No fue en Avellaneda ni en el Maracaná. Fue en San Pablo, un miércoles 4 de noviembre de 1992, cuando Racing -en ruinas, endeudado, avergonzado en el torneo local- se rebeló contra todo, jugó un segundo tiempo memorable y empató 3 a 3 con Flamengo por las semifinales de la Supercopa Sudamericana 1992.
Aquel primer partido oficial entre el Mengao y la Academia tuvo una lluvia de goles en la segunda mitad, cuatro expulsados, dos penales, goles exquisitos y una épica sin presupuesto.
Esa noche, en el mediocampo del estadio Pacaembú, corría para un lado y otro Gustavo Costas, quien ahora también anda de acá para allá, aunque del otro lado de la línea de cal, dirigiendo a Racing rumbo a otra cita en semis con el Fla, esta vez en la Copa Libertadores 2025, que se puede ver en vivo por el Plan Premium Disney+ (solo para Sudamérica).
Costas -siempre Costas- es el nexo entre los dos mundos y testigo de las dos eras. Ese 4 de noviembre de 1992 tenía 29 años, marcaba y gritaba en el mediocampo albiceleste. Treinta y tres años después, a sus 62, Costas sigue ahí, infaltable.
El pibe que fue mascota del Racing de 1966, después transpiró la camiseta hasta convertirse en ídolo y volvió en modo técnico para llevar a la Acadé hacia otra gran ilusión continental.
La Supercopa, el salvavidas de Racing en 1992
La Supercopa Sudamericana fue, en 1992, un salvavidas para Racing, que pasaba una crisis inocultable en todos los frentes: deportivo, institucional, económico.
De hecho, había polémicas y dardos cruzados entre el presidente, Juan De Stéfano, con el entrenador, Humbertito Grondona, y chisporroteos entre el técnico y sus dirigidos. Los jugadores no se quedaban atrás: hacían declaraciones contra los planteos del entrenador, sacaban a relucir los incumplimientos dirigenciales y hasta encabezaron una rebelión interna por la cual casi abandonan la concentración en la revancha contra el Mengao.
La derrota 3 a 0 en casa, frente a River, por el torneo local, encendió todas las alarmas pocos días antes del partido con el Fla. Después de ese cachetazo de los Millonarios, Racing quedó 19º sobre 20 equipos las posiciones del Torneo Apertura de Primera y sufrió la cuarta caída consecutiva en el Cilindro de Avellaneda, después de los tropiezos previos frente a Deportivo Español, Belgrano de Córdoba y Huracán.
“Entiendo perfectamente a la gente. ¿Cómo no va a estar enojada si perdemos todos los días? Por eso instultan. La campaña actual es desastrosa, pésima”, declaró De Stéfano a El Gráfico antes del viaje a San Pablo.
Para el partido de vuelta contra Flamengo, en Avellaneda, ocurrió una situación casi inverosímil. “Muchachos, no concentrar por lo que nos deben está bien, pero no podemos ser b... Si le ganamos a Flamengo, estamos en la final de la Supercopa y a un paso de salvar el año y de ganar mucha guita. Elijamos un hotel y concentrémonos el martes a la noche, no le demos ventajas a nadie...”, dijo, según El Gráfico, uno de los líderes de la rebelión del plantel de Racing -Paz, Claudio García, Matosas, Borelli- cuando habían tomado la decisión de abandonar la concentración.
Después de aquella arenga, el consenso fue buscar un hotel más barato y hacer una “vaquita” para bancar los gastos. Cada uno de los mayores puso 100 dólares para solventar el alojamiento. Exceptuaron de esa erogación a los juveniles Allegue, Pacheco y Claudio “Piojo” López y hablaron con el chofer del micro que habitualmente los llevaba a entrenar. “No les cobro, muchachos, a mí me deben 15 partidos, me hago solidario con ustedes”, respondió el hombre.
En esa revancha, con gol de Alfredo Graciani, Racing se impuso 1 a 0 en Avellaneda y sacó pasaje a la final del torneo continental.
Sin embargo, el envión no alcanzaría para alzar el trofeo. La derrota 4 a 0 en el partido de ida contra Cruzeiro, en Belo Horizonte, dejó a la Academia contra las cuerdas. El triunfo 1 a 0 en Avellaneda, con gol de penal del “Turco” García, sirvió de poco frente al mismo rival al que los argentinos le habían ganado la final de la Supercopa 1988.
