BARCELONA -- El Barcelona ganó, disfrutó, ganó y durante muchos minutos, muchos, pasó por encima de un Atlético de Madrid impotente ante el fútbol de un rival que acabó celebrando la victoria con una euforia desbordante. Reconoció Xavi que era un triunfo que "necesitábamos todos" y de alguna manera rebajó ese nivel de euforia avisando que "puede" ser un punto de inflexión pero que se deben mantener los pies en el suelo.
Decía Cruyff, en una de sus célebres frases, que "un palomo no hace verano" avisando que un simple resultado, una tarde idílica (como la de este mismo domingo), no debe hacer pensar que ya todo es fenomenal en el equipo y en el club. Que se hace camino al andar, vaya, y que habrá tiempo para sacar conclusiones y solventar si este Barça está en la ruta correcta.
Son 15 los partidos que lleva Xavi al frente del equipo y en ellos el Barça cayó sin remisión en la Champions y fue eliminado en la Copa, consiguiendo ante el Atlético, por primera vez, enlazar dos victorias en una Liga que ha empezado a cambiar de sabor. En 10 jornadas con el nuevo entrenador se han sumado 21 puntos, cuando en las primeras 11, bajo el mando de Koeman, se alcanzaron apenas 15.
La mejoría es evidente tanto en cuanto a resultados como, también, en sensaciones porque el Barça ha pasado de ser un equipo a verlas venir a buscar un protagonismo indiscutible, juegue frente al Elche o lo haga contra el Villarreal, gane sufriendo al Mallorca o lo consiga disfrutando al Atlético.
A partir de aquí, en este mes de febrero tan exigente, el equipo de Xavi debe confirmarse en tres partidos vitales de Liga (Espanyol, Valencia y Athletic) y en la eliminatoria de Europa League frente al Napoli, un equipo que suma cuatro victorias consecutivas en una Serie A que pelea cara a cara con Inter, al que recibirá el sábado, y Milan.
Pero no está de momento el Barça en disposición de sacar pecho porque, cuarto en la clasificación, sigue a quince puntos del líder y va a encarar las últimas 16 fechas con la indiscutible presión de sumar de tres en tres, primero para confirmar su clasificación entre los cuatro primeros (objetivo de mínimos y que se aventura muy factible hoy por hoy) y a partir de ahí para sentar las bases de ese futuro mejor.
Quien sabe si esta segunda mitad definitiva de temporada, en la Liga, se asemejará a o sucedido en 2004, cuando la llegada de Edgar Davids provocó que el Barça pasara de ser un cadáver a soñar, incluso, con ganar la Liga. Malvivía a estas alturas a 15 puntos del líder Real Madrid y acabó el campeonato por encima suyo, segundo y solo por detrás del Valencia.