El futbol mexicano ha llegado al punto en el que ya se festeja no perder por goleada, pues resulta que según Jaime Lozano hay que estar orgullosos de los futbolistas que enfrentaron a Brasil.
El nivel de la Selección Mexicana de Futbol es tan pobre, que ahora ya se celebra cuando no pierde por goleada.
Luego de la humillación a manos de Uruguay (4-0), el Tricolor cayó 3-2 ante un Brasil que presentó a un equipo de suplentes y que sólo en los minutos finales le dio juego a algunas de sus estrellas.
El listón estaba tan bajo tras el desastre frente a la celeste, que casi cualquier desempeño en el encuentro contra la ‘Canarinha’ representaría algún tipo de progreso.
México se levantó en los minutos finales de un 2-0 bastante engañoso porque Brasil pudo hacer más amplio el marcador; sin embargo, la miel en los labios le duró solo un instante porque en la compensación la pentacampeona del mundo sentenció el 3-2 definitivo.
Debido a que esta vez el tropiezo no fue tan grosero, a Jaime Lozano sólo le faltó sacar el confeti en la conferencia de prensa, en la que se dijo “orgulloso” de sus jugadores y ponderó que “no cualquiera” se recupera tras estar dos goles abajo frente a una potencia futbolística.
Algunos medios también se subieron al barco de las “derrotas honrosas” y le aplaudieron a la Selección con titulares como “Así sí, Tri”, olvidando que existen múltiples antecedentes en los que los combinados aztecas no sólo le han competido de tú a tú a la Seleçao, también la han vencido. Hoy se conforman con no recibir cinco goles. Cada quien.
Si un tropiezo por un gol de diferencia puede considerarse una “mejoría”, el empate seguro ameritaba fiesta nacional, casi casi con festejo en El Ángel de la Independencia.
Lo cierto es que más allá del mensaje que pretendan enviar desde las redes sociales de la Selección Nacional en las que predican una hermandad insuperable del equipo, y en las que piensan que con frases optimistas se tapa el sol con un dedo, nada ha cambiado en torno al Tricolor: es un equipo sin estilo, con un técnico que ostenta limitados recursos e inmerso en una crisis que no sólo no se ha superado tras el fracaso en Qatar 2022, al contrario, se agravó.
Lozano está obligado a entender que los discursos en los que se manifiesta que “las derrotas dejan enseñanzas” se han escuchado desde hace al menos 30 años y nomás nunca se ve el aprendizaje al respecto.
A México se le pide, se le exige que compita, que sea digno, que tenga una idea de juego que lo identifique, que se sepa qué pretende en cada compromiso, en el entendido de que se gana y se pierde. Pero nada de esto es visible en esta Selección, no se nota el trabajo de un estratega que tiene a un séquito de auxiliares y “especialistas”. No se nota.
Y los resultados tampoco lo acompañan, entonces ¿cuál es el argumento para mantener al entrenador? Bueno, seguramente la fe y la incapacidad de los directivos para identificar que el equipo no va a ninguna parte con una peligrosa Copa América en puerta.
La competencia continental va a desnudar a los porristas y conformistas dentro y alrededor del Tri; a los que celebran que Brasil no goleó a los nuestros, y sobre todo va a dejar en claro que el famoso “proyecto” rumbo al 2026 y la cacareada “renovación” no son otra cosa que las nuevas ocurrencias de los poco lúcidos directivos que deciden el rumbo del balompié nacional.