La épica de Racing contra Flamengo en San Pablo
En aquel primer cruce oficial, la Academia mereció más que un empate 3 a 3 frente a Flamengo. Pintaba para hazaña, pero igualmente fue una actuación con mucha épica.
Después de irse en desventaja 0-1 al entretiempo, Racing salió a jugar la segunda mitad con orgullo, despliegue e inteligencia, mordiendo en un mediocampo compuesto por Matosas, el infaltable Costas, Cabrol y Paz. La renovada actitud se transformó pronto en el empate. Rodeado, Claudio “el Turco” García, salvó una pelota sobre la línea de fondo, tiró un centro y Alfredo Graciani la cabececó en el primer palo para inflar la red a los 14 minutos de la segunda etapa.
Poco después de ponerse 1-1, la Academia sacó pecho. Se asociaron Alfredo Graciani y Rubén Paz con una serie de paredes exquisitas, y el uruguayo tiró una diagonal hacia la derecha, por donde llegaba García: “el Turco” tuvo tiempo de encarar, eludir por la derecha al arquero Gilmar, que salió a achicar, y poner un 2 a 1 que pintaba a proeza.
Si bien Rogerio empató al aprovechar de un rebote de Roa, después de un cabezazo, el equipo de Humbertito Grondona no se quedó atrás y siguió buscando la victoria.
Con dos expulsados por cada lado (Rogerio y Luis Antonio, por los brasileños; Reinoso y Vallejos, por los argentinos), los espacios fueron mayores. Por eso, Distéfano armó una réplica en su propio campo, llegó a zona de peligro y le hizo un caño a Junior Bahiano, quien lo tomó de la camiseta y le cometió penal.
Matosas, con un derechazo fortísimo al medio del arco, puso el 3 a 2. En la noche paulista, la Academia acababa de anotar su tercer tanto en apenas 26 minutos. Una locura para un equipo que venía con el ánimo por el piso y penúltimo en el torneo local.
En tiempo de descuento, Paulo Nunes buscó una pelota por derecha y todo Racing reclamó fuera de juego. El delantero del Mengao continuó su camino y Roa, el arquero albiceleste, atinó a detenerlo con falta dentro del área. Djalma Dias puso el 3 a 3 que a Racing le dolió en el alma, porque ya saboreaba la victoria.
¿Por qué Racing y Flamengo no jugaron en el Maracaná?
¿Cómo fue que el primer partido oficial entre Flamengo y Racing se jugó en el mítico Pacaembú? ¿Por qué debieron mudarse a San Pablo y no jugaron, como indica la lógica, en Río de Janeiro?
En esa Supercopa 1992, el Fla arrancó como local en el pequeño estadio Moça Bonita, del club Bangú, a unos 50 kilómetros de Río. Un escenario bastante precario, con un campo de juego en mal estado, iluminación deficiente y tribunas pequeñas. Allí eliminó a Gremio y Estudiantes de La Plata, pero la Confederación Sudamericana le negó el permiso para seguir ejerciendo allí la localía.
Con el legendario Maracaná cerrado por refacciones, el Mengao consultó a Vasco da Gama, pero el club se negó a cederle el estadio São Januário por las tensiones históricas entre ambas instituciones.
Sin otra alternativa, Flamengo debió armar las valijas y mudarse momentáneamente a San Pablo, a 445 kilómetros de casa.
Un aniversario y una esperanza para Racing en la Libertadores 2025
Aquel 3 a 3 que abrió el historial oficial entre Racing y Flamengo se disputó un miércoles 4 de noviembre de 1992. Como si fuese una pirueta del destino, fue exactamente el día del 25º aniversario del partido que la Academia le ganó al Celtic de Glasgow en el estadio Centenario de Montevideo, con un golazo de “el Chango” Cárdenas que transformó al club de Avellaneda en el primer equipo argentino en alzar la Intercontinental.
A 33 años de aquel partidazo contra el Mengao en semifinales de la Supercopa, Racing sueña con completar un círculo y llegar a lo más alto del continente.
Para ello, primero deberá atravesar el puente que significan otras semis frente a Flamengo, el equipo contra el cual Gustavo Costas vivió aquel partido épico, cargado de goles y adrenalina, en 1992.
