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La denuncia contra Tabárez, colectas, robos y patrulleros: la increíble historia del Peñarol campeón de América de 1987

Tabárez y Diego Aguirre, autor del agónico y rememorado gol que le dio la Libertadores al Carbonero. @TheLibertadores

La situación era angustiante. El Potrillo Fernando Morena había decidido colgar los botines. El club debía cuatro meses de sueldo. Los dirigentes hacían colectas. Para obtener fondos salieron de gira por México. Los robaron y encima los jugadores casi terminan presos. De la nada, Peñarol llegó a la final de la Copa Libertadores de América contra el poderoso América de Cali del capo Miguel Rodríguez Orejuela.

La increíble historia del equipo campeón de América de 1987. Un equipo que se formó ofreciéndole una “platita chica” al Maestro Tabárez y con “vacas” entre los dirigentes para reforzar el plantel.

El año 1986 había sido sumamente duro de digerir para Peñarol. Al adiós del eterno ídolo, Fernando Morena, se sumaba una angustiante situación económica. Para empezar el campeonato el club debía cancelar una deuda que ascendía a los 80 mil dólares. Los jugadores no concentraban. Los dirigentes hacían colectas.

Fue entonces que apareció en escena el Contador José Pedro Damiani. El viejo dirigente se había postulado en más de una oportunidad a la presidencia de Peñarol, pero jamás había logrado su cometido.

El Contador llamó a su colega Lecueder: “Carlitos, si yo voy a traer las soluciones, debo ser el uno”. Y fue así como, en enero de 1987, José Pedro Damiani se volvió a postular. La gente lo respaldó y accedió por primera vez a la presidencia. “Debía actuar como bombero para apagar el incendio que estaba consumiendo a Peñarol”, reconoció el dirigente en su libro “Damiani, el Contador” (Eduardo Rivas y Jorge Señorans, Ediciones de la Plaza).

Lo curioso del caso es que, en aquel periodo de los años 85 y 86, Peñarol dominó el medio, superó continuamente a Nacional, pero los problemas eran angustiantes al grado tal de que existían dificultades hasta para pagar la luz. El club estaba atrasado cuatro meses en los sueldos y en las reuniones debían hacer una vaca. “Poné 10, poné 15, y así se juntaba el dinero para que pudiera existir un funcionamiento mínimo”, recordó Damiani.

El equipo se había quedado sin entrenador. Una vez finalizada la temporada Don Roque Gastón Máspoli emigró al Barcelona de Guayaquil.

VAN POR EL MAESTRO
Sin dinero para hacer grandes inversiones, la idea de Peñarol era clara: apostar a los jugadores de las divisiones formativas. Bajo esas perspectivas el Consejo Directivo del club analizó los nombres de los candidatos para tomar el equipo y hubo coincidencia en que el maestro Oscar Washington Tabárez tenía el perfil adecuado para llevar adelante la tarea.

El tema es que el maestro estaba al frente de la Selección Sub 20 de Uruguay que disputaba el torneo Sudamericano juvenil en Pereira, Colombia. Pero el Contador no andaba con chiquitas…

Viajé a Pereira y me entrevisté con Tabárez. Ahí tuve un disgusto con mi amigo Homero Bagnulo porque en ese momento la selección mayor no tenía técnico y él, que estaba en la AUF, había pensado en Tabárez como posible responsable. Lo cierto es que con el técnico quedamos en seguir hablando en Montevideo. Cuando volvió, Tabárez fue al Banco República y le dije que teníamos una buena impresión de él, que pretendíamos un equipo joven y que él tenía la pedagogía necesaria para aplicar. En síntesis, vino a Peñarol por una platita muy chiquita”, rememoró Damiani.

Una vez resuelta la contratación del DT, los dirigentes se encaminaron a reforzar el equipo. Fue así como trajeron a un veterano de mil batallas como el volante Juan Carlos Paz.

Hicieron uso de la opción por el centrodelantero Diego Aguirre, que había llegado proveniente de Liverpool, abonando 20 mil dólares.

Y fueron por el puntero de Bella Vista, Jorge Cabrera, con una particular propuesta del presidente Damiani. “Expresé en el Consejo Directivo que si algún dirigente me acompañaba podíamos traerlo. Les dije que, si le prestábamos la plata a Peñarol a tasa cero y que si el futbolista era transferido al exterior en una suma superior, quienes pusiéramos el importe lo recibimos y la diferencia era para el club”.

Además, volvieron Marcelo Rotti y Carlos Sánchez, jugadores que estaban a préstamo en otros equipos.

GIRA, ROBOS Y AMENAZAS
De ese modo, en marzo de 1987, Peñarol inició su camino en la Copa en un grupo que compartió con Progreso y los peruanos Alianza Lima y San Agustín.

En el debut, los aurinegros vencieron 3-2 a Progreso y viajaron a Lima donde vencieron a Alianza e igualaron con San Agustín, lo que permitió resolver la clasificación en Montevideo.

En el Centenario los mirasoles igualaron 1-1 con Progreso y luego vencieron a los dos equipos peruanos para clasificar a semifinales. ¿Por qué a semifinales? Porque el formato de disputa era distinto. El primero de cada serie clasificaba a las semifinales que se conformaban en dos grupos de tres equipos. Los dos mejores de cada serie eran los finalistas.

Una vez lograda la clasificación, Peñarol decidió salir de gira en procura de recursos económicos que permitieran aliviar la angustiante situación financiera. Se fueron a México donde jamás imaginaron verse envueltos en tantos problemas.

