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Dios es hincha de Real Madrid

Real Madrid es un equipo divino. Es un aura que lo acompaña. Una belleza intrínseca, un blanco impoluto que funciona como bandera. Con la Cibeles, madre griega de todos los dioses, como bastión de cada festejo de la UEFA Champions League, hay una fuerza inexplicable, una potencia esotérica que acompaña a este club de leyendas y próceres.

Dios es hincha de Real Madrid. Así, digamoslo sin vueltas. Desconocemos si existe vida después de la muerte, pero si tenemos que pensar en un potencial paraíso, si acaso se consumase la promesa de la vida eterna, nadie se sorprendería con imaginarse a las puertas de un potencial Santiago Bernabéu listo para expiar los pecados que correspondan.

Allí estaría, por supuesto, Alfredo Di Stéfano, la Saeta Rubia, como un San Pedro futbolístico decidido a determinar quién es merecedor de ingresar a ese coro de ángeles. O bien podría ser el propio Paco Gento, leyenda de la realeza en modo deidad. A esa vida eterna de triunfos y hazañas inexpugnables nos entregaríamos de brazos abiertos, como terrenales que somos.

Si esto fuese verdad, si esto efectivamente es verdad, no sorprendería entonces la consecución de milagros que se producen en este suelo en cada torneo que juega la Casa Blanca. El hogar de Dios en la tierra. Sí, lo se, a Wembley le llaman la Catedral del fútbol, pero deberíamos empezar a replantearnos semejante blasfemia.

La decimoquinta UEFA Champions League de Real Madrid tiene mucho de esta adjetivación divina. De nuevo, arranque con el Madrid en plano sufrimiento ante Borussia Dortmund, rezo en el descanso, y complemento con título y fútbol celestial gracias a Dani Carvajal y Vinicius Junior. ¿Cuántas veces vimos este guión? ¿Una, dos, mil?

Los dos goles de Joselu frente al Bayern Munich, para girar la eliminatoria y volver a jugar una final de Champions, ayudan a confirmar la teoría. Antes, fue el Manchester City en cuartos de final. Penales. Lo sé, los hombres de ciencia dirán que todo tiene que ver con el sistema táctico de Carlo Ancelotti, con la calidad de los jugadores en cancha, con la rigidez de los entrenamientos, pero los hombres sensibles, los que creemos más allá de lo que digan los adoradores del progreso, bien sabemos que sin ayuda divina no hubiese ocurrido lo extraordinario.

"Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro", firmó Adolfo Bioy Casares en el inicio de 'La Invención de Morel'. Uno, vaya y pase. Pero a Real Madrid, en los últimos tiempos, se le empezó a ir la mano. En la era de Carlo Ancelotti, además de los dos resultados que contamos, tenemos que sumarle algunas cositas: en la 2021-22, hubo remontada milagrosa ante PSG, Chelsea y City, y en la definición del torneo se salvó de una invasión futbolística del Liverpool, con una actuación sobresaliente del belga Thibaut Courtois.

¿Y antes? En 2020-21 se recuperó de un 2-0 en Anfield para ganar la llave 2-5, remontó un 0-1 del Barcelona, clásico rival, conquistando un 0-4 en el Camp Nou que le dio el título de la Copa. Son solo algunos ejemplos, porque créanme que hay muchos más. Cuando la cosa se complica, cuando el escenario se pone desfavorable, alguien acciona ese interruptor. En la era de Carlos Bianchi en Boca Juniors, alguien dijo que tenía el celular de Dios. Parece que desde hace un par de décadas regresó a la casa del señor ubicada a más de 10.000 kilómetros de distancia de La Bombonera.

"El otro día nos sorprendimos desde el calentamiento por cómo estaba el estadio apoyando. Notamos el apoyo de la afición como si estuviéramos en casa. Eso resume la grandeza de este equipo. Es el equipo de Dios, el equipo del mundo", reveló en 2014 Sergio Ramos, cuando aún era capitán de Real Madrid, antes del partido ante San Lorenzo, equipo del Papa Francisco, en la final del Mundial de Clubes. Fue, en un descuido, una revelación de lo evidente.

Y Ancelotti, post Bayern Munich, esquivó la bala al mostrarse sorprendido por algo que ya es corriente para él: "Ha pasado otra vez. Un campo fantástico, jugadores que no paran de creer... Es algo mágico. Hemos jugado bien. Fue complicado".

No hace falta que lo diga nadie. No es necesario que Jude Bellingham confiese que los balones destinados a irse a centímetros del palo se meten dentro. Que las corridas de Vinicius Junior nunca son off-side al ojo implacable de la cámara. Que Federico Valverde tiene aquí una velocidad más, Eduardo Camavinga una recuperación mejor. Que Luka Modric parece diez años más joven.

El retiro de Toni Kroos, en la Casa Blanca, tuvo en este cierre de Champions ante el Dortmund, en Wembley, un ceremonial diferente. Algo fantástico lo cobija, lo envuelve, lo abraza. Definitivamente destacarse en este lugar no es lo mismo que en cualquier otro lado.

Guste o no guste, le duele a quien le duela, Dios ya lo tiene decidido: es hincha de Real Madrid.

Lo sospechan sus hinchas. Lo sufren sus rivales.

Y ahora, lo saben ustedes.