Xavi Hernández era la mejor y prácticamente única opción para tomar el mando del FC Barcelona tras el desastre que dejó Ronald Koeman; sin embargo, al legendario exfutbolista y todavía novato entrenador —al menos en grandes ligas— se le acabará el crédito si al final de la temporada no llegan los títulos.
Tomó a un equipo en ruinas, alejado de la esencia, valores y filosofía que caracterizan al club, y aunque desde su llegada existe un empeño en retomar esa mística extraviada, la realidad es que no lo ha logrado y hasta el momento son más los sinsabores que las alegrías.
El principal problema del Barça es la inconsistencia, los marcados altibajos que demuestra no se diga entre un partido y otro, si no durante 90 minutos, pues no termina por ofrecer una presentación redonda.
Por inversión y refuerzos Xavi no tiene queja, pues le han armado a un equipo que cuenta con futbolistas de primera línea en prácticamente todas las posiciones, y ya con un año y dos meses en el cargo, no ha sido capaz de echar a andar la máquina para que demuestre todo su potencial.
Cabe recordar que en el tiempo mencionado el club ha padecido dos ridículos históricos al quedar fuera de la Champions League en Fase de Grupos, y la temporada pasada incluso fue eliminado a las primeras de cambio también en la Europa League.
En la presente competencia le queda LaLiga, en la que cercano a llegar a la primera vuelta está empatado en puntos con el Real Madrid; además del consuelo otra vez de la Europa League, con el peligroso Manchester United en puerta; y finalmente la Copa del Rey, en la que ayer casi firma un papelón ante el modesto Intercity.
A Xavi no hay que explicarle sus obligaciones al ser la cabeza del Barça, las tiene muy claras: jugar bien y ganar títulos, no hay más.
El equipo sigue en reconstrucción, ciertamente, pero ya no se puede permitir más tropiezos indignos, pues el técnico tiene la materia prima para dejar en el olvido de una vez por todas la medianía.
Una última: directiva, afición y el propio Xavi no deben seguir alimentando la idea de que Robert Lewandowski va a ejercer de Messi partido a partido, pues han depositado una responsabilidad mayúscula en el polaco, quien es un gran goleador, pero en lo absoluto la medicina para los males del equipo.
Xavi está a unos meses de reafirmar que su Barça puede jugar bien y ganar, o de lo contrario se cantará un nuevo fracaso de una institución que ha cometido error tras error y que no encuentra el camino para salir de la crisis.