<
>

70 años de Merlo: el hombre que entró en la historia con el paso a paso

Mostaza Merlo logró cortar la sequía de títulos de 35 años de Racing Fotobaires

Le dicen Mostaza. Y para saber el motivo del apodo sólo hace falta mirarle el color de pelo. Un cabello que suma más canas que antes, pero que a los 70 años Reinaldo Carlos Merlo conserva tan frondoso como siempre.

Mostaza nació el 20 de mayo de 1950 en Buenos Aires, y tiene la particularidad de haber jugado toda la vida en un solo club: River Plate. Vistió la camiseta de los Millonarios desde 1969 hasta 1984. Algo que pocos se dieron el lujo de lograr, y que en estos tiempos de transferencias prematuras resulta impensado.

En total disputó 539 partidos, entre nacionales e internacionales, y marcó 10 goles. Ganó siete títulos: cuatro Metropolitanos (1975, 1977, 1979 y 1980) y tres Nacionales (1975, 1979 y 1981). El debut oficial con la banda fue cuando tenía 19 años, el 21 de septiembre de 1969, por la 16ª fecha del Metropolitano.

Fue el gran Angel Labruna el que lo incluyó en Primera, como local ante Estudiantes de La Plata. River ganó por 1 a 0 con gol de Pinino Mas. Sería el comienzo de una larga carrera. En poco tiempo, Mostaza se hizo dueño del medio campo millonario.

La garra, la entrega, el dejar todo en la cancha fue su principal característica. Y en un club con paladar negro, donde los grandes ídolos fueron futbolistas de muy buen pie, Merlo logró ganarse un lugar entre la gente. No era fácil llegar y ponerse la camiseta número cinco en el River de esos años, donde el club venía de una larga sequía de títulos. Llegaron a través de las diferentes temporadas muchos jugadores para reemplazarlo, y pocos pudieron sacarle el puesto.

Tras el retiro Mostaza volvió a River en la temporada 1989/1990 como entrenador, y pese a una muy buena campaña (dejó al equipo segundo, y más tarde Passarella se consagró campeón) renunció luego de que las Elecciones las ganara Alfredo Davicce, el rival de Osvaldo Di Carlo, el presidente que lo había contratado.

Fue hombre de un solo club como jugador, fiel a una camiseta, todo lo contrario a lo que sería su carrera como DT. Dirigió a 16 clubes diferentes entre Argentina, Chile, Colombia y Ecuador: Los Andes, River, Bolívar, Chacarita, Temuco, Atlético Nacional, Belgrano, Racing, Estudiantes, Barcelona de Ecuador, Rosario Central, Douglas Haig, Aldosivi, Colón, Fuerza Amarilla y Racing de Córdoba, y hasta las juveniles de la Selección argentina.

Pero su paso más glorioso, la consagración a lo grande como técnico la tuvo en Racing. Mostaza logró lo que en un momento parecía imposible: en el Apertura 2001, luego de 35 años sin títulos, sacó campeón a la Academia en un logro que quedó para la historia. Tanto es así que se ganó de manera merecida una estatua para la eternidad y el reconocimiento de por vida de la gente de Avellaneda.

El creador del paso a paso, frase que patentó a lo largo del histórico torneo para mantener a raya la ansiedad de la gente, armó ese año un equipo que no brillaba por el buen juego, pero sí se destacaba por la entrega y el sacrificio.

La Academia sumó 42 puntos, uno más que el River de Ramón Díaz, que terminó con 41 y estuvo a un paso de arrebatarle la alegría. La fecha 16 fue clave. En esa jornada se enfrentaron en el Cilindro los dos candidatos. El millonario ganaba 1 a 0 con gol de Esteban Cambiasso y acortaba la ventaja con el líder, pero sobre el final el colombiano Gerardo Bedoya clavó un zapatazo impresionante para un empate con sabor a triunfo. Así, la Academia pudo mantener con sufrimiento la ventaja en la punta hasta el final. Y con un empate agónico, por 1 a 1 contra Vélez en la última fecha, festejó. Merlo había hecho historia.

Ese equipo campeón de la Academia tenía a jugadores como Gustavo Campagnuolo, Claudio Ubeda, José Chatruc, Diego Milito y Maximiliano Estévez, entre otros.

Soltero empedernido (asegura que nunca se enamoró y que por eso no se casó), hombre de barrio y de códigos, amigo íntimo de Alfio Basile, tuvo como entrenador una carrera con altibajos. Podría definirse a Mostaza como un hombre de pocas pulgas. Tal vez por eso la relación con los dirigentes en muchos casos fue tensa, y derivó en salidas anticipadas y sorpresivas.

No sólo con la dirigencia tuvo cruces picantes. Un fuerte encontronazo con Marcelo Gallardo marcó su segunda etapa en River, en 2005. Sí, justamente con el que luego sería el DT más exitoso de la historia millonaria. Después del mal momento que vivió en ese vestuario, que pareció revelarse ante Mostaza de la mano del Muñeco, Merlo se fue de River para nunca más volver.

“Con Gallardo está todo bien, no tengo nada para decir de él. Lo que pasó en ese vestuario me lo llevo a la tumba”, reconoció. A diferencia de River, a Racing, el club que adoptó como propio con el tiempo, regresó en dos ocasiones tras el título de 2001.

“Yo jamás me voy a terminar de ir de River”, declaró alguna vez. De Racing, sin dudas, tampoco. Allí logró construir un amor incondicional con la hinchada, que lo idolatra. “Vení, vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano, del paso a paso, todos la vuelta vamos a dar...”, fue un cántico que patentaron los fanáticos académicos.

“Nunca voy a poder devolverles todo lo que me dieron, los quiero mucho, me emocionan”, reconoció en una oportunidad.

Las cábalas formaron parte de su vida como técnico. Y había para elegir. Los famosos “cuernitos” estuvieron presentes en infinidad de ocasiones, cada vez que su equipo corría peligro. Pero había para todos los gustos: la ropa que se ponía, la ubicación de cada uno de sus ayudantes en el banco de suplentes, los periodistas que cubrían los partidos… Todo debía mantenerse sin modificaciones cuando el equipo ganaba.

Era agotador, seguramente, seguir al pie de la letra esas costumbres, motivo por el cual un día optó por dejarlas atrás: “Decidí no tener más cábalas, y concentrarme sólo en las cuestiones que tienen que ver con el juego”. El último equipo que dirigió fue Racing de Córdoba en 2018, en el Federal A. Antes, el logro más importante se había dado en 2014 con Colón, tras el ascenso a Primera División luego de dirigirlo en el tramo final del torneo.

Este cumpleaños, obligado por la cuarentena, lo pasará en su casa de Belgrano, lejos de sus amigos más queridos. No habrá encuentro en La Raya, el clásico restaurante donde Mostaza es habitué junto con el Coco Basile y tantos otros amigos del fútbol.

Con 70 años, este verdadero personaje del fútbol asegura que todavía tiene ganas de dirigir y que espera una propuesta que lo seduzca. Pero lo toma con calma. No se desespera. Va paso a paso.