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Buffon, Iniesta y cómo la lealtad y el romanticismo en el fútbol se acaban

El romanticismo en el futbol se acaba. Los días nostálgicos en los que un jugador se retiraba con el club en el que se convirtió en leyenda se extinguen poco a poco.

El dinero ha vencido a ese romanticismo. Ha derrotado a la lealtad. Ese dinero de ligas de segundo nivel en todo el mundo ha sido más fuerte para los jugadores que la motivación de despedirse donde pasaron de ser promesas a unas figuras.

Gianluigi Buffon es el último futbolista en cruzar esa línea. El arquero, de 40 años y que debutó en el Parma, anunció su despedida de la Juventus, equipo con el que llegó a la cima del futbol en 17 años que pasó ahí, donde ganó nueve Serie A, cuatro copas Italia y nueve Super Copas Nacionales, y se convirtió en el mejor portero del mundo en cinco ocasiones.

Buffon no solo era el portero de Vecchia Signora. Era su cara. Su líder. El capitán en el campo. Fue un jugador que permaneció en la institución cuando el club descendió a la Serie B en 2006 tras un escándalo de arreglo de partidos. Fue fiel. Por eso la imagen de verlo despedirse causó conmoción.

“Gigi” anunció su adiós de la Juventus sin revelar su futuro. No contempla el retiro y no ha decidido si dejará o no de jugar en la Selección de Italia. Como lo anunció en una conferencia de prensa para decir adiós del club italiano, tiene “ofertas estimulantes”. El sábado, ante Hellas Verona, jugará su último partido con la Juve.

El anunció de Gianluigi llega unos días después en los que Andrés Iniesta se despidiera del Barcelona para jugar en Asia.

Iniesta era otro de los jugadores que entraban en ese romanticismo. Llegó de niño a la cantera del Barça, aprendió a jugar futbol, se le dio la oportunidad en el primer equipo en 2002 y ahí se convirtió en una figura. Se va el domingo en un partido ante la Real Sociedad con 32 títulos en su curriculum.

Buffon e Iniesta tenían dos opciones en sus carreras: quedarse y jugar su último partido profesional con la playera con la que se convirtieron en leyendas en un estadio lleno de aficionados que los despiden con aplausos y lágrimas. O irse a un club en una liga de menor exigencia y llenar su cuenta de banco. Prefirieron la segunda. Fue un golpe más al romanticismo en el futbol y una muestra más de que el deporte ha cambiado para siempre.