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El Barça sin futbol no es nada...

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Valverde: En Champions nos está costando, esa es la verdad (1:36)

El entrenador del Barcelona habló sobre el "grupo tan complicado" que les tocó en la UEFA Champions League. (1:36)

BARCELONA -- El Barça sin fútbol no es nada. El Barça no solo necesita el balón, su verdadera razón de ser, sino que precisa, más aún, por encima de todo, saber qué hacer con él. Al Barça, al Barça que se precia de sí mismo, no le importa enfrentar a un Slavia animoso, a un Levante crecido o a un Real Madrid, pongamos por caso, poderoso. Es él. Sin importar quien esté delante.

Ese es el ideal que condujo a este club a sus mayores éxitos. El club al que despertó de la pesadilla Johan Cruyff hace tres décadas y que fue creciendo, con sus alegrías y fracasos, hasta alcanzar la excelencia absoluta bajo el mando de Guardiola. Pero Guardiola no está. Se marchó hace ya mucho tiempo y desde que lo hizo la idea íntima fue mutando. Sin prisa pero sin pausa. Hasta aquí.

Luis Enrique revolucionó el juego y Valverde se adaptó al vestuario. Un vestuario a cuyo mando siguen quienes disfrutaron de los mejores días del equipo y que no han sido capaces de mantener aquella excelencia, asentados y tranquilos con un entrenador enemigo de dar un golpe de estado en el vestuario.

Valverde ha heredado en el Camp Nou aquello de lo que se escapó primero Guardiola y después Luis Enrique. Una complacencia que, se teme, ya no pueda ocultar el marcador. Porque el Barça ganó dos veces la Liga casi por la dimisión de sus contrincantes pero sin mostrar, ni de lejos, la auténtica capacidad del pasado. Y cumplidos casi tres meses de temporada el final del camino se teme a la vuelta de la esquina.

El Barça es un equipo acomodado. Triste y sin recursos que sobrevive porque sigue siendo superior a casi todos sus rivales pero que, en el fondo, lo fía todo a Leo Messi. Ante el Slavia el capitán pudo haber marcado hasta tres goles. Y de haber logrado ni que fuera uno, la victoria, otra vez, habría dejado en segundo plano la realidad.

La autocomplacencia maldita, aquella que terminó tristemente la etapa de Frank Rijkaard en 2008 y a la que no quiso, no se vio con fuerzas, enfrentarse en 2012 Guardiola aparece otra vez en el plano. Puede que no sea simplemente un problema de entrenador. Puede, incluso, que no sea solamente de juego, de fútbol, que también. El problema al que se enfrenta este Barça es al hartazgo de sí mismo.