En Torreón el plantel fue robado. Y para colmo de males, en el amistoso contra Atlético Potosino el equipo ganaba 1 a 0 y terminó abandonando la cancha cuando el árbitro cobró un penal inexistente. ¡Para qué! ¡Se armó terrible revuelo! El árbitro denunció que el técnico aurinegro Oscar Tabárez lo amenazó de muerte. El clima se enrareció. La gente invadió la cancha y la policía reprimió lanzando gases lacrimógenos. Mientras todo esto ocurría aparecieron cerca de una docena de patrulleros para llevarse presos a los jugadores aurinegros. El dirigente Amadís Errico terminó cobrando el caché del partido en monedas.

Al regreso de México, el volante Juan Carlos Paz se apersonó ante el presidente Damiani al que le hizo saber que había recibido una importante oferta del club Tigres.

“Paz me expresó que había recibido una muy buena oferta de México. Se había destacado en el equipo, incluso anotó el gol del triunfo ante Alianza en Lima. Pero oportunidades son oportunidades y a nadie se le puede negar”, expresó el presidente que autorizó su salida. A partir de ese momento el 5 titular de Peñarol pasó a ser José Batlle Perdomo.

LA CONQUISTA DE AVELLANEDA
A Peñarol le tocó integrar una llave semifinal compleja donde tenía como rivales a los argentinos River Plate e Independiente. Los millonarios se habían consagrado campeones de la Libertadores del año anterior. En los rojos jugaba el Bocha Bochini, un mago con la pelota.

Pero el Peñarol de Tabárez arrancó marcando la cancha ganando el primer partido 3-0 ante los rojos en el Centenario. El segundo encuentro terminó en empate 0-0 con River. La serie se definiría en Buenos Aires.

El 30 de setiembre Peñarol se presentó en el mítico estadio de la doble visera de Avellaneda. Fue una noche histórica que terminó con un inolvidable triunfo aurinegro por 4 a 2 con futbolistas que jugaron a gran nivel como Eduardo Da Silva, Jorge Cabrera y Daniel Vidal. Peñarol era finalista.

LA JUGADA DE DAMIANI
El rival de Peñarol era nada más ni nada menos que el poderoso equipo de América de Cali. Un cuadro que manejaba mucho dinero, como lo reveló el contador Damiani.

“En el América estaba como secretario Miguel Rodríguez, ese que ahora está preso. Carlos Quieto era el tipo que manejaba casi todas las cosas extra fútbol, como meter mujeres en los hoteles para perturbar el descanso de los jugadores”.

El primer partido se jugó en el Pascual Guerrero de Cali. Los diablos rojos venían de perder dos finales consecutivas, ante Argentinos Juniors y River Plate. Damiani lo tenía claro.

Soy sincero y digo que aquella primera final la veía muy mal, muy difícil. El clima en el Pascual Guerrero era muy áspero. El juez era el brasileño Wright y entre todas las cosas nosotros estábamos jugando contra la gente que manejaba la plata fácil, que poseía los mejores jugadores, y además por el dinero. Dicen que hasta los monos bailan. Entonces decidí jugar mi última carta de contenido psicológico. Fui al vestuario de los jueces a ver a Wright. Cuando me vio enseguida vino a saludarme. Y allí le dije: “Señor Wright, le deseo lo mejor, simplemente le digo que hoy las cosas son muy diferentes al pasado, ahora la televisión no deja pasar detalle, no perdona, aquí en Cali todos saben que usted va a echar al dos y al cinco de Peñarol, todo Cali dice que lo va expulsar para asegurar la victoria del América. Acto seguido me fui. Trasante y Perdomo se cansaron de pegar patadas y no los echó. Caímos 2 a 0 pero mantuvimos la base del equipo intacta para la revancha”, reveló Damiani en su biografía.

En la revancha, el Centenario explotaba de gente. A los 19 minutos Roberto Cabañas le pegó un golpe directo al mentón a Peñarol al poner en ventaja a los rojos. Así se fueron al descanso. A los 68 minutos, Diego Aguirre puso el 1-1 con un cabezazo. Y faltando tres para el final Jorge Villar anotó de tiro libre. “Nos íbamos a Santiago”, rememoró el Contador.

La finalísima fue dramática. Partido cerrado. Los 90 minutos terminaron sin goles. Fueron al alargue. Peñarol sabía que debía ganar porque el reglamento marcaba que, si luego del tiempo suplementaria persistía el empate, era campeón el que poseía mejor saldo y América aventajaba a los carboneros por un gol.

El tiempo se consumía. A falta de sesenta segundos para que todo terminara, la pelota cruzó frente al arco colombiano sin que el Zurdo Viera la pudiera empujar. Era la última. Los suplentes del América tiraban pelotas a la cancha. El golero Julio César Falcioni hacía tiempo y provocaba al grado tal que Diego Aguirre pretendió pegarle una trompada. Los hinchas de América festejaban y empezaron a contar los segundos 10, 9, 8, 7… hasta que Diego Aguirre se metió entre dos zagueros y le pegó a la pelota con el alma para decretar el milagro de Peñarol.

El emocionante relato de Carlos Muñoz refleja lo que se vivió. Un relato que al día de hoy emociona a los aurinegros.

“Que increíble que somos los uruguayos, por Dios, que increíbles. Tengo ganas de gritar y no puedo, tengo ganas de saltar y no puedo, tengo ganas de llorar y no me salen las lágrimas porque así somos los uruguayos, porque así somos nosotros, porque así somos los charrúas, porque hasta el último instante la buscamos, la luchamos. Como en el 62, como en el 66, como en el 82, ganamos los uruguayos porque somos así, porque metemos hasta el último momento, porque no nos entregamos nunca, porque luchamos contra la adversidad, porque cuando más difícil es, más nos gusta”.