La reconstrucción del FC Barcelona está en marcha desde la llegada de Xavi Hernández a la dirección técnica, pues más allá de que en apenas tres meses ha sufrido algunos golpes dolorosos, éstos eran inevitables.
La versión más reciente del equipo ante el Atlético de Madrid generó una ilusión justificada entre el barcelonismo, pues durante al menos 60 minutos ofreció un futbol reconocible, con variantes y apegado al respeto a la pelota como demanda la filosofía culé.
El nuevo debut de Adama Traoré fue una de las grandes novedades y sobre todo una grata sorpresa, pues más allá de que sus condiciones jugando pegado a la banda en las que hace gala de habilidad y fortaleza son de sobra conocidas, se le vio en excelente forma pese a que en el Wolverhampton prácticamente no jugaba en los últimos meses.
La sociedad que formó con Dani Alves y Pedri fue notable, y fue precisamente por el sector derecho por donde se generaron dos de los cuatro goles frente a los colchoneros.
Y si bien el canterano que salió de cambio en los primeros minutos de la parte complementaria y fue despedido por el Camp Nou entre aplausos, representa un factor disruptivo que necesitaba el Barça, la esencia se mantuvo.
Es decir, el Atlético de Madrid no tuvo la pelota, corría tras ella, la posesión fue absolutamente del Barça, y el cerebro que movía los hilos azulgrana fue, cuándo no, Sergio Busquets.
Fortaleza y cerebro o cerebro y fortaleza. Eso fue el Barcelona el fin de semana pasado, y no hay duda de que Xavi tratará de mantener al equipo por dicho sendero.
Le hacía falta explosión en ataque, sin renunciar en ningún momento a pensar, a organizar, a ser paciente. Quién lo diría, Busquets y Adama, dos futbolistas absolutamente disímiles que pueden caracterizar al nuevo Barcelona.