En tiempos donde Boca se desespera por encontrar un 9 de área que haga goles y les de a los hinchas ilusiones pensando en los octavos de final de la Copa Libertadores, la imagen de Martín Palermo sin dudas genera nostalgia.
Y en este día más que nunca, ya que un 12 de junio de 2011, hace 10 años, el Titán jugaba su último partido en La Bombonera. Un partido especial, está claro, en el estadio donde marcó tantos goles que quedaron en la historia del club.
Ese Boca dirigido por Julio César Falcioni no llegaba en su mejor momento, pese a que contaba en la cancha con Martín y con Juan Román Riquelme, nada menos. Pero en las tribunas se miraba de reojo (y se disfrutaba) la campaña de River, que peleaba por zafar de la Promoción y del descenso.
Desde temprano la gente le rindió homenaje al Loco: la salida en caravana del hotel para acompañar el último recorrido oficial de Palermo hacia la cancha de Boca les recordó a muchos ese recibimiento triunfal tras la conquista de la Intercontinental en el 2000, cuando miles de hinchas acompañaron al micro desde Ezeiza hasta La Boca.
El encuentro ante Banfield terminó empatado 1 a 1 con gol de Colazo, pero el resultado fue anecdótico. Tras el partido, llegó el momento oficial del adiós. Desde las tribunas bajaba el cántico que identificó a esa jornada: “Muchas gracias Palermo, vos nos diste alegrías, lo que hiciste por Boca en la vida se olvida …”
Martín lloraba ante el aliento del público, que se emocionaba junto con él. Ciro había entonado el himno nacional con su armónica y Mario Pergolini, el mismo que hace poco renunció a la vicepresidencia del club, era el animador de la noche. Los padres e hijos de Palermo también compartieron en el césped ese momento único junto con el goleador, que en medio de las lágrimas, señaló: “Nunca imaginé este cariño de la gente. Son muchas cosas las que me pasan por la cabeza en este momento. Estoy muy agradecido a todos ustedes, por todo el cariño, por tantos años juntos… El gol era lo máximo que podía hacer adentro de la cancha para dárselo a ustedes… Se me vienen tantos títulos y goles a la cabeza, tantos compañeros. Quiero agradecerles a todos los que me acompañaron este tiempo, y a ustedes, porque Boca no sería esto sin ustedes. Boca es un grande no por los jugadores, los dirigentes o los técnicos, sino por su gente. Siempre me quisieron pese a decir que soy de Estudiantes, pero saben que a ustedes los voy a llevar en el corazón”.
Como broche de oro, hubo un regalo especial: le entregaron el arco que da a la 12, con moño incluido, para que el Titán se lo lleve de recuerdo a su casa.
¿Qué tipo de 9 era Palermo? Un goleador con un gran sentido de la ubicación dentro del área, sin temor al ridículo, que hizo goles de todas las formas posibles, que tenía un imán para lograr que la pelota le cayera siempre a él, que era dueño de un cabezazo estupendo y tenía una personalidad formidable que le permitió recuperarse siempre de la adversidad, dentro y fuera de la cancha. Un optimista del gol, como lo definió alguna vez nada menos que Carlos Bianchi.
Le hizo goles a River, el más recordado, sin dudas, el de cuartos de final por la Libertadores 2000; al Real Madrid en la final de la Intercontinental de ese mismo año, le marco los dos que le dieron a Boca el título; marcó goles con los ligamentos rotos, de penal, pegándole con las dos piernas, desde la mitad de cancha, de cabeza, de izquierda, de derecha, de carambola… goles de todo tipo y para todos los gustos.
Una semana más tarde del adiós en La Bombonera, Palermo jugaría su último partido oficial, nada menos que ante Gimnasia (el partido terminó 2 a 2), donde estaba su amigo y compinche de tantas batallas, otro ídolo xeneize, Guillermo Barros Schelotto. El Lobo, con ese resultado, tuvo que jugar un desempate para evitar el descenso directo.
La estadística dice que Palermo jugó 404 partidos en Boca y metió 236 goles, récord histórico del club. Ganó 14 títulos, 8 internacionales y 6 locales. Más allá de los números la realidad indica que fue un goleador único, extraordinario, tanto que a 10 años de su retiro todavía la gente lo extraña. Vaya si lo extraña.