River se la bancó en la Bombonera. Se puede analizar este Superclásico desde diversos ángulos, pero también se puede resumir en ese concepto. Y aunque el trabajo colectivo y táctico del visitante estuvo lejos de la perfección, le ganó a Boca porque hizo el gasto mayor, porque fue inteligente y porque tuvo la fortuna necesaria. Buena parte de esto tiene que ver con la gran actuación de Enzo Pérez y su socio Nicolás de la Cruz. Ellos lideraron la victoria en casa ajena.
Quizás haya sido el último clásico de Pérez con la banda roja. Quizás tampoco haya uno más para De la Cruz. Si así fuera, la despedida fue acorde a sus trayectorias en el club de Núñez. Lucharon cuando el encuentro obligó, fueron lúcidos siempre y jugaron hacia adelante lo suficiente como para liderar la mayoría de los ataques. Fueron los protagonistas de un triunfo muy festejado.
Otra vez, como casi siempre en este semestre, River fue irregular. Y los únicos que le escaparon a la inconsistencia fueron los mediocampistas. En el primer tiempo, el equipo dirigido por Martín Demichelis llevó todo el peso del juego. Impuso condiciones y manejó la pelota. El mendocino fue el eje, no solo de la salida, sino también de la presión. El uruguayo alternó funciones todo el tiempo. Y luchó.
El primer gol vino de un remate de Enzo, pero su aporte excede a esa jugada puntual en la que capturó un rebote, se animó y remató de afuera para que se desvíe en Salomón Rondón y descoloque a Sergio Romero. Le sacó todo el provecho posible a su principal virtud esta tarde: el posicionamiento. Es una obviedad destacar esta virtud en un futbolista que hace gala de ella desde hace más de 15 años, pero sirve y vale la pena porque en un partido así, que por momentos careció de sentido táctico, su inteligencia para moverse con y sin pelota fue un argumento triunfal de River.
Cuando el partido se jugó de forma más o menos normal, De la Cruz fue el amo del juego. Para tocar hacia adelante y para cortar. Cuando, en el segundo tiempo, River decidió jugar al contragolpe y hacer tiempo mucho más de lo aconsejable, la situación cambió, aunque ni siquiera con todos los titulares Boca consiguió ganar el centro del campo.
Jorge Almirón salió con un once alternativo pero en el descanso cambió todo el mediocampo. River había ganado con claridad esa zona y su decisión fue modificar de plano su plan inicial. No le salió, a pesar de que por peso propio, el local logró imponerse en algunos minutos del complemento. Sin embargo, cada vez que la pelota pasó por De la Cruz, River encontró tranquilidad y supo que podía jugar lejos de su área.
Enzo salió a diez minutos del final, golpeado y extenuado. Fue su mejor actuación del año y también una de las más conmovedoras de su carrera. Tocó 68 balones, dio 52 pases con una efectividad del 87 por ciento y ganó la mayoría de los duelos que disputó. Las estadísticas sirven para elogiar su actuación, pero no alcanzan. En un partido caliente, River jugó con la seguridad de tener a un líder en el centro del campo. Y eso no se puede trasladar a los números. Les dejó en claro a todos que para jugar bien al fútbol no hay edad si hay jerarquía.
Los datos de De la Cruz describe su omnipresencia. Tocó 92 balones y dio 62 pases, con un 71 por ciento de efectividad. La alta cantidad de pases fallados es porque siempre intentó arriesgar hacia adelante. Ganó 12 duelos sobre 18, una cifra bestial, y gambeteó 5 veces. Fue el mejor Superclásico de su vida y justo en la hostilidad de la Bombonera.
River volvió a sufrir algunos de los problemas habituales, aunque mejoró en defensa y supo sobrevivir a su peor momento. Y, aunque tuvo otras individualidades destacadas, como Paulo Díaz y Esequiel Barco, se apoyó en su dupla de mediocampistas. Una dupla de talento y categoría superior a la media del fútbol nacional.