Pocas veces en los últimos tiempos del fútbol sudamericano hubo un seleccionado que, por funcionamiento colectivo y calidades individuales, exponga semejante diferencia con el resto del continente como lo hace Brasil hoy. Ni siquiera cuando la misma Verdeamarela fue campeona del mundo en 2002 dejó tan clara su superioridad. Quizás se acerque un poco la Argentina de Marcelo Bielsa, que desfiló en las Eliminatorias para Corea-Japón antes del duro golpe sufrido en la Copa del Mundo. Más allá de los recuerdos particulares, en estos tiempos el Scratch marca el paso en la región y no parece que eso vaya a cambiar pronto.
Campeón de la Copa América 20219 y cómodo líder de la clasificación con cuatro triunfos en cuatro partidos, el conjunto dirigido por Tite ya sabe que estará en Qatar 2022 y utilizará los partidos eliminatorios como un ensayo de lujo para su principal objetivo. Sus argumentos son variados y sus virtudes indiscutibles. Hoy, para Sudamérica, el liderazgo brasileño es inalcanzable.
Tite llegó en 2016 para enderezar un rumbo muy torcido. Con Dunga, Brasil había sido una absoluta decepción en la Copa América Centenario y, por primera vez en la historia, estaba fuera de los cinco primeros de las Eliminatorias. El extécnico de Corinthians arregló todos los problemas de forma automática, casi sin esforzarse. Sacó pasaje a Rusia 2018 sin problemas, tuvo una buena actuación en el Mundial pese a la eliminación contra Bélgica y luego ganó el título continental en casa en 2019. Hoy, el plantel está aún más firme y las ideas del cuerpo técnico calaron hondo.
A veces parece difícil que un conjunto de jugadores talentosos formen un gran equipo. Y otra veces parece muy fácil, como en el caso de Brasil. La Canarinha juega con naturalidad. Las capacidades individuales se complementan a la perfección y eso explica el gran trabajo colectivo. Las bajas no se sufren y cada pieza nueva entra en la maquinaria sin dificultad.
El arco está cubierto como nunca en la historia de Brasil. Alisson Becker y Ederson son quizás los mejores guardavallas de la Premier League y Weverton ya también demostró que puede ser titular. En los laterales se afirmaron como titulares Danilo y Renán Lodi, dos típicos marcadores de punta brasileños con experiencia europea. La zaga central es una garantía: Marquinhos y Thiago Silva son conocen a la perfección y aportan seguridad y confianza.
En el centro del campo, Casemiro es amo y señor, aunque Douglas Luiz fue una verdadera revelación con su gran trabajo en el Centenario y Allan también mostró cualidades para ocupar ese lugar. Las variantes para jugar como interiores son varias y hay intérpretes diferentes según el plan de juego. Arthur para tener el balón, el propio Douglas Luiz o Fabinho para batallar, Everton Ribeiro y Paquetá para atacar de dos formas distintas, Philippe Coutinho para juntarse con Neymar y hasta el talentoso Bruno Guimaraes.
En ataque, Tite suele jugar con tres hombres, que intercambian posiciones y no tienen puesto fijo. Roberto Firmino jugó los cuatro partidos y se entendió muy bien con Richarlison, más batallador y con Gabriel Jesús. Por supuesto que cuando está bien, Neymar es el líder futbolístico del equipo y juega suelto, sin ataduras posicionales. También están Everton Sousa, Pedro, Rodrygo y Vinicius como variantes. Para todos los gustos.
Además de las virtudes colectivas y de los talentos individuales, Brasil tiene una perfecta mezcla de experiencia y juventud. El promedio de edad de los once que ganaron en Uruguay es de 27 años, con mediocampistas y extremos jóvenes y centrales experimentados. Todo en su justa medida.