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México, con qué poquito te enamoras

En el futbol como en la vida, las emociones van de un extremo a otro en cuestión de segundos. Resulta igual de sencillo abuchear a un equipo tras una mala actuación, pero al siguiente partido existe la misma capacidad para emocionarse, ovacionar de pie y hasta corear el nombre de un jugador o entrenador.

La Selección Mexicana de Futbol, en solo cuatro días, vivió ambos escenarios. Ante Canadá el equipo fue superado, exhibido y no perdió de milagro en el Estadio Azteca, con lo que aparecieron las condenas contra Gerardo Martino, el grito homofóbico, y un comportamiento reprobable desde las gradas.

Sin embargo, frente a Honduras, sin un desempeño espectacular ni mucho menos de por medio, el Tricolor firmó un 3-0 y el estadio casi se cae con el tercer gol de Hirving Lozano, el cual desató el ya tradicional cántico que surgió en Rusia 2018 para alabar al ‘Chucky’.

La afición juega su papel, va al estadio fundamentalmente a desahogarse, a divertirse; sin embargo, los en teoría especialistas de los medios de comunicación están obligados a una mayor mesura, al análisis y a darle una justa dimensión a un triunfo y a una derrota.

Hace apenas unos días, Jorge Valdano escribió un artículo en El País en el que aborda el rol que juega un periodista deportivo, esto como respuesta a una declaración de Luis Enrique, entrenador de España, quien dijo que no le interesa la opinión de los comunicadores porque él sabe más de futbol.

“El periodista o el comentarista, es otro tipo de experto, una especie de traductor del juego para que la audiencia digiera mejor el insondable futbol. En los dos casos, saber de futbol es saber de sistemas y, sobre todo, de jugadores que dan sentido a los sistemas”, mencionó el exfutbolista argentino.

En México, el comportamiento de los llamados ‘expertos’ es muy similar al de los hinchas. Van del odio al amor, del blanco al negro, del carnaval al Apocalipsis. El verdadero análisis es escaso y se encuentra en personajes contados con los dedos de una mano.

Para muestra, uno y mil botones. Luego del 3-0 a Honduras se habló de “una actuación brillante” de México, de un “Gerardo Martino audaz y valiente por alinear a Sebastián Córdova”, y de que “es el equipo que la gente quiere ver”, entre otras cosas.

Poco o nada se repara, número uno, en que el desempeño del equipo no tuvo nada de sobresaliente; dos, que el rival tenía un nivel paupérrimo, futbolistas sumamente limitados, algunos de ellos muy veteranos, violentos y sin recursos… Ese fue el rival del Tri, por ende es imposible hablar de que existió un parámetro o mejora alguna del seleccionado azteca.

La realidad –en el entendido de que no existen dueños de la verdad– es que en cinco partidos del Octagonal, México ha estado muy lejos de practicar un futbol agradable, efectivo, que ponga de manifiesto un estilo, y sobre todo que refleje la superioridad que tiene sobre todas las selecciones de la Concacaf.

Porque de eso no hay duda, hombre por hombre, en infraestructura, Liga, etcétera, el Tri está por encima de las otras siete selecciones que están en este torneo, y del resto que pertenecen a toda la confederación.

Con tres boletos y medio para la zona más pobre futbolísticamente hablando en el mundo, se da por descontado que el conjunto azteca irá a Catar 2022, pero la exigencia no es esa, no debe ser esa. Desde ahora se tiene que pugnar por una Selección que dé signos alentadores de que puede competir en una Copa del Mundo, de que juega a algo, de que se le identifica porque tiene un código postal.

De nuevo el ejemplo de España: perdió la Final de la Nations League, pero ganó más en credibilidad, en futuro, en apuesta por una filosofía, en nuevos valores. Luis Enrique está renovando a su selección y no tiene reparo en alinear a chavos de 17 años (Gavi), 18 o 20. No tiene reparo y no le tiembla la mano. Y aquí se habla del balompié de élite, pues enfrentó a Italia (Campeón de la Euro) y a Francia (Campeón del Mundo).

En la Selección Mexicana ante rivales como Honduras, Jamaica, Panamá, Estados Unidos o Canadá, a la fecha existe una reticencia y|o temor por llevar a cabo un cambio generacional: Martino sigue convocando a Andrés Guardado (35 años), Héctor Moreno (33 años y suplente en Monterrey) o Héctor Herrera (31 años y suplente en el Atlético de Madrid).

Y ya ni hablar de que se prioriza llamar a un naturalizado que no marca diferencias como Rogelio Funes Mori (30 años), en lugar de apostar por un joven, Eduardo Aguirre, por ejemplo, medallista olímpico en Tokio 2020.

Cierto, México no tiene el talento que hay en España, pero el poco que existe muchas veces se desperdicia. ¿Por qué Orbelín Pineda no es titular en la Selección?, ¿por qué Jesús Gallardo no tiene competencia en la lateral izquierda?, ¿por qué no hay una pareja de defensas centrales confiable?, ¿por qué Gerardo Martino no se atreve a tocar a las ‘vacas sagradas’?

Y estas interrogantes surgen hoy con el técnico en turno pero son cíclicas, se repiten y se repiten aunque solo cambien los nombres de entrenadores y futbolistas. No es gratuito que desde hace 35 años se suspire por el llamado quinto partido.

Es la historia del balompié azteca. Se repudian las derrotas, se condena a los protagonistas, se lloran las eliminaciones, pero en tiempo récord sanan las heridas y está la guardia arriba para lo que sigue.