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Ronaldinho, la sonrisa eterna que renació al Barcelona

BARCELONA -- Sandro Rosell abandonó la presidencia del Barcelona por la puerta de atrás. Señalado por sus malas prácticas en el fichaje de Neymar y puesto en duda por, entre otras cosas, ligar el club a Qatar sin atender a otras propuestas de patrocinio, a Rosell, sin embargo, habrá que hacerle justicia por otro capítulo, tan anterior como fundamental, en la historia del Barça: el fichaje de Ronaldinho .

El brasileño cumple 37 años apartado ya de los terrenos de juego y convertido en embajador del club azulgrana tras el acuerdo al que llegó con el presidente Bartomeu. Cerrando un ciclo que se inició en el verano de 2003, cuando fichó procedente del Paris Saint-Germain para devolverle la sonrisa a un Camp Nou hundido en la miseria.

Con 207 partidos oficiales a sus espaldas como azulgrana y ganador de cinco títulos en cinco temporadas, el ascendente de Ronaldinho en el Barça excede de simples datos estadísticos porque la suya fue, y así se recuerda, una verdadera historia de amor tan inesperada como inolvidable, que nació casi de casualidad (o no) y que acabó con una melancolía que algunos aún no han superado.

El brasileño se coló en la recta final de la campaña electoral a la presidencia del club en 2003, cuando Laporta y Rosell eran compañeros de viaje, y con todos los ojos puestos en David Beckham , presentado por Laporta como su gancho, Rosell se trabajó en silencio el fichaje de Ronaldinho, seducido también por un Florentino Pérez que le pidió un año de margen antes de llevarle al Bernabéu desde París.

El presidente del Real Madrid presentó como una gran victoria el fichaje de Beckham… Pero Rosell y Laporta sonrieron convencidos de haberse llevado el premio gordo con Ronnie. Y el acierto fue absoluto.

Hoy la marca de Ronaldinho permanece en cualquiera que le viera jugar, en su alegría con el balón, sus filigranas y sus éxitos. Pero, también, en haber logrado un hecho insospechado: fue él quien acabó con la mística de los Galácticos y provocó que la admiración que despertaba aquel Madrid en toda España fuera mutando hacia el azulgrana.

Ronaldinho era mágico y próximo a la vez. Su saludo surfero y su sonrisa franca se ganaron a todo un barcelonismo necesitado de recuperar la fe en los suyos y él fue quien lideró la resurrección a todos los niveles en un club que comenzó a partir de su llegada una era dorada que aún permanece.

Dos Ligas, una Champions y dos Supercopas de España fue el botín conquistado por un Barça que antes de su llegada enlazó cuatro temporadas sin ganar un triste título, algo hoy inverosímil, y que llegó a sufrir lo indecible por entrar en la máxima competición continental.

Hoy, nueve años después de su marcha y con el club instalado en lo más alto, la figura de Ronaldinho Gaucho traslada el recuerdo a lo que fue un nuevo comienzo al que el barcelonismo permanece agradecido.

Sus fiestas, su desordenada vida personal (que existió) y su declive en los dos últimos cursos de azulgrana quedan sobradamente superados por el renacer que provocó en el Camp Nou.

Y es que la huella de Ronaldinho se mantiene iluminada en Barcelona.