BARCELONA -- Lionel Messi y Luis Enrique se despidieron con un abrazo tras la conquista de la Copa del Rey en el mes de mayo de 2017 y dando a entender una buena relación, que lo fue... A su manera. Lo fue porque dos años y cinco meses antes, en enero de 2015, los cimientos del Camp Nou se estremecieron con una crisis que estuvo a un paso de hacerlo saltar todo por los aires.
Este jueves se cumplieron tres años de la última suplencia ‘no deseada’ de Messi con la playera del Barcelona, una circunstancia que dio paso a una guerra sin cuartel entre el crack argentino y el entrenador asturiano, que se llevó por delante al director deportivo, Andoni Zubizarreta, y estuvo muy cerca de provocar también el despido de Luis Enrique.
La historia comenzó el 2 de enero, fecha en la que llegaron a Barcelona Messi, Neymar y Dani Alves de sus vacaciones navideñas en Argentina y Brasil, con permiso especial del entrenador para incorporarse dos días después que el resto de la plantilla. El día 4 el Barça jugaba en Anoeta ante la Real Sociedad y aunque alrededor del vestuario se comenzó a especular con la opción que alguno de ellos fuera suplente por ‘descanso’, la bomba estalló al comprobar, en San Sebastián, que los tres comenzaron el partido en el banquillo.
El Barça cayó víctima de un autogol de Jordi Alba apenas comenzar el duelo, Messi y Neymar entraron en la segunda mitad, con un semblante no precisamente animoso... Y lo que en principio pareció ser una derrota dura y un posible comienzo de año poco feliz desembocó en un enfrentamiento mayúsculo entre crack y entrenador.
Al día siguiente, 5 de enero, el Barcelona celebraba el tradicional entrenamiento de puertas abiertas en el Miniestadi, y la ausencia de Messi dejó al descubierto la realidad. En el mismo vestuario de Anoeta Leo mantuvo una agria discusión con el psicólogo de Luis Enrique, Joaquín Valdés, y decidió por su cuenta y riesgo saltarse el entrenamiento.
Aquello sentó fatal al entrenador, quien trasladó al club la idea de imponer una multa al jugador, al tiempo que desde el mismo vestuario del Camp Nou, Xavi Hernández, capitán de la plantilla, intercedía primero ante Luis Enrique y después se trasladaba en persona al encuentro de Leo en su domicilio para apaciguar los ánimos a la vez que desde la junta se negaba cualquier posibilidad de multar a Leo...
Diversas filtraciones, interesadas o no, dieron por hecho que Messi pidió a Bartomeu el despido inmediato de Luis Enrique mientras el técnico defendía su postura sin rebajar el ánimo. “Hay unos mínimos, una reglas comunes que se deben cumplir”, argumentó el asturiano en la sala de prensa, el 7 de enero, en la previa del partido de Copa frente al Elche en el que volvieron los cracks al once, con goles... Y división de opiniones en la grada.
El presidente, tras despedir a Zubizarreta con el tema de la sanción FIFA como principal razón, trató de fichar a un sustituto que aceptase la ‘posibilidad’ de sustituir al entrenador en caso de necesidad urgente. Y ninguno de los contactados atendió tal sugerencia.
En paralelo se conoció que la crisis abierta en el Barça convertía en posible la utópica salida de Messi y ello provocó, también, una sentencia inesperada de Luis Enrique. “Sé que mi posición se ha debilitado en el club”, afirmó el técnico, refiriéndose al despido de su amigo y valedor Zubizarreta y a la figura enfrentada de Leo.
EL FIN
A Messi “le da bronca” que alguien se atreva a poner en duda su compromiso con el club, con el vestuario, con sus compañeros y con todo lo que significa el Barça. Por esa razón volvió en silencio a entrenar el 6 de enero, jugó el partido de Copa ante el Elche y se refugió en su núcleo duro del vestuario (en realidad todos los pesos pesados) para dar un paso al frente. Futbolísticamente hablando.
Ese paso al frente de Leo fue un paso al costado de Luis Enrique. El entrenador se había presentado en el verano de 2014 sorprendiendo con una declaración de intenciones precisa: “Aquí el líder soy yo”, y entendió entonces, a través de diversos mensajes, que el líder no era él...
El 11 de enero llegó el Atlético de Madrid al Camp Nou y el Barça, con un dibujo variado, con una intensidad olvidada, con un fútbol dinámico y el liderazgo firme de Leo Messi al frente de un tridente que tomó al asalto el protagonismo, recuperó la fe.
La guerra entre el crack argentino y Luis Enrique se acabó de un plumazo con el triunfo del futbolista, que entendiendo qué era lo mejor para el club, aceptó sin más reproches la nueva realidad. A partir de entonces la gestión del entrenador fue muy distinta.
Y el Barcelona se encaminó a una segunda mitad de temporada salvaje, que cerró con la conquista del triplete y solamente dos derrotas (una de ellas intrascendente) y dos empates (intrascendente uno también) en los 35 partidos que siguieron a aquella crisis que estalló el 4 de enero en San Sebastián.