Zinedine Zidane llegó en silencio para hacer lo que Michel Platini no pudo: ganar la Copa del Mundo. Casi sin quererlo y hasta sin darse cuenta, este descendiente de argelinos se convirtió en el futbolista más importante de la historia del fútbol francés, porque en 1998 fue la gran figura de la Selección que se coronó campeona como local ante Brasil y ocho años después volvió a brillar en el subcampeonato en Alemania.
"Si tuviera que pagar una entrada para ver a un jugador en la Copa, lo haría sólo para ver a Zidane", dijo Platini, hombre fuerte de la organización, antes del Mundial 98. Es que Zizou llegó al campeonato como la gran esperanza del combinado anfitrión. Después de brillar y ganar la Champions League 1996, arribó a la Euro como gran candidato a probarse la corona, pero falló al igual que todo su equipo y quedó en deuda. Dos años más tarde y en su propia casa, pagó la deuda con creces.
El jugador nacido en Marsella llegó al torneo más importante golpeado. No se entrenó los días anteriores debido a dos lesiones sufridas en un amistoso contra Finlandia: un golpe en la tibia derecha y una torcedura en el tobillo de la misma pierna. De hecho, se dudó hasta último momento de su presencia en la presentación del Seleccionado, pero finalmente se recuperó.
Su debut mundialista fue muy auspicioso. El diario argentino Olé describió así su actuación en la victoria sobre Sudáfrica: "El toque sutil, los lujos, los pases precisos desde treinta metros, y una entrega y personalidad para mover los hilos de su equipo lo convirtieron en la figura del partido. No la metió, aunque hacer un gol sólo le hubiese dado un valor agregado que de todas maneras no hacía falta. La ovación que le dio el público marsellés (sólo comparada a los silbidos que recibió Dugarry cuando entró a la cancha) dejó en claro que los franceses dejan de ser fríos con su selección si se trata de su héroe".
El conjunto galo comenzó su camino en el Mundial a lo grande y el Diez tuvo mucho que ver en eso. "Siempre se ha dicho que Francia no puede convertir goles. Hoy probamos lo contrario. Creo que podemos y además estamos todos conformes con nuestro rendimiento", dijo Zidane después del triunfo en Marsella, donde más local que nunca.
La segunda presentación representó un verdadero dolor de cabeza para Zizou, pese a la goleada 4-0 que afianzó el buen juego de les Blues. El jugador de Juventus pisó al saudí Faid Amin y fue expulsado a los 26 minutos del segundo tiempo por el árbitro mexicano Arturo Brizio Carter. "Yo no merecía la roja. Fue una sanción automática, estoy desolado. Fue un gesto involuntario que no justifica una sanción como ésta", dijo tras el encuentro.
Fueron días muy duros para Zinedine Zidane, ya que muchos criticaron su actitud y hasta pidieron que no vuelva a la titularidad. FIFA le dio dos partidos de suspensión y por eso no pudo jugar ni el último partido de la primera ronda ante Dinamarca (2-1), ni el duelo frente a Paraguay por octavos. En ese encuentro, Francia echó de menos a su conductor porque casi nunca pudo superar el cerrojo guaraní y recién pudo ganar con un gol de oro.
Contra Italia en cuartos de final Zidane retornó al primer equipo. Pese a que no mostró todo su talento, volvió a liderar todos los intentos ofensivos del cuadro galo y marcó su tiro penal en la definición. En semifinales Francia venció a Croacia, la gran revelación del certamen con dos goles de Lilian Thuram y una sólida actuación de Zizou. Así, les Blues llegaban por primera vez en su historia al juego definitorio de un Mundial.
La final ante Brasil fue la consagración definitiva de Zidane como rey del fútbol. Jugó el partido perfecto, no sólo porque marcó dos goles, sino porque fue el líder futbolístico y anímico de un equipo que dio una verdadera lección de buen juego. Zizou apareció cuando Francia más lo necesitaba, en el momento más importante de su historia futbolística. Además de sus dos tantos, movió los hilos de su Selección, dio asistencias, jugó e hizo jugar.
"Fuimos superiores pero si Brasil metía un gol, hubiéramos sufrido hasta el final", afirmó tras levantar la Copa. Su festejo fue como se podía esperar: sobrio, legítimo pero sin grandes demostraciones. A pesar de que su rostro se proyectó sobre el Arco del triunfo como un símbolo del festejo popular que se desató en París y en toda la nación, el nuevo ídolo galo prefirió no exponer toda su felicidad. Lo festejó a lo grande, pero a su manera.
"Lo más importante es ganar. Además, en este Mundial los partidos van a ser muy duros. No habrá goleadas", había dicho el Diez antes del comienzo de la Copa del Mundo. "Lo importante es el resultado", coincidió su entrenador Aimé Jacquet. En la final, y gracias al talento de Zidane, Francia cumplió con las legendarias "tres G": Ganó, Gustó y Goleó.