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Ya no se juega, ahora se compite

ESPN Digital

Durante las últimas semanas he invertido considerable tiempo viendo partidos de la MLS, del torneo MLS is Back. Los norteamericanos realizaron una mini competencia en formato de Mundial y me queda más que claro el daño que le hace al desarrollo del fútbol, y por ende al espectáculo, el corto plazo; las competencias donde en el menor tiempo posible se deben cumplir objetivos.

Después de haber jugado tres jornadas, el fútbol en Estado Unidos se vio interrumpido por la pandemia durante cuatro meses y la forma en que se decidió continuar fue, para propósitos de proyectos deportivos, muy agresiva. Los equipos tenían la misión de obtener resultados en seguida, tres partidos oficiales, después de 120 días sin actividad, en un lapso no mayor a tres semanas, consecuencia: planteamientos, por parte de la mayoría de equipos, en los que se corre el menor riesgo posible (equipos reactivos en lugar de propositivos), el físico por arriba de lo técnico-táctico (lo mínimo que buscan es hacer el esfuerzo), y el miedo a ser derrotado muy por encima del desafío de obtener la victoria.

Todo esto que percibía del torneo que se esta llevando a cabo por parte de la MLS se juntó con una idea que escuché en el podcast Mi Futbol, comandado por Ignacio Benedetti, donde hablaba de la gran diferencia entre “jugar” y “competir”. Ignacio hacia referencia que, debido a la alta demanda por obtener resultados a la brevedad en el fútbol profesional, el creciente número de partidos jugados y torneos en disputa, y las enormes cantidades de dinero en juego, los equipos de fútbol actuales ya no juegan más, ahora solamente se dedican a competir.

Es cierto y así están las reglas escritas, es fútbol profesional y se trata de dar resultados. Entiendo que es imposible olvidar esta realidad y pedir a los involucrados que jueguen, que disfruten lo que hacen y que traten de regresar a la esencia del fútbol sería en exceso romántico. Hay responsabilidades que cumplir y se debe asumir dicho desafío, pero el querer buscar el resultado como fin único, estoy seguro que es el camino con mayor desgaste, y el más alejado a la naturaleza del fútbol, la cual te dice en “el libro de táctica más rico jamás escrito” (el reglamento, palabras de Juanma Lillo), que ganará el equipo que más goles haga.

Dando un paso hacia atrás, para analizar con mayor perspectiva la situación, me doy cuenta que ni entrenador y mucho menos jugadores son culpables de esto. Al final son ellos los que ejecutan, sí, pero sus conductas son respuesta a un entorno del que ellos no ponen la reglas ni exigencias. Al entrenador, por parte de los directivos, se le indican (si bien le va) los objetivos de la institución, el método de competencia, el tiempo para dar resultados (que en la mayoría de las veces ese tiempo se resume a “mañana”) y los recursos con los que cuenta. El entrenador junta todo esto, hace un plan e intenta convencer a los jugadores, a sabiendas que probablemente no es lo mejor, pero “es lo que hay” y se debe cumplir si quieres seguir siendo parte.

Tomando como base la verdad descrita con antelación, es obvio que los líderes del proyecto deportivo, los entrenadores, en el afán de conseguir resultados en el menor tiempo posible, opten por planteamientos con el menor riesgo posible, priorizando el competir (intensos, agresivos, ordenados, disciplinados, sólidos) por encima del jugar (creatividad, valentía, desorden intencionado, fluidez).

Quiero dejar claro que ser competitivo, en lo individual y como equipo, es una característica fundamental en el fútbol actual, pero no es la base. Caí en la trampa, en el sutil engaño provocado por las altas demandas del profesionalismo, que teniendo buenos competidores como jugadores era más que suficiente, siempre he apelado a tener equipo intensos y agresivos, como batallones. Hoy, por que el estar fuera del torbellino que es el fútbol profesional lo permite, cuestiono alguna de esas 'verdades' que para mi eran absolutas, y me doy cuenta que, si regresas a las bases, los niños se enamoran de este deporte no por que quieren competir, si no por que quieren jugar.