Boca Juniors volvió a la acción después del golpazo en la final perdida de la CONMEBOL Libertadores y tuvo que hacerlo nada menos que en el clásico ante San Lorenzo. Comenzó ganando. Casi lo pierde. Y al final, se fue con un empate 1-1 en la Copa de la Liga que sirvió nada más (y nada menos) que para salvarlo de otro desastre.
El Nuevo Gasómetro se fue llenando lentamente. El partido tempranero, en un día de semana, se pisó con el horario laboral y muchos llegaron sobre la hora. En los movimientos precompetitivos de Boca hay un semblante distinto. En un espacio que suele haber bromas y distensión, hoy hay caras largas, hay seriedad, discreción. Dario Benedetto se anima a cortar el clima y hace un chiste entre los suplentes, pero le suceden un par de risas tibias y a seguir.
El público de San Lorenzo se va sumando en malón y ofrenda la bienvenida, fiel al historial que domina el Ciclón, remarcando que quien saluda es “su papá”. Hay abucheos para Sergio Romero y para Edinson Cavani, pero el favorito para los insultos es Valentín Barco. El 10 uruguayo arenga a Nicolás Valentini y lo escolta hasta su área hablando en secreto. Lo palmea y, en el camino, aprovecha el trayecto al círculo central para arengar a Cristian Medina.
Entre el color de las bengalas y las banderas gigantes, comienza el primer tiempo y los pies del Colo se olvidan de las malas sensaciones en el Maracaná. Pide la pelota, se muestra, está activo. “El que no salta, es subcampeón”, baja desde la tribuna para chicanear. Pero rápidamente, y casi hasta el final del encuentro, el público se olvida de las cargadas y demuestra que el objetivo es ganar, que no sirve otro resultado.
Luis Advíncula se suma al “team” de los que dejaron atrás el disgusto y no evidencia resabios de dolor. Ataca, se anima a patear al arco, mete, se vuelve escurridizo por la línea. Boca propone, aunque sin claridad, mientras San Lorenzo espera. Y la pasividad enoja a la gente. En el banco de suplentes, el director técnico interino, está inquieto. Mariano Herrón esboza euforia y lanza algunos retos para los que se desacomodan, como Medina.
En contrapunto con la soltura de Barco están los movimientos robóticos de Edinson. Diferente a lo que se esperaría del experimentado, Cavani parece ser a quien más le ha afectado la derrota ante Fluminense. No sigue su intuición, piensa de más y juega con “delay”. Sin confianza, autor de malas decisiones, el uruguayo intenta hacer pie pero no le sale una.
Mientras tanto, el Colo juega suelto, se mete hacia adentro casi como un 5 y hace de pivot para aportar en la creación. También colabora en el ida y vuelta para marcar y queda extenuado. No brilla pero marca el ritmo. Con uno de sus “sprints”, llega el primer gol de Boca en el segundo tiempo. Y en el Pedro Bidegain solo piden actitud y compromiso, con otras palabras, claro. Valentini aprovecha las distracciones para dar indicaciones y Chiquito corrige a Lucas Blondel porque no lo escucha.
El cansancio apremia a los más participativos hasta el momento y salen Barco y Advíncula. Sin ellos, Boca se empezó a desarmar. Los de Herrón dejan de jugar para depender de los errores ajenos y San Lorenzo, sin hacer demasiado, consigue el empate.
El partido se interrumpe por los cantos xenofóbicos y Augusto Batalla pide colaboración. La gente en Bajo Flores está eufórica, se pasa de rosca y la adrenalina se corona el gol de Nahuel Barrios, siempre el más peligroso y desequilibrante del Ciclón.
El VAR intercede y las tribunas se calientan aún más, esta vez para insultar al árbitro que anula el tanto que significaba la remontada. San Lorenzo estaba festejando antes de tiempo, porque se había despertado y había conseguido sacar rédito del desorden total del que Boca fue víctima tras las modificaciones del once inicial. Con disgusto por la polémica, el público se retiró con sabor amargo. Porque a San Lorenzo, al igual que a Boca, solo le interesaban los tres puntos en la recta final para meterse en la próxima CONMEBOL Libertadores.
Clasificarse a la Copa en 2024 es el nuevo objetivo desbloqueado del Xeneize después de la terrible cachetada que recibió en Brasil y cada punto perdido duele. Sin embargo, quedó a un offside finito de que le dieran vuelta el clásico en el final y el saldo termina siendo “no tan malo”.
Boca no se va contento del Bajo pero, en un balance honesto, zafó de lo que podía ser un agregado a su estado anímico en caída libre. Este domingo tendrá el careo con su gente en La Bombonera, después de la impresionante movilización popular a Río que terminó en decepción. Los jugadores, ya sin Jorge Almirón para compartir la carga, tendrán que poner el pecho y revertir la imagen en un partido trascendental ante Newell’s.