Con la salida de Lionel Messi todo parece indicar que la plantilla del Barcelona es tan limitada como la del Alavés o el Granada. Claro, esto bajo la óptica de Ronald Koeman.
Sin asomo alguno de autocrítica o argumentos válidos ante la pobreza futbolística de su equipo, el entrenador encuentra en las excusas y en demeritar a su plantel, los motivos que explican la crisis del club.
No importa que el rival era el Granada, equipo que no ha ganado en la presente temporada, que ocupa el lugar 17 de la tabla general y que tiene una nómina por lo menos 10 veces menor que la del Barcelona.
No importa. Para Koeman es una osadía pensar que su conjunto pueda siquiera aspirar a jugar al ‘tiki-taka’, o que al menos demuestre más recursos que mandar pelotazos al área con Gerard Piqué y Ronald Araújo como centros delanteros.
La versión actual del Barcelona es una tristeza, y basta una imagen para representarlo: ante el Granada, el futbolista que estaba convertido en la principal apuesta de desequilibrio se llama Sergiño Dest.
Si las esperanzas de Koeman y el Barça estaban fincadas en Dest, eso explica mucho el desastre en que está convertido el equipo. El estadounidense, a perfil cambiado por la banda izquierda, apeló a su velocidad para desbordar y sacar centros sin sentido una y otra vez, los cuales fueron ‘pan comido’ para la zaga visitante.
El entrenador afirmó después del partido en el que su escuadra arañó un pobre empate 1-1 en casa ante el lugar 17 de la tabla, que con los futbolistas convocados no se podía hacer más, pues sin Ansu Fati y Ousmane Dembélé, que juegan por las bandas, era imposible tener velocidad y por ello cambió el sistema.
¿Cuál sistema? Si lo que ha prevalecido en el Barcelona desde que Koeman es su entrenador es la ausencia de un sistema. Incluso desde antes estaba perdido.
Con Messi se ocultaron muchas carencias, pero las más graves ya estaban a la vista desde hace tiempo. Este Barcelona no prioriza la elaboración del juego, es sumamente endeble en defensa y predecible cuando ofende.
Hablar de ser ofensivo, buscar el espectáculo o tener una apuesta arriesgada es poco más que una utopía. Con Koeman es jugar a empujones, aferrarse a sus jugadores consentidos aunque no pasen por su mejor nivel, y en caso de ponerse en ventaja en el marcador, la siguiente misión es defender amontonando gente atrás.
Claramente no existe un sistema ni mucho menos un estilo. Y hay una realidad, la crisis no empezó con Koeman, pero sí se ha agravado durante su gestión, porque en lugar de dar pasos rumbo a la reconstrucción, cada vez está más lejos de la misma.
Y es mentira que con los futbolistas de la actual plantilla no se pueda aspirar a más que a centros a la desesperada. De los que tuvieron participación ante el Granada: Ter Stegen es uno de los tres mejores porteros del mundo; Piqué, símbolo azulgrana que ha ganado todos los trofeos posibles a nivel de clubes y selección; Frenkie de Jong, seleccionado holandés y ‘joya’ surgida de la escuela del Ajax; Coutinho, hasta antes de la lesión que sufrió la temporada pasada, era titular en la selección de Brasil.
Eric García, seleccionado español y exfutbolista del Manchester City de Pep Guardiola; Sergio Busquets, uno de los mejores mediocentros de la historia; Memphis Depay, figura de Holanda y mejor futbolista del Barça esta temporada; Sergiño Dest, seleccionado de Estados Unidos; Sergi Roberto, futbolista consentido que es uno de los cuatro capitanes de la institución; y Ronald Araújo, seleccionado uruguayo.
¿En serio es tan grande la pobreza de los jugadores que conforman al FC Barcelona que no se puede aspirar a más que lo visto frente al Granada o Bayern Munich?
Ante los alemanes la derrota estaba presupuestada, no así el pánico que le tuvieron Koeman y los suyos desde el planteamiento inicial en un partido disputado en el Camp Nou.
Pero contra el Granada no caben los pretextos, es un equipo modesto que tendrá como prioridad salvarse del descenso esta campaña. Y ese equipo tuvo 89 minutos contra la pared a un Barça desesperado y desesperante. Sin recursos, sin respuesta, sin alma, sin nada.
Y no, para los que reclaman corta memoria o ausencia de la misma al juzgar a Koeman, no; se equivocan. Al holandés no se le condena hoy en día pasando por alto que es una leyenda por haber sido parte del ‘Dream Team’, no; se le señala y critica porque en su faceta de director técnico claramente está rebasado y el equipo le ha quedado gigante. En cuanto a gestión, filosofía, sistema… En cuanto a todo, para acabar pronto.
El grave error y con certeza hoy es consciente de ello, fue que el presidente Joan Laporta mantuviera al holandés para esta campaña con todo y los síntomas de desastre que ya existían cuando se perdió LaLiga sin meter las manos, la eliminación en la Champions en Octavos de Final, y el desempeño algunas veces salvado por Messi, y otras tantas escalofriante.
Koeman ha dicho una y otra vez que quiere lo mejor para el Barcelona, y si esto es verdad, tendría que apelar a esa franqueza que lo caracteriza y dar un paso al costado, pues es evidente que el equipo no va a ningún lado bajo su dirección.
Un cambio de técnico no será la panacea y solución inmediata para los males añejos del Barça, pero sí debe representar el inicio para volver a las bases.
Apostar realmente por la cantera, por los jóvenes que ya están listos y han visto frenado su proceso –Riqui Puig, y no solo 14 minutos en lo que va de la temporada–; retomar la filosofía de juego así cueste derrotas, pues se puede perder, pero no sin atender las formas; y por último, dejar de respetar falsas jerarquías, tienen que jugar los que se ganen un lugar y no los consentidos del entrenador.
Va a costar y mucho, y va a tardar más, pero el primer paso es cortar a un entrenador que denigra lo que tiene y es incapaz de sacarle provecho.
Más bajo sí se puede caer y todo es cosa de que Laporta siga sin aprender la lección y no tome una decisión urgente. La leyenda del Koeman futbolista se mantendrá inmaculada, pero la pesadilla desde la banca será mejor superarla lo más pronto posible.