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El origen "ecuatoriano" de Fluminense, el finalista de la CONMEBOL Libertadores

En la previa a la final de la Libertadores, revisamos los rasgos de identidad del Flu desde su fundación a comienzos del siglo XX. @FluminenseFC

Emmanuel George Cox nació en 1850 en Guayaquil, una de las ciudades más importantes de la recién nacida República de Ecuador. Su padre era el vicecónsul del Reino Unido, quien fue trasladado poco después a Rio de Janeiro. Allí, Cox, un entusiasta de los deportes, participó de la fundación del Paysandu Cricket Club y del Rio Cricket & Athletic Association. En 1880 tuvo un hijo junto a Río Minervina Dutra al que llamaron Oscar, hoy reconocido como uno de los padres del fútbol carioca.

En su juventud, Oscar Cox fue enviado desde la cálida Río de Janeiro a la gélida Lausana, en Suiza, para estudiar Humanidades. En Europa, conoció el deporte que los británicos le regalaron al mundo y comenzó a jugar con la idea de fundar un club. En 1901, tras otro viaje por Londres, regresó a Brasil con pelotas profesionales y la última moda reglamentaria: el área grande. Un año después, se reunió con varios amigos en una mansión cerca de Laranjeiras, un barrio aristócrata carioca. Allí fue el artífice de la fundación del Fluminense Football Club. La formación académica clásica de los protagonistas les permitió bautizarlo a partir de un vocablo latín: Flumen, río.

La figura de Cox es central para entender la particular cultura de Fluminense FC y su rol histórico como decano en el fútbol carioca. El anglo-brasileño no solo introdujo el fútbol en Río de Janeiro, además, le dio vida a un club social y cultural que expresaba los intereses de una generación de jóvenes, hijos de aristócratas, pero con motivaciones liberales y nacionalistas propias. Mientras otros clubes de la época se formaban exclusivamente alrededor de extranjeros, de la aristocracia agraria o la burocracia imperial, entonces hegemónicas, Fluminense fue lugar de reunión para industriales, escritores, historiadores y profesionales pioneros: el inicio de una burguesía carioca.

Fluminense FC se jacta de ser el primero en muchas cosas. No sólo de ser el club pionero en Río de Janeiro, también de ser el primer equipo brasileño en tener un entrenador extranjero. En 1911 contrataron al inglés Charles Williams, que había sido DT de Dinamarca, subcampeón en los Juegos Olímpicos de 1908. O de haber creado, antes que cualquiera en Brasil, un batallón que reclutó más de 83 reservistas para combatir en Europa en la Primera Guerra Mundial.

El club fijó sede en el aristocrático barrio de Laranjeiras y se transformó, pronto, en otra institución prestigiosa de la ciudad que, entonces, era la capital del Brasil. En un par de décadas Fluminense FC llegó a tener miles de socios que colmaban sus instalaciones para practicar todo tipo de deportes. De hecho, su primer triunfo deportivo, que se dio 3 semanas después de su fundación, no fue en el fútbol sino en una competencia de atletismo en honor a la coronación del rey británico Eduardo VII, que organizó el Rio Cricket, un club de la colectividad británica. Ese primer campeón del Flu fue el argentino Víctor Etchegaray, otro de sus socios fundadores, que se impuso en una prueba de 100 yardas.

Fluminense, asociación civil y decano del fútbol carioca. Como lo dice su nombre, Fluminense FC es, sobre todo, un club de fútbol. Desde 1926 es, además, una sociedad civil deportiva y cultural. Se trata de un tipo de organización democrático y solidaria, habitual en el fútbol argentino, pero en vías de extinción en el privatizado Brasileirao. Fluminense es, de hecho, otro hito primerizo aquí, la primera asociación fundada en Río con el explícito motivo de jugar al fútbol. Por eso, se consideran decanos en la materia.

