El partido, luchado y parejo, parecía tener destino de 0 a 0. El Gigante de Arroyito, expectante, esperaba una respuesta del equipo para volver al triunfo. Las emociones, no obstante, no decían presente.
Y ahí apareció Nacho Malcorra. El talentoso número 10 marcó un inolvidable gol de tiro libre sobre la hora y le dio la victoria a Rosario Central ante Newell's, por la séptima fecha de la Copa de la Liga, la de los clásicos.
El conjunto dirigido por Gabriel Heinze, que llegaba al Gigante de Arroyito con una racha de dos derrotas y cuatro partidos sin triunfos, tuvo más el balón en rodeo ajeno, pero ni lastimó a Jorge Broun: apenas tuvo un remate efectivo al arco.
Los pupilos de Miguel Ángel Russo tampoco contaron con grandes oportunidades -Maxi Lovera tuvo una de las más claras de la tarde rosarina-, pero marcó la diferencia por contar con un jugador diferente, que ingresó a los 54 minutos.
Luca Martínez Dupuy se dio vuelta y se iba camino al arco, pero Gustavo Velázquez lo bajó con una infracción que derivó en tarjeta amarilla para el paraguayo, sacada por el árbitro Yael Falcón Pérez, y una (clásica) trifulca entre los jugadores de ambos equipos.
Pero la tranquilidad estaba en los pies del número 10, que parado a un par de metros de la medialuna colgó la pelota del ángulo superior izquierdo de un Lucas Hoyos que hizo más épica la definición con su reacción: solo atinó a mirar cómo ese furioso y preciso remate se convertía en el 1 a 0 final del encuentro.
La Lepra trató de reaccionar, pero no pudo hacer nada ante el Canalla, que defendió la victoria y extendió su paternidad contemporánea y global, registro que se acrecenta de la mano de Miguelo, quien como DT del conjunto rosarino está invicto tras once clásicos (seis victorias y cinco empates).
"Uno siempre sueña con hacer un gol en un clásico. Pero el equipo hizo un partidazo, tapamos bien los espacios y tuvmos las más claras, así que merecimos ganar", señaló el goleador en diálogo con ESPN Premium.
Y completó: "Me tengo mucha fe en los tiros libre. Los chicos me dejaron patear y, gracias a Dios, pudo entrar. Estoy contento y feliz".
Este sábado, gracias a Malcorra, la ciudad se tiñó de azul y amarillo.