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“Chicharito” y Guardado regresan a la Liga MX con un respetable pasado, con un presente incierto, y con un futuro que se debate entre la ilusión y el ilusionismo.
GUADALAJARA -- Regresan ambos con un respetable pasado, con un presente incierto, y con un futuro que se debate entre la ilusión y el ilusionismo. Andrés Guardado y Javier Hernández están de vuelta en el futbol mexicano. El Principito regresa a un reino ajeno y estéril, y Chicharito vuelve al vientre materno, ruborizado por fracasos.
De ambos se espera más de lo que tal vez puedan dar. A ambos se les asigna una misión de redentores, una misión de apostolado y caudillaje, para dos legiones en desgracia. León quedó en la indigencia tras la salida de Nacho Ambriz, y Chivas es un flácido rinoceronte de embates ciegos y torpes.
1- En el caso de Guardado sus entrañas son más poderosas y osadas que sus rodillas martirizadas por la artrosis. Juega con dolor y a pesar del dolor. La cancha es la dopamina que lo anestesia.
2- En el caso de Javier Hernández, su kermese mediática en Instagram hace creer que atléticamente está mejor que nunca en su vida, sólo será necesario escudriñar en los recovecos de su atormentada sesera, de su atribulado cacumen, secuestrado por la perniciosa polución de su consejero de alcoba, Diego Dreyfuss.
Una puesta arriesgada desde todos los puntos cardinales. León ya alguna vez hizo el ridículo sacando de la decrepitud del retiro a Landon Donovan, pero acertando espectacularmente con Rafa Márquez, quien fue exiliado con pitorreos de la MLS. Hoy Andrés es mucho más que aquel fosilizado Donovan, pero es menos que la piedra angular que fue El Káiser tarasco.
Chivas, en tanto, en manifestaciones de ignorancia, estulticia y tal vez hasta de mala fe, ensayó con tipejos de muchas carencias y pocas virtudes, en un desfile dantesco y costosísimo con Alexis Vega, Daniel Ríos, Ricardo Marín, Ronaldo Cisneros, Ángel Zaldívar, y hasta una apuesta desgastada por José Juan Macías. Hoy, el Fénix Hernández, el Chicharito, es más que todos ellos, aunque, insisto, habrá que ver si sobrevive a la trepanación perniciosa de su motivador de bisutería, el tal Dreyfuss.
Guardado será sin duda un referente de vestuario y de cancha, especialmente porque su carrera en Europa lo avala, a excepción, claro, de aquel tramo desértico en el que ni el Bayer Leverkusen ni el Valencia quisieron darle una oportunidad.
Además, El Principito pasó hambre, de cancha, de balón, de titularidad, en esos meses previos al Mundial de Brasil, pero, entre el ninguneo de Valencia y Bayer, apareció, mire usted, Miguel Herrera, para rescatarlo, absolutamente, y convertirlo en uno de sus pilares en la Copa del Mundo 2014. Como lo dijo entonces el mismo Piojo: “Se puede construir cualquier clase de equipo con una base de sólo dos jugadores: Andrés y Rafa”.
Javier Hernández es presentado por Guadalajara con un video que apela a su faceta de streamer.
En el caso de Javier Hernández, las obligaciones serán más amplias, más implacables, más urgentes. Chicharito deberá despertar los espíritus narcotizados de pusilanimidad de futbolistas que no entienden la dimensión de Chivas, principalmente de un Víctor Guzmán que está por completar la media centena de partidos sin ser el líder y el genio que prometió reiteradamente. Cobra como Ferrari y rinde como go-kart.
Si Chicharito alcanza una línea de rendimiento como en 2022 con el Galaxy, se convertirá en el futbolista que le urge al Guadalajara. Pero, lo más importante, será que no vuelva a ser el tipo tóxico, corrosivo, pernicioso, como aquel líder de las #DivasRubias en Moscú 2018, o el tipo segregado grupalmente en Leverkusen, West Ham, Sevilla y en su primer año con el Galaxy.
Entiéndase pues: la lesión más grave de Chicharito no ha sido la ruptura del ligamento cruzado anterior en la rodilla derecha, sino el tumor emocional y espiritual que se le adhirió a sus meninges con Dreyfuss, y que le llevó a perder lo más valioso en su vida: su familia, tras el divorcio con Sara Kohan, y perder a sus hijos.
Este es pues el escenario. Una apuesta de León y Chivas entre la urgencia y la desesperación, con dos futbolistas con más futuro en sus museos personales, que en el reclamo exigente de la Liga Mx. Los dos pueden ser determinantes. Uno, Andrés, depende de sus rodillas, y el otro, Chicharito, de sus entendederas.