Víctor Etchegaray, el atleta que ganó el primer título de Fluminense, también jugaba a la pelota. Fue zaguero en el primer partido del Flu, en octubre de 1902, en cancha del vecino Paysandú. Allí vencieron 8-0 a Río FC. Emile, su hermano, un puntero mucho más recordado por sus goles, también jugó ese día. Ambos fueron parte del histórico tetracampeón carioca entre 1906 a 1909.

Ese gran equipo se hizo famoso por su juego, sus triunfos y, en especial, por su cancha. El coqueto Estadio de Laranjeiras se construyó en 1904 en un solar junto al Palacio Guanabara, una de las mansiones de la familia real de Brasil en el siglo XIX, donde hoy reside el gobierno de Río de Janeiro. Allí, en 1914, la selección de Brasil, con muchos futbolistas del Flu, jugó su primer partido. Fue victoria 2-0 ante algunos profesionales de Exeter City inglés que estaban de visita. También ahí, Brasil ganó su primer título: la Copa América de 1919. Para entonces, el estadio ya era el primero en América Latina en ser completamente de cemento y tenía capacidad para unas 25 mil personas.

En esos primeros años, Fluminense era conocido, también, por esa particular camiseta tricolor que todavía usa. La indumentaria que vistió en sus primeros partidos, en cambio, era mucho más simple: mitad gris y mitad blanca. En 1904, durante un frustrante viaje por Inglaterra buscando nuevas camisetas con ese aburrido diseño, Oscar Cox envió una carta con la propuesta, de inmediato aceptada, de adoptar el verde, rojo y blanca actual. El vínculo con Europa está en todos lados en los orígenes del Flu. También en su escudo, que sigue el modelo suizo y la tipografía gótica para entrelazar sus siglas, todos elementos de moda en los Alpes cuando Oscar Cox pasó ahí sus años de estudio.

En esos inicios, en ese acomodado barrio de Laranjeiras, Fluminense FC era parte de la aristocracia blanca carioca y, por supuesto, era otro engranaje de un sistema de racismo que excluía a los negros de muchas actividades sociales. Uno de los apodos del Flu, “pó de arroz”, se origina en esos años de vergonzosa exclusión dentro del fútbol brasileño. Es una historia que merece ser más conocida así que la contamos en detalle en este artículo.

Fluminense, y todo el fútbol brasileño, recién empezará a desprenderse de esa sombra racista en los años 20, cuando las clases populares ejercieron su derecho a ser felices jugando a la pelota. La masificación del fútbol en el país comenzó a derribar las barreras artificiales que las élites, que lo consideraban su exclusivo juguete, habían instalado.

El ídolo de Flu en esos años se llamó João Coelho Netto pero le decían Preguinho. Es el autor del primer gol de Brasil en Mundiales y en Flu, donde luego fue directivo, recuerdan que cuando llegó el profesionalismo, en 1933, decidió seguir jugando pero sin recibir dinero. En esas primeras décadas, Fluminense sentó las bases de su dominio en el fútbol carioca. Hasta comienzos del siglo XXI, cuando Flamengo finalmente lo superó, Flu fue el más ganador en la ciudad. Ahora, vigente campeón, suma 33 títulos frente a los 37 del Fla.

A nivel nacional, en cambio, Fluminense nunca ha logrado ser muy dominante. Apenas fue campeón de la Copa de Brasil de 2007 y el Brasileirao sólo lo ganó en 4 oportunidades, la última en 2012. Aún peor es su registro internacional. Esa vitrina sigue vacía. Sus únicas finales, en 2008 de Libertadores y en 2009 de Sudamericana, las perdió, de local, ante Liga de Quito. Un cruel recuerdo de aquel origen ecuatoriano. Otra vez en el Maracaná, esta vez ante Boca Juniors, será el tercer intento de lograr la CONMEBOL Libertadores para el club social y cultural que fundaron Oscar Cox y sus pudientes amigos de alcanzar la gloria que los esquiva. Como el refrán, confían en que la tercera sea la vencida.