia del equipo se explica la ausencia de Pittsburgh en un Super Bowl en más de una década. Han pasado once años desde la última vez. Big Ben participó en tres durante sus primeros siete años. Ganó dos.
El otro reproche al equipo, es la falta de visión al futuro. En este momento, no hay plan para tratar de llenar los enormes --en todos sentidos-- zapatos de su aún quarterback.
Queda claro que ni Mason Rudolph, ni Dwayne Haskins, son la respuesta. Lo peor es que en el próximo draft, no hay un Joe Burrow o Trevor Lawrence que pudiera resultar atractivo. Aunque lo hubiera, por su posición en el draft, difícilmente le llegaría en su turno un buen prospecto.
Posiblemente, Pittsburgh tendría que empeñar varias selecciones colegiales para poder hacerse de un quarterback que hoy sea suplente en algún otro equipo. Echando a volar la imaginación, quizá podrían tentar a Russell Wilson, quién como se sabe, no estaba a gusto con los Seattle Seahawks; aunque este es un tema para otra historia.
La noche de este lunes, luego de la victoria de Pittsburgh sobre Cleveland, en SportsCenter, mi compañero y amigo Miguel Ángel Briseño, me preguntó con quién me quedaba como mejor quarterback de Pittsburgh: Bradshaw o Roethlisberger. No es una pregunta fácil de responder, pero terminé aceptando que Bradshaw es mejor.
Hoy mi querido Miguel, amigos, quiero cambiar mi respuesta.
Bradshaw perteneció a uno de los mejores equipos de todos los tiempos. Quizá la primera gran dinastía de la NFL moderna.
En aquella época no había tope salarial y era, quizá, más fácil armar un gran equipo. A Big Ben ya no le tocó.
En esos años, el juego aéreo era menos importante, contar con grandes corredores era clave. Bradshaw los tuvo. En cuanto a la línea ofensiva, la de los '70s, fue siempre una de las mejores.
Me parece grandioso lo que los dos hicieron, pero Terry siempre estuvo mejor arropado, con más talento del que Benjamin ha tenido. El lugar de Ben Roethlisberger en el Salón de la Fama en Canton, Ohio, está reservado desde hace varios años, y será ungido en el primer año de su postulación. No hay la menor duda.
Solo resta decir: gracias por todo, Ben.
