BARCELONA -- Robert Lewandowski llegó a Miami y la euforia se desató alrededor de un Barcelona en el que no se recordaba un impacto de tal consideración desde el fichaje de Ronaldinho.
El delantero polaco provoca, antes todavía de estrenarse con la camiseta azulgrana, la misma ilusión que hace 19 años motivó, un 19 de julio de 2003, la presentación del Gaucho, aterrizado en el Camp Nou como enganche para resucitar a un club tan necesitado como se adivina ahora.
Ronaldinho fue aquel verano la vitamina de optimismo que precisaba un Barça que navegaba entre tinieblas, alejado de los grandes tras acumular cuatro temporadas sin un triste título y a quien Joan Laporta (con la colaboración estelar de su entonces vicepresidente Sandro Rosell) presentó como la estrella mediática sobre la que debía reconstruirse el club.
Las similitudes con Lewandowski son evidentes. Por más que el brasileño llegase con solo 23 años y el polaco lo haga un mes antes de cumplir los 34, el Barcelona entendía ahora la misma necesidad imperiosa de regalar a sus aficionados el fichaje de un futbolista con indiscutible impacto mediático, con una probada efectividad futbolística y capaz de provocar entre la hinchada una prácticamente unánime (en este club nada es absoluto) aprobación.
En los últimos 19 años el Barça ha fichado futbolistas indiscutibles, cracks soberbios entre quienes puede citarse desde Eto'o hasta De Jong, pasando por Henry, Ibrahimovic, Neymar o Luis Suárez... Pero todos ellos, a excepción del camerunés, aterrizaron en un club en el que la estrella empezaba a ser, o ya era de manera innegociable, Leo Messi, el verdadero totem del club. Y, también, llegaron en un momento que nada tiene que ver con la actualidad.
Entre 2004 y 2019 el Barcelona celebró 34 trofeos (con una única temporada, 2007-08, sin títulos) y desde 2019 hasta hoy apenas ha sido capaz de conquistar la Copa del Rey en 2021, durante un trienio en el que la escasez de éxitos le ha alejado de la aristocracia del futbol continental e incluso estatal.
La inesperada salida intempestiva de Messi hace ahora un año sumió al club en una depresión social y deportiva que precisaba un golpe de efecto incontestable y el fichaje de Lewandowski, máximo realizador de Europa en las dos últimas temporadas y cuyo rendimiento en el Bayern Munich (344 goles en 375 partidos durante ocho temporadas) ha sido soberbio, se adivina como el golpe de efecto necesario, y urgente, que precisaba el Barça.
Su carácter ganador no tiene nada que envidiar al de Ronaldinho. Su ascendente entre los aficionados se considera que tampoco y el rearme moral que, de entrada, ha logrado el club azulgrana con su incorporación está fuera de toda duda. Cumplirá 34 años, sí, pero echando una rápida ojeada a los cracks del fútbol actual se contempla el rendimiento de Benzema sin ir más lejos, o el que tenía Cristiano Ronaldo a su edad.
Tal es así que en el Camp Nou se darían con un canto en los dientes si Lewandowski regala dos-tres temporadas al máximo nivel. De hecho ese fue el tiempo que duró, no mucho más, la magia de Ronaldinho. Y fue suficiente para reconvertir al Barça en un club de referencia.