COLUMNA ‘EL PULSO’
CIUDAD DE MÉXICO -- La imagen se ha vuelto tan recurrente que ya parece costumbre: Sergio Ramos levanta a dos manos el trofeo más codiciado en el futbol a nivel de clubes.
Es el capitán y uno de los máximos referentes del Real Madrid, pues pese a no ser de cuna merengue, en más de 10 años en el club asimiló a la perfección la filosofía ganadora e hizo de la alta competencia una rutina.
Como suele suceder en las citas históricas, el defensa central fue de nueva cuenta protagonista en la Final ante el Liverpoool, esta vez luego de una jugada que derivó en la lesión del egipcio Mohamed Salah, nada menos que el hombre más importante de los 'Reds'.
Ramos y 'Mo' disputaban un balón luego de un saque de banda, y tras puntearlo, el español haciendo gala de maña, ocultó una evidente falta pese a tener al arbitro enfrente, pues tomó del brazo al atacante hasta que ambos cayeron al césped, con las lamentables consecuencias ya conocidas para Salah.
Los adjetivos y señalamientos hacia el capitán del Madrid resultaron infinitos: desde "carnicero" y "mala leche", pasando por recordar que es el futbolista más expulsado en España, y terminando por asegurar que de forma premeditada lesionó al apodado 'Faraón'.
Se pierde de vista algo fundamental: la jugada no debe ser analizada a partir de los antecedentes de Ramos, quien puede ser considerado un jugador "sucio" o que juega al límite, pero planear sacar de la Final de la Champions League a la figura del rival, es poco menos que una locura.
Y aquí no tiene cabida la trillada frase de que "sólo él conoce la intención que tuvo al hacer la falta", pues el zaguero necesitaría de un cálculo perfecto para saber cómo caer al césped al mismo tiempo que su rival, y que éste se lesionara el hombro.
Fue una jugada como hay muchas, pero adquirió una sonora trascendencia porque Salah abandonó el partido envuelto en llanto, y se temió que podía perderse la Copa del Mundo, al tiempo que Sergio Ramos fue el autor de la falta y ésta quedó impune.
Es futbol y la verdad no tiene dueño, pues cada aficionado observa, analiza e interpreta las acciones a partir de sus gustos, escaso o abundante conocimiento, y sobre todo, desde la pasión.
Lo cierto es que a Ramos se le puede acusar de soberbia y en ocasiones de abusar de la dureza; sin embargo, se trata de uno de los mejores futbolistas del mundo en su posición, y nada menos que del capitán de la ahora llamada ‘Dinastía Blanca'.
Sus detractores no lo bajan de "carnicero"... En todo caso es un "carnicero de leyenda", pues levantar tres ‘Orejonas’ de forma consecutiva es una imagen que no se repetirá en muchas décadas...