"Disfrutar cuando toca", dijo Lionel Messi en el último amistoso de Argentina y resumió perfectamente su presente y futuro en la Selección. Él, líder indiscutido dentro y fuera de la cancha, seguirá oficiando de guía, modelo y referente porque es quien inspira y quien marca el tiempo en este equipo. Pero ya avisó que quiere divertirse y por fin llegó su momento de hacerlo.
Tanto los argentinos como el mundo entero se desesperan por saber qué será de Messi, cuándo será su último partido en el fútbol profesional y cuál será su última función con la Selección Argentina. Ni él lo sabe, tampoco le importa. Con la Copa América y la Copa del Mundo en la vitrina de la AFA, Leo fluye.
Muchos lo cuestionaron por decidir migrar a la Major League Soccer y aseguraron que Inter Miami no estaba a la altura de un astro de su estirpe. Después de un Mundial fantástico, Messi demostró que está vigente, que sigue siendo el jugador más fantástico en actividad y que es capaz de torcer cualquier marcador con su sola presencia en un campo de juego. Sin embargo, esta vez (por primera vez), "el 10" puso por detrás el desafío deportivo para centrarse en lo que sabe que merece: más tranquilidad, menor exigencia, una vida más relajada para su familia y una liga que lo mime después de tanto maltrato en París y en Barcelona.
Messi migró a un país en donde el fútbol está en desarrollo, pero eso no quiere decir que ya no le importe ganar. A Leo le encanta competir y esa ambición aún no la pierde porque mientras tenga la camiseta de la Selección Argentina para vestir, tiene su bastión para cuidar.
El capitán de la Albiceleste jugará las Eliminatorias Sudamericanas y la Copa América sin saber si estará en el Mundial 2026. Lo avisó inmediatamente después de levantar la Copa en Qatar 2022 y fue una declaración desde el sentido común. Pero cuatro años (menos de tres, en realidad) es mucho tiempo y a la vez no es nada. La vida ya le demostró que puede dar giros inesperados de un ciclo mundialista a otro y que es prudente no atarse a declaraciones sentenciantes delante de un micrófono.
En 2016, después de perder su tercera final consecutiva y envuelto en frustración, dijo que creía que la Selección no era para él. Pero ha sido contundente la evidencia que demostró que estaba absolutamente equivocado. Leo tenía que usar la 10 en la espalda, ponerse la cinta de capitán que usó Diego Maradona y traer de vuelta la Copa a estas tierras.
Después de ser campeón en Qatar, Messi logró tachar el único ítem que le quedaba en su lista de títulos pendientes y también selló para la eternidad un pacto de amor con la gente, que alguna vez lo midió con la vara injusta del exitismo. Los hinchas entendieron de una vez por todas que el destino les regaló otra oportunidad de tener a un auténtico fuera de serie amando y defendiendo los colores de Argentina.
Como un comandante que alza la voz sin gritar, Leo hace de cable canal conectando generaciones en un proceso de transición y recambio. Fue llamado a continuar con su legado y se hace cargo de ese rol de liderazgo que se forjó lenta pero genuinamente y que hoy es absolutamente intrínseco.
En la continuidad del ciclo Scaloni, Messi inicia una nueva era junto a la Selección. Con ambición de ganar y con intención de disfrute, Leo permanecerá en el centro de la escena, porque no puede ser de otra manera.