DOHA -- Quizás, los primeros cuatro partidos de los octavos de final hayan empezado a cambiar el paradigma de una Copa del Mundo en la que la primera fase estuvo marcada por la paridad y por el sufrimiento de los seleccionados más encumbrados. Tal vez, a partir de las fases de eliminación directa, la jerarquía aparecerá en su máximo esplendor y no habrá sistema táctico ni fortaleza anímica que pueda combatirla. Así ha sido en la primera mitad de los octavos que tuvo triunfos de Países Bajos, Argentina, Francia e Inglaterra. De todos modos, también es cierto que los favoritos de siempre han aprendido las lecciones que los batacazos de la ronda de grupos enseñó.
"No hay rivales fáciles" es un lugar común que la mayoría de las veces no es más que un emblema vacío de contenido. Una muestra de falsa modestia. Porque todos saben que, a pesar de que en el fútbol de primer nivel hablar de facilidad parece demasiado arriesgado, sí hay adversarios con menos recursos y menos posibilidades que otros. Así es en cualquier campeonato y también en el Mundial. O así lo era hasta Qatar 2022.
Arabia Saudita le ganó a Argentina, Túnez a Francia, Camerún a Brasil, Corea del Sur a Portugal, Japón a España y a Alemania, Marruecos a Bélgica. Los resultados son elocuentes. En el comienzo de este torneo, todo lo imaginado se puso en cuestionamiento. Seleccionados asiáticos y africanos se animaron como nunca antes y, con mentalidad ganadora y corazón, complicaron a los grandes. Entonces, los equipos más importantes tuvieron que cambiar. Adaptarse. Y los que no lo hicieron sucumbieron.
Argentina fue el primero que sufrió este "nuevo orden" fugaz. En el tercer día de competencia, recibió un golpe aleccionador que lo sacó de la comodidad y lo obligó a replantearse buena parte de sus certidumbres. Llegaba con un invicto de 36 partidos y la sospecha de que el debut mundialista sería un trámite para empezar a tomar envión en Medio oriente. Sin embargo, tras un primer tiempo lógico, fue cacheteado en su orgullo y perdió ante Arabia Saudita, que después de la mejor victoria de su historia, no sumó más puntos.
Lionel Scaloni vio que necesitaba cambiar. Tuvo la lucidez para comprender que con las certezas de los meses previos quizás no era suficiente para siquiera pasar la primera ronda. Y Argentina comenzó su proceso de adaptación a cada circunstancia. A cada rival. Esto no significa que haya perdido su idea de juego, todo lo contrario. Estos cambios son para sostener esa idea con diferentes intérpretes y hasta formas. Como si la partitura fuera la misma pero con otros músicos e instrumentos.
El entrenador argentino sacó futbolistas que fueron fundamentales en su ciclo, como Leandro Paredes, Nicolás Tagliafico o Lautaro Martínez. Jugó con línea de cuatro y con línea de tres. Con un extremo abierto como Ángel Di María y con uno de otras características como Alejandro Gómez. Utilizó un mediocampista central posicional y uno con gran dinámica. Jugó con Lionel Messi como falso nueve y también más suelto. Alternó a Lisandro Martínez y Cristian Romero en la zaga junto a Nicolás Otamendi. Cambió. Y seguirá cambiando.
Esa flexibilidad también se ve en su equipo a la hora de jugar. Cuando Argentina está en su nivel, es un conjunto con movilidad, velocidad y fluidez. Mostró su mejor cara de la Copa ante Polonia, con Enzo Fernández, Alexis Mac Allister y Julián Álvarez, tres jóvenes con menos de diez partidos internacionales pero una calidad y un carácter de hierro para hacerse cargo de una situación límite. Ellos son la cara de algo que no llega a ser renovación, pero sí se pueda llamar resiliencia.
Ahora, la Albiceleste enfrentará a Países Bajos y es probable que vuelva a cambiar. El plantel ya sabe que los intocables son muy pocos. La columna vertebral de Emiliano Martínez, Otamendi, Rodrigo De Paul y Messi no se toca. Jugaron todos los minutos y volverán a hacerlo el viernes si no hay dificultades graves. El resto del equipo podrá cambiar como también el sistema táctico, el plan de juego y la estrategia. Así lo aprendió tras un golpe inicial que al final fue una bendición en esta Copa del Mundo.