Fue un año famoso para los futbolistas llamados Diego. Diego Maradona ganaba el Mundial de 1986 y Diego Godín llegaba al mundo. Treinta y dos años más tarde, lo más probable es que este mundial no sea definido por un Diego -- al menos no de la forma que sucedió en 1986. Sin embargo, podría ser un torneo en el que otro Diego llegue a nuevas alturas, o, mejor dicho, en el que su excelencia reciba el reconocimiento que merece desde hace tiempo.
Godín ha sido el mejor defensor del Mundial hasta ahora. Y puede que sea el mejor del mundo desde hace tiempo, aunque sus colegas hayan elegido a otros a la hora de votar los galardones individuales. Carles Puyol nominó a su ex compañero de Barcelona Gerard Piqué como el mejor de este año, mientras que Giorgio Chiellini optó por un viejo rival en Sergio Ramos. Entretanto, Virgil van Dijk se ha convertido en el más costoso del fútbol mundial, seguido por Aymeric Laporte.
Y durante todo este tiempo, Godín ha sido Godín, quizá el defensor más confiable y menos propenso a cometer errores. Los numeritos del mundial arrojan una similitud con Nicolás Otamendi, quien registró tres despejes más y tres intercepciones menos, pero no son más que falsas impresiones. Sería como comparar un bastión de confiabilidad con un pollo decapitado.
Es más, Godín se ha destacado con Uruguay en un punto en el que las credenciales de sus rivales por el título no oficial al mejor defensor del planeta se han ido manchando una por una.
Ramos perdió la pelota cuando Khalid Boutaib convirtió para Marruecos. La mano innecesaria de Piqué le regaló un penal a Rusia, de la misma manera que Samuel Umtiti literalmente le sirvió en bandeja a Australia una oportunidad desde el punto de penal en el primer partido del Grupo C. Jerome Boateng coronó una desafortunada actuación contra Suecia con una tarjeta roja, mientras que Mats Hummels estuvo complicado en la primera derrota de Alemania contra México. Leonardo Bonucci ni siquiera está en Rusia, cortesía de la incapacidad de Italia de clasificar.
Los errores aislados no deberían definir el nivel general de una actuación, pero Boateng, Ramos y Piqué no han tenido rendimientos destacados en este Mundial. Godín se ha lucido con sus actuaciones, aunque podría haber hecho las cosas mejor cuando Pepe convirtió para Portugal en octavos de final. El
defensor de Atlético de Madrid estaba demasiado enfocado en Cristiano Ronaldo, y hay que decir que evitó que el ganador serial del Balón de Oro encontrara la red.
El gol de Pepe es el único que Uruguay ha cedido hasta ahora en este Mundial. Es una marca con la que sólo Brasil puede competir, y si bien la Seleção ha jugado partidos más difíciles, Uruguay, con un índice de posesión considerablemente menor (49,4 por ciento contra el 58,6 por ciento de Brasil), ha defendido más.
Hay algo de anticuado en la forma que Godín defiende para su club y su selección, desde el corazón de defensas de cuatro muy sólidas y aceitadas que no habrían estado fuera de lugar en décadas pasadas. Y no es que no pueda hacer otra cosa. Es que en el afán de usar jugadores con habilidades de volantes en el fondo, él no ha olvidado cuál es su función principal.
De hecho, tanto su habilidad con la pelota como su liderazgo fueron evidentes durante los triunfos sobre Egipto y Arabia Saudita, en los que dejó su lugar en la defensa y avanzó imperiosamente al mediocampo juntando marcas y superando rivales. Dispuesto a asumir la responsabilidad, comprendió que Uruguay necesitaba sumar una nueva dimensión contra los equipos más obstinados, ya que el mediocampo trabajador de Óscar Tabárez no siempre tenía la creatividad necesaria para inyectar algo diferente. Godín desempeñó funciones más típicas de su posición hacia el final del triunfo sobre Portugal, metiendo centros de cabeza desde la retaguardia.
Godín es un especialista en este tipo de situaciones, un experto con la espalda contra la pared. Su sociedad con José María Giménez, su compañero en Atlético, podría ser una de las mejores del fútbol de clubes y del internacional.
En Madrid, los dos Diegos se han beneficiado mutuamente: Godín y el DT Simeone. Los ganadores de la Europa League cedieron apenas 268 goles en los 378 partidos del entrenador. Godín ha sido una gran constante, con presencia en 306 de estos encuentros. Este órgano de trabajo, con un compromiso de austeridad sostenido a lo largo de los años, le ha permitido a Uruguay superar las fases de grupos de los Mundiales 2010 y 2018 sin entregar goles. Y su enfoque humilde, combinado con un fuerte apoyo en el colectivo, puede quitarles crédito a las individualidades.
Godín ha estado en la lista de candidatos al Balón de Oro una sola vez, en 2016. No recibió votos. De hecho, Pepe, ganador de la Eurocopa 2016, fue el
único defensor votado. Dos años más tarde, las probabilidades de que algún central siga los pasos de Fabio Cannavaro, el único defensor nombrado Mejor Jugador del Año en las últimas cuatro décadas, son muy escasas. El énfasis en los delanteros sigue siendo mucho más pronunciado que en aquellos días en los que Franco Baresi y Paolo Maldini llegaron al podio en la entrega de premios de fin de año.
Pero el Mundial suele otorgar la etiqueta no oficial de defensor destacado. En 2010, el gol del triunfo de Puyol en la semifinal contra Alemania y los pases de Piqué hicieron que la dupla de Barcelona encarnara el espíritu de aquellos tiempos. Cuatro años más tarde, fue natural ungir a Hummels y Boateng.
Y aunque Uruguay tiene menos chances de ganar el Mundial, y un triunfo de Brasil podría darle la corona a Thiago Silva, Godín ha sido el más destacado del grupo. Puede que esto sea así desde hace tiempo, pero los arcos en cero y la consistencia no le han alcanzado para conquistar el galardón. Para eso hace falta genialidad en un Mundial.
