Los papeles se invirtieron en una Final. El Messi discreto fuera de la cancha y apoteósico dentro de ella, esta vez modificó los roles.
Quería, necesitaba, imploraraba ganar, y lo consiguió aún con su versión más mundana en el Maracaná, incluso siendo opacado por el otro ‘10’, su amigo y exsocio Neymar.
Llevó a la Argentina al partido por el título encabezando prácticamente todas las estadísticas (goles, asistencias, regates, etcétera), pero ante Brasil fue más guerrero que crack.
Un primer tiempo en el que apenas tocó el balón y fue ajeno al gol de Di María que a la postre significó el título... En el segundo optó por engendrar en el líder que tanto se le demanda y hasta intentó, sin éxito, cumplir con labores defensivas.
Apenas tuvo una opción de gol en una jugada que inició, y que tras un pase de genio de Rodrigo de Paul, no pudo concluir entre un resbalón y que las piernas no le respondieron. Era el colofón perfecto: en los últimos minutos el genio pudo firmar el 2-0.
Pero el genio es imperfecto, terrenal, y por fin, también campeón. Vaya paradoja, en las finales perdidas por Argentina bajo la batuta de Leo, el capitán brindó auténticos recitales que solo se cuentan en anécdota porque se fue con las manos vacías, y en alguna ocasión, hasta renunció a la selección.
16 días después de festejar su cumpleaños 34 en plena concentración, Messi recibió el regaló que tanto codició: un trofeo de peso (literal) defendiendo la playera albiceleste.
Su imagen arrodillado en mediocampo mientras estallaba en llanto y todo el equipo corría hacia él, resume a la perfección el deseo que tenía por quitarse de encima una cruz que no lo dejaba tranquilo.
Argentina quería ser Campeón, pero sobre todas las cosas, Argentina quería que Messi fuera campeón. Y el sueño se cumplió. Tardó y mucho. Y costó más, pero el 10 de julio es ya una fecha histórica para la nación que lo vio nacer. El 10 del ‘10’...
El resto de la historia contada hasta el momento delata a un Messi de carne y hueso. En plena cancha le hizo una videollamada a su mujer e hijos para compartirles la gloria y mostrarles su medalla.
Ya en Argentina tuvo que huir de la hinchada al salir de Ezeiza, el búnker albiceleste antes de la Copa América, al tiempo de que recibió el abrazo más esperado y que le dio la vuelta al mundo... El de Antonela.
Y como ser Messi no parece cosa sencilla, en su casa de Rosario por fin con toda la familia, tuvo el gesto de salir al patio a atender a unos pibes que no paraban de cantarle.
Se dejó abrazar, tomar fotografías, repartió autógrafos y disfrutó cada momento al tiempo de hacer felices a los pequeños.
Es el Messi Campeón de América... Un Messi de carne y hueso.