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Cartas desde Barcelona: Bartomeu logró desviar los tiros

BARCELONA -- Josep María Bartomeu aseguró el 18 de agosto que había en el Barcelona "jugadores legendarios que se deben ir con todos los honores" y, al cabo de seis días, una simple llamada de teléfono de Ronald Koeman puso en marcha la segadora. El presidente se parapetó detrás del nuevo entrenador y éste fue el encargado de comunicar las sentencias, se entiende que con el acuerdo de los dirigentes.

Personaje de indiscutible ascendente y leyenda intocable en el Barça, Koeman no tiene ninguna relación con la plantilla actual y actúa con la claridad que anunció en su presentación. No hay tiempo que perder y se puso manos a la obra con celeridad... Mientras quienes sí tuvieron relación con ese vestuario al que mimaron hasta la extenuación ahora se esconden, tratando, y consiguiendo, no ser señalados. No aparecer en un escenario incómodo.

Los honores con Luis Suárez, el máximo representado de los condenados, se limitaron a una conversación, de acuerdo con diversos informes no negados desde el club, que apenas superó un minuto de duración. El tercer máximo goleador de la historia del Barça escuchó de boca del entrenador que no entraba en sus planes y que lo mejor para todos es encontrar una resolución de contrato con la mayor celeridad.

Al uruguayo el club le trata con el mismo desdén y hasta un punto de desprecio que se ha visto/leído/escuchado en los últimos meses en el entorno. No ha existido ni un punto de ese honor que el presidente proclamó. Suárez aún debe estar esperando la llamada. Y lo que esperará...

Once días después del desastre de Lisboa que tenía que llevárselo todo por delante, señalando de manera directa a un presidente y junta directiva a quienes el clamor popular exigían una dimisión inmediata, los tiros ya se han desviado. Ya no hablamos de Bartomeu, ni de las elecciones, ni de la crítica situación económica del club, ni de esa remodelación del Camp Nou que no se sabe cuándo comenzará, ni de ese terreno fantasmal que fue el Minestadi que se convertirá, si no lo ha hecho ya, en la imagen de este Barça.

A todo esto, Messi sigue en silencio. Y ese silencio es el mayor de los temores que rodea al club a todos los niveles. Ni Koeman, se teme, sería capaz de minimizar los efectos de la explosión que provocaría una aparición en escena de Leo para decir que sí, que está harto de todo y de todos y se quiere marchar.

Los tiros, de momento, se han desviado. ¿Hasta cuándo?