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A 25 años del escándalo de Romario en el Barcelona

BARCELONA -- En plena efervescencia del caso Neymar, con el PSG estudiando todos los escenarios posibles para cerrar un asunto al que permanece muy atento el Barcelona y que tiene también pendiente al Real Madrid, coincide en el tiempo un aniversario especialmente recordado en el Camp Nou: los 25 años de un verano en el que Romario pasó de ídolo a señalado.

Brasil, con Romario al frente, conquistó el 17 de julio de 1994 el Mundial en Estados Unidos, venciendo en la final a Italia en una legendaria tanda de penalties que elevó a los jugadores de Parreira, con él al frente, a la categoría de héroes nacionales... Pero quince días después, el 1 de agosto, estaba citado por Johan Cruyff en Barcelona para comenzar la pretemporada con el Barça, el equipo con el que había ganado la Liga el curso anterior convirtiéndose con base en goles magníficos en una estrella a ojos de todo el mundo.

Romario no volvió. Y el mes de agosto comenzó a derrumbar su figura en Barcelona, ciudad que abandonaría a la carrera al cabo de cinco meses, horas después de un humillante 5-0 en el Bernabéu que cerró de mala manera su aventura en azulgrana.

“No llegaré el día uno. Necesito más vacaciones”, proclamó desde Río de Janeiro el ‘Baixinho’ el 27 de julio, en su primer aviso al Barça, donde aquel desafío, mezclado con imágenes de sus fiestas, tomó por sorpresa al club. “Tiene que estar aquí, como todos”, respondió el presidente Núñez. Pero no lo hizo.

“A mi no me preocupa, pero es una falta de respeto a todos sus compañeros... Supongo que algún día aparecerá y entonces se le aplicará el régimen interno”, avisó Cruyff, en su primera declaración pública, el día que comenzaba la pretemporada, el 1 de agosto. Y mientras desde Brasil la entonces esposa de Romario lanzaba una carga de profundidad: “Ya no tiene nada que hacer en Barcelona... Comprará su contrato y fichará por un grande de Brasil. No vamos a volver”.

PULSO
A partir de ahí el jugador mantuvo silencio mientras representantes de su confianza conversaban con distintos clubs brasileños buscando la fórmula de hacer frente a un fichaje valorado en 11 millones de dólares de la época. “Si compra su contrato haremos el negocio del siglo”, respondió, desde Holanda, donde ya estaba la plantilla azulgrana de pretemporada, Johan Cruyff, recordando que un año antes su fichaje le había costado al Barça algo menos de la mitad.

Días después de que el holandés le citara “para cuando quiera” y avisase que “si es necesario entrenará con el filial”, en Brasil, el 16 de agosto, se publicó que Romario volvería a Barcelona para negociar su baja, a lo que Cruyff respondió con un desafío: “Me da igual. Si se quiere ir, todo es cuestión de sentarnos y hablarlo”.

Cinco días después, el 21, se dio cuenta de una reunión entre Romario, sus asesores con Joao Henrique Areias al frente y el presidente del Torino de Italia, Gian Marco Caleri, en el que se dio por hecha una oferta de 6.8 millones de dólares para fichar al jugador como puente a su retorno a Brasil. Pero el 23, ante la negativa del presidente del Barcelona a negociar por esas cantidades, el delantero aterrizó en son de paz en Cataluña.

“Pido perdón. Hablaré con Cruyff y espero cumplir mi contrato”, declaró a su llegada Romario, quien un día después, la misma jornada en que la FIFA anunciaba la imposición de una sanción de 15 meses a Maradona por el positivo en el Mundial de Estados Unidos, comenzó su particular pretemporada, corriendo por la montaña a las 8 de la mañana con el preparador físico Ángel Vilda y jugando a fut-voley en Sitges con sus amigos.

Para entonces sus compañeros empezaban a estar hartos del folletín, sin sospechar que tras la imagen de dureza impuesta por Cruyff, el entrenador holandés estaba decidido a olvidar. Así fue como, por sorpresa, el 31 de agosto, Romario se sumó a los entrenamientos del primer equipo y cuatro días después, con aún más sorpresa, Johan le incluyó en el once inicial que comenzó la Liga, perdiendo 2-1, en Gijón.

Romario, que en la temporada anterior había marcado 32 goles en 47 partidos, anotó los dos primeros en la tercera jornada de Liga ante el Atlético de Madrid pero su rendimiento y su feeling con el barcelonismo se fue diluyendo hasta que el 10 de enero de 1995, tres días después de jugar en el Bernabéu un Clásico que el Barça perdió por 5-0, el ‘Baixinho’, el “jugador de dibujos animados”, se marchó para no volver.

El divorcio, sin embargo, había comenzado mucho antes. Un mes de agosto del que se cumplen ahora 25 años.