<
>

Barcelona gana al Huesca, pero continúa sin ofrecer seguridad

Al Barça cada partido se le convierte en una montaña. Unos días más sencilla de escalar y otros imposible de superar. Si el Barça viniera de una racha de juego y resultados aceptable, mínimamente brillante en su juego y correcta en el marcador, ganar como ganó este domingo en Huesca, siendo el primer partido del año, podría tomarse sin crítica. Pero para el Barça, el problema alumbra en que no ofrece seguridad. No enseña seguridad.

Leo Messi alcanzó sus 500 partidos de Liga, 750 oficiales como azulgrana, liderando otra victoria que no pasará a los libros. Se estrenó en un estadio en el que nunca había jugado, asistiendo a De Jong, en el que a la postre fue el único gol del partido. Así lo quiso Álvaro Fernández, el meta local que le sacó dos ocasiones de oro al crack argentino, otra a Pedri y otra a Dembélé que, al menos en el marcador, habría dejado al Barça ganar con mucha más solvencia.

En el campo, fues otra historia muy distinta. "Quitando los últimos 20 minutos estuvimos muy bien. Creamos peligro, hemos hecho un gran gol y tuvimos ocasiones para distanciarnos más. La segunda parte no fue tan brillante y sufrimos al final pero podíamos haber ganado por dos o tres goles de diferencia", resaltó al acabar Ronald Koeman, otra vez alejado de cualquier autocrítica. Convencido de un discurso que cada vez casa menos entre una hinchada que se pregunta cuándo verá a un Barça poderoso como le demanda su grandeza.

El partido más frío de la temporada, el desplazamiento más incómodo de la Liga lo resolvió el equipo de Koeman con una mezcla de sensaciones que se se contempla demasiado a menudo, por más que el entrenador holandés se empeñe en saludar cada victoria como si fuera una resurrección.

Gana tiempo, no demasiado, hasta el miércoles, cuando visite San Mamés, y hasta el sábado, cuando viaje a Granada. Dos partidos en los que deberá sumar los seis puntos para acudir con un mínimo de optimismo a la Supercopa de España. Día a día, partido a partido como diría Simeone, vive este Barça falto de constancia, agarrado a un alambre que se llama Messi y que pudiéndose romper en cualquier momento... Todavía resiste.