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Al Barcelona se le rompió el encanto en el clásico español

Joan Laporta volvió a verles, a los madridistas, pero su segundo estreno en un Clásico no fue lo feliz que podía aventurarse en el Barcelona. El nuevo/viejo presidente del Barça tenía ganas no de volver a verles, sino de volver a disfrutar como visitante ante un Real Madrid al que sometió a un tormento durante su primer mandato. Pero el futbol no se juega en el palco... Y en el campo su equipo no respondió como él, como todo el barcelonismo, esperaba.

Zidane le ganó en la pizarra a Koeman y cuando reaccionó el entrenador azulgrana, al descanso, el marcador ya mostraba un 2-0 alarmante. Se rebeló contra los elementos el Barça, pasó de timorato a dominador, rozó el empate, protestó airadamente un penalti sobre Braithwaite del que no quiso saber nada el árbitro, y menos aún el VAR, pero no alcanzó. Y volvió a fallar en el momento cumbre.

Lo que en septiembre se presentaba como una temporada de transición en espera de tiempos mejores, con el club más ocupado en las cuentas que en los títulos, pasó a ser en marzo una euforia desmedida gracias a una remontada excepcional, recortando puntos sin descanso al Atlético y manteniendo a raya al Madrid sin atender a que el calendario le ofreció tanta coartada como los errores del líder.

Pero el Barça que ya perdió el Clásico de la primera vuelta en el Camp Nou, que cayó en el Metropolitano, que no pudo con el Valencia y fue derrumbado por la Juventus o el PSG en su propio estadio, volvió a tropezar en un duelo ante un rival de máxima exigencia.

Al cabo de 20 jornadas, el Barcelona volvió a perder en la Liga y buena parte del encanto, del milagro conseguido por Koeman, se desvaneció. El Barça que había llevado a cabo una remontada imponente y que había llegado a protagonizar partidos notables, volvió a caer contra un rival de máxima exigencia. A una semana de la final de Copa, las dudas, en el peor momento, se volvieron a dibujar en el entorno azulgrana.

Al Madrid le ocupó un cuarto de hora recolocar en el escenario las deficiencias del Barça y poco más de media hora derrumbar su ilusión. Lo hizo sin brillantez pero con solvencia, sabiendo defender, organizándose por detrás de la pelota, cediendo la iniciativa sin problema pero mordiéndole a base de velocidad. Al equipo de Koeman, incluso, le valía el empate pero el Madrid, que precisaba ganar sí o sí, supo leer más y mejor el argumento de un partido máximo decidido por la mínima.

A la espera de la respuesta del Atlético ante el Betis, la decepción en el Barça es tan clara como se dibuja esa rabia furiosa y eufórica en un Madrid dispuesto a repetir la recta final de la pasada temporada. La noche en que el Barcelona podía dar el golpe definitivo sobre la mesa acabó en desencanto.

Habrá que ver cómo es capaz de reaccionar a partir de aquí un equipo que queriendo apoyarse en Messi (606 minutos sin marcar un gol al Madrid), no acaba de encontrar su propia personalidad cuando más lo necesita.