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Riquelme, a 20 años de su fichaje con el Barcelona que terminó en fracaso

BARCELONA -- Juan Román Riquelme es considerado el mejor futbolista en la historia de Boca Juniors. Digno heredero de Maradona y surgido como Diego de las inferiores de Argentinos Juniors, entre 1996 y 2002 se consolidó como el líder indiscutible de un Boca que reinó en América y en el mundo, derrotando en una inolvidable Copa Intercontinental al Real Madrid de los Galácticos.

Su juego de alta escuela le puso en el escaparate del futbol europeo y el Barcelona, doce meses después de haber incorporado a Javier Saviola, lo fichó presentándolo como el jugador que respondería al efecto Zidane. Un fichaje estrella, indiscutible y llamado a liderar una nueva era dorada en el Barcelona. Nada salió como se esperaba...

El caso de Riquelme, sin tener mucho que ver, podría compararse con la actual situación de Frenkie de Jong, fichado por el Barça con todos los honores y que después de tres temporadas en el Camp Nou contempla cómo su figura ha pasado de indiscutible a totalmente prescindible. Futbolistas llamados a marcar una época; futbolistas marcados...

Fichado por 13 millones de dólares y con un contrato de cinco temporadas por delante, Riquelme fue presentado un 8 de julio de 2002 por el Barça y trece meses después, el 28 de agosto de 2003, se marchó del Camp Nou por la puerta de atrás, cedido al Villarreal y con el regusto amargo de una temporada frustrante, olvidado por la hinchada y despreciado por el recién proclamado presidente Joan Laporta, quien ya le había arrebatado el '10' para dárselo a Ronaldinho.

Apenas nadie guarda en el recuerdo al Riquelme barcelonista, quien como bienvenida tuvo una conversación con Louis van Gaal en la que el entonces técnico azulgrana convirtió su ilusión en ansiedad.

"Usted es el mejor jugador del mundo cuando tiene la pelota pero cuando no la tiene jugamos con uno menos en el campo”, le soltó Van Gaal en un despacho, advirtiéndole que él no había solicitado su fichaje, que habría preferido al Kily González y avisándole que no contaba con él.

Aquella conversación, que el ex futbolista descubrió con el paso de los años en un programa de televisión, le marcó desde el primer momento. Acostumbrado a ser el jugador franquicia de su equipo, tanto en Boca como en la selección argentina, Riquelme se vio encorsetado en el rígido sistema de un Van Gaal que le coartó tanto como había hecho antes con Rivaldo y que acabó provocando que la brillantez esperada por los aficionados del Barça desembocara pronto en decepción.

Escorado a la banda izquierda y sin ninguna libertad de acción, en su debut oficial, previa de Champions frente al Legia polaco, ya se vio desplazado al banquillo y de nada le sirvió reivindicarse con un golazo. Hasta el 26 de enero de 2003, fecha en que fue despedido el entrenador holandés, el crack argentino solo jugó 20 de los 30 partidos oficiales del Barça. Y únicamente fue titular en la mitad, anotando cuatro goles y llegándose a ver fuera de las convocatorias hasta en cinco ocasiones.

En plena tormenta deportiva e institucional, la figura de Riquelme perdió todo el ascendente entre los aficionados, y la llegada de Radomir Antic al banquillo en la segunda mitad de la temporada no mejoró, en absoluto, su situación. De los 24 partidos que dirigió el serbio al Barça hasta final de curso, Riquelme tomó parte en 22... Pero solamente 10 como titular, marcando apenas dos goles y despidiéndose, tristemente, como suplente, sin un minuto de juego, en la última jornada de Liga frente al Celta Vigo.

Para entonces, con Laporta ya en la presidencia (había ganado las elecciones una semana antes), el futuro de Topo Gigio se aventuraba fuera del club, lo que se confirmó cuando alentado por el secretario técnico Txiki Begiristain el nuevo entrenador Frank Rijkaard le descartó entre los extracomunitarios, optando por esas plazas por el turco Rustu Recber, el mexicano Rafa Márquez, el brasileño Ronaldinho y su compatriota Javier Saviola.

Al comenzar la pretemporada, el entonces considerado mejor futbolista de Argentina tenía que entrenar al margen de la plantilla del Barça junto a Dani García Lara, Alfonso Pérez y Roberto Bonano, descartados como él y esperando una solución que en su caso llegó el 28 de agosto, cuando el club azulgrana acordó su cesión por dos temporadas al Villarreal.

En el Submarino Amarillo, que le ficharía definitivamente por 8.2 millones de dólares en 2005, Riquelme recuperó la ilusión y brillantez perdida en el Camp Nou... Pero siempre quedó en la retina el fracaso mayúsculo que significó su paso por un Barça al que llegó como figura indiscutible y en el que nunca se adaptó, sentenciado prácticamente desde el primer día por un entrenador que le señaló sin miramientos y que provocó su hundimiento.