BARCELONA -- Ousmane Dembélé cumple este viernes 23 años transitando entre la duda y la decepción. Recuperándose de su enésima lesión que le mantendrá alejado de los campos hasta el mes de agosto, el delantero francés no ha respondido ni de lejos a las expectativas creadas cuando, deprisa y corriendo, le fichó el Barcelona para hacer olvidar a Neymar. Se necesitaba un cromo atractivo y nadie pareció atender a la trastienda de su personalidad.
La urgencia provocó que no se siguiera con Dembélé en 2017 el protocolo que tres años antes centró el fichaje de Ter Stegen, por ejemplo, cuando Andoni Zubizarreta, sin tantas prisas pero con igual urgencia buscaba un heredero para Víctor Valdés y antes de dar su aprobación al portero alemán recabase informes de toda clase, le conociera en persona y descubriera de primera mano todo lo necesario, más allá de si era, que lo era, un excelente portero.
El resultado, nefasto hasta hoy, de Dembélé invita a recordar, sin embargo, el caso de otro delantero francés de primera magnitud cuyo fichaje tuvo apalabrado el Barcelona y que se cayó en el último momento por las malas sensaciones que transmitió fuera del terreno de juego. Se llamaba, se llama, Karim Benzema y en abril de 2008, tres semanas antes de que se anunciara el ascenso de Pep Guardiola al banquillo del primer equipo, tuvo un pie y medio en el Camp Nou.
En un momento convulso, dándose por hecha la salida de Ronaldinho y Deco y buscándose un sustituto para Eto’o, a quien Guardiola también quería fuera del club, el Barça acordó con el Olympique de Lyon el fichaje de su joven estrella de 19 años, que, asociado con el genial Juninho Pernambucano sumaba 30 goles y era visto como un monumental jugador.
Los dos clubes pactaron un precio de 30 millones de euros por su traspaso y el 15 de abril el secretario técnico Txiki Begiristain viajó a Lyon para conocerle en persona. Vio en directo el partido de Copa entre el OL y el Metz, que decidió Benzema, y al día siguiente se citó en su casa para conocerle en la intimidad.
Desde Lyon llamó a Laporta, el presidente, desaconsejando el fichaje. Karim, lejos de mostrar euforia por su fichaje, jugaba a la playstation con un amigo sin apenas atender a un Begiristain incapaz de llamar su atención en una conversación, lo que le llevó a sentenciar que su entorno y vida personal provocarían una adaptación demasiado difícil a Barcelona y al Barça.
El club no se la quiso jugar con Benzema después de conocerle a fondo tal y como sí había hecho ocho años antes fichando de cualquier manera a Petit para tapar, junto a Overmars, la marcha de Luis Figo o como repitió después con Dembélé. Las prisas por sumar un cromo con el que tapar otro casi nunca fueron buenas consejeras y hoy, como en el pasado, el Barça se encuentra con un jugador pagado a precio de oro, y con un salario inasumible para muchos, con el que no sabe qué hacer.