El futbol mexicano abrió un nuevo capítulo en su historia en el que el maquillaje, nuevamente, es el protagonista.
El presidente de la Federación Mexicana de Futbol ahora se llamará ‘Comisionado’, y el personaje en turno presumió que llega “empoderado” para llevar a cabo “muchos cambios” amparado en modificaciones a los estatutos.
Sin embargo, en una entrevista que concedió el lunes al programa ‘Tercer Grado Deportivo’, el exdirectivo de Univisión colocado en su nuevo cargo por Emilio Azcárraga, dejó en evidencia que no llega porque sea el mejor perfil, si no por el tradicional ‘dedazo’.
Juan Carlos Rodríguez no conoce las entrañas del balompié nacional, no tiene detectados sus principales vicios, las miserias que sitúan a la Liga MX en la medianía –deportivamente hablando– y a la Selección de fracaso en fracaso en cada competencia internacional.
A varias de las interrogantes que le hicieron en la citada charla al apodado ‘La Bomba’, la salida fácil fue “hoy no sé la respuesta, yo llegué hace 15 días”, lo cual recordó a aquel pasaje en el que luego de ser nombrado como secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray se aventó la puntada de declarar “No soy diplomático, vengo a aprender”.
Juan Carlos Rodríguez no es un dirigente del deporte, mucho menos experto en futbol, más allá de sus reconocidas labores en la televisión. El balompié nacional no necesitaba a un personaje que llegue a aprender, si no a un experto que tenga claro el diagnóstico y pueda operar, erradicar las malas prácticas y costumbres, y verdaderamente encabezar un cambio de raíz.
Los dueños del futbol mexicano le dijeron al nuevo comisionado: construye una nueva casa a tu gusto pero ya están los cimientos, ya decidimos de cuántos pisos va a ser, el color, qué acabados llevará, cómo será la sala y hasta quiénes la van a habitar… Pero sí, sí, construye una “nueva casa”.
De esa autonomía y poder habla Rodríguez, quien llegó a su cargo cuando Alejandro Irarragorri ya había impuesto a Diego Cocca como técnico del Tricolor. Luego de que de forma inexplicable Rodrigo Ares de Parga fue elegido para estar al frente de las Selecciones Nacionales sin mérito alguno, y tras las salidas de Jaime Ordiales y del anterior presidente de la FMF, Yon de Luisa, que eran personajes medulares de cara al Mundial de 2026.
El mundo al revés. Los dueños ponen y los dueños quitan, y después llega el personaje que, presuntamente revolucionará al futbol mexicano con sus ideas, capacidad para conciliar y una renovación que no es renovación.
Si ‘La Bomba’ quiere que vuelvan descenso y ascenso, no puede llevar a cabo dicha medida porque hay muchos intereses de por medio y los patrones se oponen. Siempre será mejor pagar una ‘multita’ que perder la categoría y que una franquicia se devalúe dramáticamente. A fin de cuentas que competir por la excelencia ni es tan importante –pensarán algunos–.
Si la idea es apostar por la transparencia, evitar suspicacias y fomentar la competencia limpia con la eliminación de la multipropiedad, tampoco se puede. Primero hay que atraer a otros inversores y mientras eso sucede todo sigue igual, total, ya hasta se normalizó que un dueño tenga a dos o más clubes.
El Comisionado destacó que quiere hacer de esto (futbol mexicano) “algo mucho más exitoso de lo que ha sido” y para ello se rodeará de “los mejores del mundo” tanto a nivel directivo como deportivo.
Diego Cocca no era ni cerca el mejor perfil para llegar al Tri; Ares de Parga se llenó de poder tan pronto llegó a Selecciones Nacionales sin justificación alguna tras su desastroso pasado en Pumas y Querétaro; Mikel Arriola encontró refugio en la Liga MX luego de fracasar en su búsqueda de un cargo público; Ivar Sisniega fue pentatleta y de futbol entiende poco y nada; y finalmente el propio Juan Carlos Rodríguez, es un exitoso directivo en medios de comunicación, estrategias y mercadotecnia, más no en el balompié.
Bajo este panorama, ¿en verdad están los mejores del mundo? ¿Cómo creer que esta vez sí van en serio los cambios? ¿Por qué confiar en un proyecto que empezó al revés y envuelto en caos?
Cambiarle el nombre al cargo de un directivo es mero maquillaje. Justificar y mantener la medianía y viejas mañas en el balompié nacional, también. A final de cuentas quienes se evalúan si lo hacen bien o mal son los propios directivos, y luego de cada fracaso salen a justificarse y anunciar “reestructuras” y “reingenierías” que no son otra cosa que “pan con lo mismo”.