Con James Rodríguez como emblema, Everton empató con Liverpool en el Derby de Merseyside por la quinta fecha y dejó en claro que, por juego y actitud, está en condiciones de competir frente a cualquier en la Premier League.
En el comienzo de una temporada atípica por la pandemia del covid-19 y la falta de espectadores, la Premier demostró ser la liga más atractiva y competitiva de Europa. Partidazos, goles de todo tipo y más equipos de los de costumbre en la lucha por los primeros puestos. En este contexto, Everton dio un golpe de autoridad después de cuatro victorias consecutivas desde el inicio.
Nadie duda de que, más allá de que varios competidores están en gran nivel, Liverpool es el mejor equipo y el gran candidato a ser campeón una vez más. Además, la historia indicaba que el Derby no se pintaba de azul desde 2010 y la desigualdad de este enfrentamiento es conocida en el mundo. Por eso, el empate conseguido el sábado fue tan importante para el equipo de Carlo Ancelotti. Porque hacía falta una prueba más para demostrar y demostrarse que va a competir en serio.
Cuatro triunfos al hilo en el inicio de la Premier League y tres más por la Copa de la Liga; Dominic Calvert-Lewin goleador; James figura y en casi todos los encuentros y un funcionamiento colectivo muy bueno. Everton llegó al clásico como pocas veces en las últimas décadas. Una derrota como las de siempre habría dañado la moral y habría hecho dudar de esos logros. Por eso era tan importante este desafío.
El equipo se plantó con autoridad y, aunque se encontró abajo en el marcador a los dos minutos, nunca perdió la calma y siempre estuvo en partido. Es cierto que en el primer tiempo Liverpool dominó y estuvo cerca de ampliar, pero el cuadro de James y Mina demostró capacidad mental para competir mano a mano frente a los mejores del mundo.
Tuvo menos la posesión de lo acostumbrado, pero el mediocampo volvió a jugar con autoridad y minimizó el juego de Thiago Alcántara. James se sacrificó más, pero cada vez que se soltó y tuvo oportunidad de conducir, lo hizo bien y sacó diferencias. De hecho, volvió a participar de los dos goles, el primero con la asistencia y el segundo con el pase a Lucas Digne que limpió la jugada.
Al final, el VAR lo salvó de una derrota agónica que habría hecho más diferencia en el costado anímico que en la tabla o en el funcionamiento futbolístico. Ahora, con el desafío de este siempre desigual clásico superado y la certeza de que está para competir con todos, dependerá de Everton dónde encuentra su techo.