Después de las medallas de oro obtenidas en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam y Colombes, el fútbol uruguayo se embarcó en un nuevo reto: organizar el primer Mundial de fútbol.
La tarea parecía imposible para un país pequeño. Pero los dirigentes obtuvieron el aval de la FIFA y comenzó la aventura. La primera “locura” fue la construcción de un Stadium -como se lo denominaba en la época- para albergar los partidos.
Fue entonces que el Municipio aportó el terreno, la AUF algún dinero, y el Gobierno viabilizó la financiación a través de un empréstito y emitió Bonos para la construcción del Estadio Centenario.
La idea original fue pensada en un escenario para albergar 100 mil personas. Pero, cuando se comprobó que los tiempos no daban, se redujo la capacidad a 70 mil.
Y se puso manos a la obra en un lugar que era un campo chivero. Así se conocía aquella zona descampada ya que estaba destinada a que pastaran las chivas de las chacras vecinas.
El Estadio estaría enclavado en un parque que tuvo tres nombres: el original Parque Pereira, el posterior Parque de los Aliados, y el actual Parque José Batlle y Ordóñez.
En el libro La crónica celeste (Luis Prats) se dice que: “El lugar era un terreno anegadizo, poco firme, con una pendiente pronunciada hacia lo que fue luego la tribuna América. Cuentan quienes conocían la zona que si se escuchaba atentamente podía oírse correr agua. Eran las nacientes del arroyo Pocitos que bajaba hacia la playa para desembocar a la altura de la actual calle Buxareo. Ese hilo de agua fue una de las explicaciones para los crónicos problemas del campo de juego del Centenario”.
Lo cierto es que la AUF inició la carrera contra el tiempo: El 12 de julio 1929 se designó al arquitecto Juan Antonio Scasso, director municipal de Paseos Públicos para diseñar el estadio. El 3 de septiembre comenzó el movimiento de tierra. El 30 noviembre se entregó el plano. El 1 de febrero de 1930 empezaron las obras de hormigón armado. Y el 20 de marzo el engramado de la cancha.
Pero el gran tema fue que surgió un “enemigo” inesperado: la lluvia. El mal tiempo retrasó las obras y dada la situación los organizadores se vieron obligados a buscar otros estadios para los primeros partidos.
Fue entonces que se designaron: el Parque Central (propiedad del Club Nacional de Football) y el Estadio Pocitos (conocido por ser el Estadio de Peñarol entre 1921 y 1933).
Fue así que el jueves 13 de julio de 1930 se inauguró la Copa del Mundo en el Parque Central con el partido que jugaron Estados Unidos – Bélgica, y en la desaparecida cancha de Pocitos lo hicieron México y Francia.
Fue justamente en este partido donde el francés Lucien Laurent inscribió su nombre en la historia de los mundiales al ser el autor del primer gol de la Copa del Mundo.
El jugador de Sochaux marcó el tanto a los 19 minutos del partido que Francia le ganó 4-1 a México.
El Estadio Centenario fue oficialmente inaugurado el sexto día de competición.
Aquel 18 de julio de 1930, el presidente de la AUF, Raúl Jude, expresó: “Declaro inaugurado en esta fecha el Stadium Centenario, síntesis armoniosa del ideal creador y patriótico de un pueblo que marcha, con la frente al sol, por el recto camino de su destino histórico”.
