Julián Quiñones ya fue cuestionado, discriminado, segregado, estereotipado, estigmatizado, por eso, ya eres mexicano
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LOS ÁNGELES -- Julián Quiñones, hermano, sí, ya eres mexicano.
Ya fuiste cuestionado. Y discriminado. Y segregado. Y estereotipado. Y estigmatizado.
Sí, Julián, hermano, ya eres mexicano.
Sólo, debo criticarte, que te has visto muy inocentón, muy cándido, muy bobo. ¿Cómo creerte mexicano si no recurriste a un coyote para que acelerara tu naturalización? Aprende de Rogelio Funes Mori, que con el amparo de Yon de Luisa y de la FMF, y con las oficinas de la Secretaría de Relaciones Exteriores cerradas en plena pandemia, consiguió su respectiva acta.
Julián, hermano, si no transas, no eres mexicano. “El que no transa, no avanza”, ya deberías saberlo. Porque, además, a tu pueblo (Colombia) y el mío, que ahora ya también es el tuyo, los unen tantas maravillas, que comemos ambos con arepa y con tortilla. Ya lo inmortalizó Octavio Paz: “Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado”. ¡Avíspate, hermano!
Sí, Quiñones, hermano ya eres mexicano. Porque ya te subieron a la cruz impía e infame de los menosprecios. Tu color, tu complexión, tu acento, tu sangre. Bienvenido a una de las naciones que más reniega de su mestizaje, cuando debería ser el primero de sus orgullos.
Porque más allá de las enciclopedias de verdades implacables de Octavio Paz sobre el mexicano y su mestizaje, te dejo, Quiñones, una reflexión igual de intensa y genuina de un paisano tuyo, Gabriel García Márquez en El Coronel no tiene quién le escriba: “La palabra mestizaje significa mezclar las lágrimas con la sangre que corre. ¿Qué puede esperarse de semejante brebaje?”.
Te cuestionan hasta si te sabes el Himno. Caramba, yo he visto a tipos vestido de charros, con sarape veteado, cinto piteado y botas vaqueras con el águila bordada, punta de estoperol, y con el tequila en la mano, que a la hora de la hora se olvidan de la letra de la lírica patria.
En lo personal, he sido reacio siempre a que la Selección Mexicana juegue con naturalizados. En algo tan trivial, lúdico, intrascendente como el futbol, si un país con más de 130 millones de “massiosares”, no es capaz de engendrar 23 pateabalones sangre de su sangre, carne de su carne y raza de su raza cósmica, diría Vasconcelos, que siga ahí, sumido en ese estatus de mediocridad, de vegetar entre la utopía del Quinto Partido y la realidad de Qatar y las traiciones de Gerardo Martino.
El problema, Quiñones, hermano, es que llegas a ser una alfombra debajo de la cual el futbol mexicano arroja, transitoriamente, su basura.
Convocarte, Julián, hermano, significa que la FMF trate de maquillar su incapacidad, su corrupción, su estulticia, su pereza, su miseria, sus taras, para poder organizarse y montar un modelo de desarrollo de jugadores.
Porque, la FMF vive más en la obsesión del enriquecimiento de su patriarca y proxeneta, Emilio Azcárraga Jean, que en atender el empobrecimiento de su futbol. Cierto, Juan Carlos Rodríguez tiene la oportunidad del cambio histórico, pero...
No llegas a quitarle el puesto a nadie en el Tri. En el horizonte del futbol mexicano no hay un futbolista con tus condiciones. Ninguno. ¿Hirving Lozano? Lo que ofrece es tan bueno, pero diferente. Ningún de estos nuevos paisanos tuyos tiene la fortaleza física, emocional y mental como la que dejaste en evidencia en el 2-0 a Pachuca en la Final del Bicampeonato del Atlas, al minuto 93.
También, entérate, Quiñones, hermano, que ninguno de los naturalizados que han jugado en el Tri pudo cambiar la historia de desalientos y frustraciones de tus más de 100 millones de nuevos compatriotas.
El presidente de Grupo Orlegi habló sobre Julián Andrés Quiñones y su llamado a entrenar con la Selección Mexicana.
Ninguno aportó nada sobresaliente. Ni Gabriel Caballero hasta llegar a Funes Mori. Incluso, Sinha, el pretexto falaz y cobarde de Ricardo La Volpe para dejar fuera a Cuauhtémoc Blanco, sólo fue titular en uno de los cuatro partidos en Alemania 2006, ante Angola, y salió de cambió al arrancar el segundo tiempo.
¿Serás tú, Julián, hermano, el naturalizado que cambie la historia de México y la historia de los mexicanos por adopción? Sería maravilloso por esa afición devota a su cíclico calvario mundialista. Sería desastroso, porque si no se urde, si no se ingenia un plan de desarrollo del futbolista mexicano, entonces se buscaría, masivamente, la suma de naturalizados, y sería prohijar la torpeza y la corrupción organizativa de la FMF, ante la festividad del mencionado alcahuete que regentea desde el Salón Oval de Televisa.
Recuérdese que Ricardo Salinas Pliego, de Grupo Azteca, con dos equipos cancerígenos como Mazatlán y Puebla, en un convivio con algunos comunicadores, les dijo que deseaba “una selección con seis naturalizados en el Mundial (2026)”, según reveló uno de los comensales. Queda claro que prefiere mantener a esos dos equipos que son una murga y una purga, en lugar de darles genuinas raíces futbolísticas.
Créeme, Quiñones, hermano, que sí, que ya eres mexicano. Porque sin el papel de tu certificación aún, ya fuiste tratado como uno más.
Sí, ya fuiste cuestionado. Y discriminado. Y segregado. Y estereotipado. Y estigmatizado.