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Juan Carlos Lorenzo, un DT adelantado a su época

Juan Carlos Lorenzo. El Toto, simplemente. Un entrenador adelantado a su época, dueño de un estilo particular y de un carisma especial que lo llevó a triunfar en muchas partes del mundo.

Nació el 27 de octubre de 1922, hace 100 años. Y en su larga trayectoria fue Boca Juniors, sin dudas, el club que lo marcó, donde dejó una huella imborrable.

Fue, hasta la llegada de Carlos Bianchi al club de la Ribera, el entrenador más exitoso de la historia de la institución.

Como jugador no fue un futbolista destacado, aunque sí tuvo una larga trayectoria que incluyó a Chacarita, Boca, Quilmes, Sampdoria, Nancy de Francia, Atlético de Madrid, Rayo Vallecano y Mallorca de España.

Debutó como entrenador en el Mallorca, donde sorprendió al lograr el ascenso a Primera en dos años, luego de estar en la Tercera división. Un dato de color: comenzó su carrera como DT siendo jugador.

El Toto fue uno de los principales discípulos de Helenio Herrera, otro argentino que marcó una época en el continente europeo, creador del Catenaccio y ganador, entre otros logros, de dos Champions y una Intercontinental con el Inter de Italia.

Luego de su buen paso por España el Toto llegó a San Lorenzo de Argentina, y un año más tarde dirigió a la Selección en el Mundial de 1962, en Chile.

Pasó por la Lazio y la Roma, y volvió a dirigir a la Selección en el Mundial de Inglaterra 1966, en años donde los procesos de los técnicos no tenían el respaldo suficiente para consolidar una idea.

En su largo recorrido como DT hasta dirigió a River Plate, el eterno rival de Boca, donde no pudo consagrerse. Sí lo hizo en San Lorenzo, cuando logró en 1972 un bicampeonato al obtener el Metropolitano y el Nacional (de manera invicta) de ese año.

Luego de ese logró volvió a Europa para dirigir a Atlético de Madrid, donde llegó a la final de la Champions y la perdió ante Bayern Munich, en 1974. Su regreso a la Argentina fue en 1975, en Unión, antes de dar el gran salto a Boca.

El Xeneize venía de seis años sin títulos y buscaba con todas sus ansias la primera Copa Libertadores de la historia del club.

El Toto asumió un 15 de febrero de 1976. Con él llegaron jugadores importantes como Gatti, Mastrángelo, Ribolzi... Y enseguida empezó a moldear con su estilo a un Boca ganador, granítico, fiel a la historia del Xeneize por la garra y la entrega de sus jugadores.

Alberto J. Armando lo había convocado para ir por la Libertadores y para competirle al River de Labruna, que venía de ser campeón luego de cortar una racha de 18 años sin títulos.

El Toto no falló: ganó con Boca el Metropolitano y el Nacional de 1976 y preparó al equipo para la Libertadores de 1977. Ese año, al vencer a Cruzeiro por penales, el club de la Ribera logró el sueño de alcanzar su primera Libertadores luego de tanto tiempo de espera.

Un año más tarde, en 1978, llegaría la segunda Libertadores, al vencer en el partido decisivo a Deportivo Cali, el equipo colombiano que dirigía Carlos Salvador Bilardo, nada menos: el Narigón de alguna manera iba a tomar la posta, por estilo de juego y personalidad, del Toto Lorenzo.

La Copa Intercontinental llegaría como la frutilla del postre ante el Borussia Monchengladbach. Se fue del Xeneize en 1979. El equipo había llegado a otra final de Libertadores, pero muy desgastado desde lo físico y necesitando una renovación del plantel: fue subcampeón de Olimpia.

Ese primer paso por Boca dejó otro recuerdo inolvidable: la final del Nacional de 1976, donde le ganó el título nada menos que a River con el recordado gol de tiro libre del Chapa Suñé. Fue la primera final entre ambos equipos, y pasaron muchos años hasta que volvieron a verse en un torneo mano a mano, en la Libertadores de 2018 que conquistó el Millonario.

Luego su carrera siguió, aunque ya sin tantos éxitos, por Racing, Atlanta, San Lorenzo, donde descensió en 1981, Atlante de México y Vélez.

Su sentido del humor, su personalidad y sus ocurrencias lo convirtieron en un personaje muy atractivo para los medios y muy querido por los hinchas.

Tal vez Bilardo se inspiró en sus ideas. Dicen que cuando dirigía a Mallorca y llegaban los equipos rivales a la isla para jugar los partidos, les pedía a los pilotos de los aviones que "sacudieran" un poco la aeronave antes del aterrizaje para que los jugadores lleguen temerosos y mareados.

Cuando en Boca le cuestionaban el estilo poco vistoso del equipo, decía: "Si quieren chiches, vayan a la juguetería". Otra frase ocurrente: "A todos nos gustan los fideos con tuco, pero si no hay salsa hay que comerlos solos. Y así es Boca".

Mandaba a "espiar" a los adversarios cuando los entrenamientos se hacían a puertas cerradas. O decía que un jugador estaba lesionado en el tobillo derecho, cuando en realidad era el izquierdo: así los rivales le pegaban en el tobillo sano.

Al Xeneize regresó en 1987, en una etapa difícil del club, donde ya no pudo obtener los mismos resultados. Pero dejó en Boca una huella imborrable. Idolo absoluto y amado por los hinchas, tiene una estatua en el club muy cerca de otro ídolo que, incluso, lo superó con sus logros: Carlos Bianchi.

Sobre lo que fue su paso por Boca, declaró: "Boca es un club muy especial, único en la Argentina y en el mundo. Quien estuvo en Boca lo sabe. La gente es humilde, se entrega, no pide mucho, pero da todo. Yo mamé ese afecto dos veces: como jugador y como técnico. Dos años en Boca son como pasar toda una vida en cualquier otro club", señaló. Murió un 14 de noviembre de 2001, a los 79 años.