PHOENIX -- México arriba esta tarde a Phoenix. Aún con algunas cenizas de incertidumbre, el Ave Fénix tricolor arriba a Phoenix. Un simbolismo de fe.
4-0 sobre Honduras y el entorno del Tri, en esos escenarios inevitables de exitismos y triunfalismos arrullados por el futbol, se ha trastocado. Un día hay voto silencioso de odio, y al otro día el voto festivo y exhilarante de amor eterno.
Tras el abandono de la afición en Las Vegas vino el reencuentro tricolor en Houston, y los boletos están agotados para la jornada de este jueves en el State Farm Stadium de Glendale con la doble cartelera de Qatar contra Honduras y Haití frente a México.
Jaime Lozano y su “troupe” decidieron permanecer en Houston y llegarán a una zona de exquisitez financiera en Phoenix, al alojarse en el Biltmore, en lugar de su habitual cobijo en el Renaissance a unos pasos del estadio, en momentos en que la ciudad vive una contingencia ambiental, por la calidad del aire, y colorada y coloreada con temperaturas cercanas a los 110 grados Fahrenheit.
RENACIDOS…
Vencer a Honduras es distinto de convencer ante Honduras. Jaime Lozano lo sabe. Dejó la advertencia en la conferencia de prensa posterior a ese juego. Sí lleno de elogios al nivel, la personalidad y calidad de los jugadores, pero hizo énfasis en “hay cosas aún en qué trabajar y mejorar”.
Sabe que ese “momento mágico”, que él así describió ante Honduras, aún requiere de nuevos exámenes en esta Copa Oro. Hábil con la palabra, empático con las urgencias de cambio y revancha del futbolista, ha podido modificar dramáticamente el hábitat del Tri, que llegó a intoxicarse con un Diego Cocca que intentó una revolución drástica, y terminó donde terminan siempre los redentores en medio de una turba descreída: crucificado.
Astuto, diplomático, respetuoso, Lozano no ha pisado las huellas de su antecesor, ni mancillado la lápida de su despido, ni pública ni íntimamente. Acaso la más severa de las críticas no fue hacia Cocca, sino a la perversidad oculta detrás de su nominación.
En síntesis, Lozano levantó la voz y la antorcha apagada del “masiosare”, no sólo como un acto de redención propia, sino también de sus compañeros de oficio y paisanos. “México y los mexicanos, para un técnico mexicano”. Aunque abrió una rendija: “O que conozcan y se identifiquen con el mexicano”.
Detallando aspectos físicos, profundizando en consistencias emocionales, Jaime Lozano estará aprovechando estos pocos días antes de confrontar a la insurgente Haití, que sometió al invitado de honor, Qatar y sus despliegues publicitarios en la Copa Oro, para consolidar la forma de juego, esa, la única que gremialmente conviene al Tri.
Pero, también, ha quedado claro, atiende la urgencia de que el futbolista mantenga el compromiso mostrado ante Honduras, y que no Honduras, por la tradición de rivalidad, se convierte en el principio y el fin.
Por eso, ha llevado, de la conferencia de prensa a la intimidad, el mensaje de paciencia y prudencia. “Ahora no pienso ni en el 16 de julio (Final Copa Oro), ni en el Mundial 2026… ahora sólo pienso en Haití”, dijo Lozano.
Más allá del milagro ocurrido en Houston, donde fue evidente que “los ciegos vieron, los mudos hablaron, los sordos oyeron y los muertos fueron resucitados”, Jaime Lozano combate un imprudente exceso de confianza ante la amenaza latente de un contagio de triunfalismo desde el exterior.
Para Jimmy, el credo del “no hemos ganado nada, porque queremos ganarlo todo”, debe convertirse en el sostén emocional de esta Selección Mexicana que ya leyó la capacidad de su afición para ponerle puntos suspensivos a esa relación desaforada en los estadios.
Por todo eso, con algunos vestigios de las cenizas de la incertidumbre es que llega el Ave Fénix tricolor a Phoenix, en lo que es todo un simbolismo de fe.