"Es el día más feliz de mi vida, no me salen las palabras para expresarlo. Croacia es un pequeño país, pero tenemos un gran fútbol, más allá de los errores ante Francia. Demostramos que llevamos esta camiseta blanquirroja en el corazón". Quien dijo estas palabras no venía de clasificar a la final de la Copa del Mundo ni de ganar el título. Nada de eso, Davor Suker explotaba de felicidad después del triunfo de Croacia sobre Holanda en el partido por el tercer puesto de Francia 1998. Ese éxito valía más que cualquier trofeo para los jugadores croatas.
En ese partido disputado en el Parque de los Príncipes, Suker marcó el segundo tanto de su Selección a los 35 minutos del primer tiempo. Zvonimir Boban podría haber definido por su propia cuenta, sin embargo, esperó la llegada del delantero y lo habilitó para que fuera el nueve quien convirtiera. Es que el hombre de Real Madrid sumaba cinco anotaciones y tenía grandes posibilidades de ser el máximo artillero del campeonato. Y todo su equipo jugó para eso.
"Soy el hombre más feliz del mundo, nadie me quitará esta felicidad, por ser el máximo goleador y por lo que conseguimos, por tener esta medalla en el pecho", declaró el ganador del Botín de Oro del Mundial 1998. Tal como sucedió en todas las Copas disputadas entre la de Argentina 78 y la de Francia, el máximo goleador convirtió seis goles en el certamen.
Sukerman llegó a Francia después de ganar la Champions League con Real Madrid, club al que había llegado la temporada anterior después de brillar a lo grande en Sevilla. Su primer partido mundialista fue contra Jamaica en Lens. Croacia ganó por 3-1 y cerró la cuenta a los 24 minutos de la segunda etapa.
Luego, convirtió el gol del triunfo sobre Japón, a tres minutos del final del encuentro disputado en Nantes. En el cierre de la primera fase, frente a Argentina, Suker fue titular pero nada pudo hacer para evitar la caída de su equipo. Todo lo contrario ocurrió en el duelo ante Rumania por los octavos de final, en el que el centrodelantero anotó de penal el único gol del juego, que metió a Croacia entre los ocho mejores del campeonato.
En cuartos de final el rival era Alemania, con todo lo que eso significaba. Robert Jarni abrió el marcador en el cierre del primer tiempo y Vlaovic marcó el segundo a los 35 de la segunda mitad. Cinco minutos más tarde llegó el gol que no podía faltar en la victoria más importante de la historia del fútbol croata. Davor Suker convirtió su quinto tanto en la Copa del Mundo y rubricó una goleada inolvidable.
El adversario de semifinales fue Francia en un duelo entre dos Selecciones que buscaban jugar su primera final. Pese al inteligente planteo táctico del combinante visitante, los galos ganaron 1-0 y se clasificaron para el gran partido, mientras que la grata revelación del certamen tuvo que jugar por el tercer puesto. Y de la mano de Suker, Croacia se colgó una medalla en el pecho.
"Sin Vieri y Batistuta, el gran rival a vencer es Suker", afirmó Ronaldo antes de la semifinal. El brasileño estaba casi seguro que él tendría el honor de coronarse como el máximo artillero, pero de repente apareció un croata con ansias de gloria que superó al candidato de todos, el niño prodigio de las empresas y de la FIFA.
"Quiero ser el goleador del torneo", dijo Davor Suker antes de la Copa del Mundo. Nadie lo tomó muy en serio. Claro que cualquier centrodelantero sueña con eso, por eso su frase no tuvo gran repercusión. Sin embargo, cuando la FIFA le entregó el Botín de Oro, muchos se acordaron de aquel deseo que parecía una utopía y hoy se convertía en realidad. Porque Francia 98 fue el Mundial en el que Croacia cumplió todos sus sueños.