Desde la época de Hugo Sánchez y Rafa Márquez, los tacaños vientres de las diosas del futbol, no le engendraban una ilusión semejante a México.
LOS ÁNGELES -- México pervive en el Mundial Sub-20. Tragando el néctar sadomasoquista y campechaneado de la resiliencia y el éxito está en octavos de final. 1-0 sobre Marruecos. Se mide ante Chile, el raspado anfitrión.
Otra vez anota Gil Mora, otro sobreviviente, pero él a una competencia mediática y frenética fuera de la cancha, donde se perpetra una encarnizada batalla, para colgarle adjetivos, imposibles, milagritos, bíblicos escenarios, cuando queda claro que él sólo escucha a una sirena, su representante Rafaela Pimenta.
Sobrevive Gil Mora. Marca el penalti bajo el estricto mandamiento de Pelé: fuerte, raso y colocado. Serio, sin aspavientos, sin guiños excéntricos a Instagram o TikTok. Serio, respetuosamente serio. “Masculinamente serio”, escribió Miguel Hernández.
Sobrevive Gil Mora. A los ventarrones mediáticos. “Es el Pedri mexicano”, dicen unos. “Ese es el ADN del Barcelona”, dicen otros. “Ya lo apalabró el Real Madrid”, cuentan unos más. “Le veo cositas de Iniesta y de Xavi”, se exaltan otros. “El niño prodigio”, le llaman desde el páramo neuronal algunos más, sin faltar el ridículo que le relame empalagosamente un: “Gilito”. Cuán barata se abarata la credibilidad baratera.
Pimenta, acaso, en la más atrevida de sus expresiones, dijo al reportero Oswaldo Vázquez (ESTO) que “a este chico lo pones mañana en un campeón de Champions League y él juega”. Esto es plata, plata esterlina, todo lo del párrafo anterior es cobre.
Pero, al parejo del equipo, ante Marruecos, sabiendo que oscilaban en la cornisa estrecha de la vida y la muerte, Gil Mora sin duda destaca en el grupo, pero no desentona en las obligaciones, en esas responsabilidades castrenses que el técnico Eduardo Arce le instituye al grupo: marcar, presionar, recuperar, raspar, pero, esencialmente, jugar al futbol.
Y jugar al futbol es una expresión innata de Gil Mora. Sí, requiere y requerirá de guías, de orientaciones, pero el futbol no tiene misterios, acaso sólo para quienes aún no descifran porqué la pelota es redonda, porque sí lo es ¿verdad? Cierto a los 16 años, el futuro, su futuro, lamentablemente, está más en manos de su entorno que de él mismo. Afortunadamente, parece, no hay buitres ni hienas en su universo.
Miqui Otero, novelista español, escribe que “hay quien piensa que el niño es un proyecto de adulto, otros pensamos que el adulto es lo que queda del niño”, consigna Sergio V. Jodar en “Moreno paleta”
¿Será que a este adolescente, a Gil Mora, habrá que verlo –como futbolista—, más como ese adulto con lo que queda de niño, que verlo como un proyecto de adulto? El tiempo y al tiempo. Pero, sin alharacas y sin testimonios ni testamentos demenciales. Ni Pedri, ni Iniesta, ni Xavi, ni niño prodigio, ni ADN de nadie, más allá de esa apacible osadía de Pimienta: “a este chico lo pones mañana en un campeón de Champions League y él juega”.
Y seguramente Javier Aguirre y Rafa Márquez clavan alfileres en los muñecos vudú de esas enloquecidas arpías del triunfalismo y el exitismo ajeno. Ellos saben que, para Mora, el mañana empezó apenas ayer.
Es entendible la euforia en el aficionado mexicano. Desde la época de Hugo Sánchez y Rafa Márquez, los tacaños vientres de las diosas del futbol, no le engendraban una ilusión semejante. Sólo abortos clandestinos de la inconsistencia: Chicharito, Giovani, Vela y contando…
Por eso, una muchedumbre que cíclicamente, cada cuatro años, talla entre pucheros y con cataplasmas de resignación, las llagas de la decepción, quiere al menos, ante el desencanto colectivo, empeñar sus centavitos de esperanza en un mozalbete que hoy tiene que pedir permiso para quedarse con el cambio cuando lo manden por las tortillas en Tijuana.
Sí, la magnificencia de a los 16 años cascarear como adulto en los estadios de Chile, pero restringir sus antojos de tripa infantil en los estanquillos de Tijuana. El destete final aún no llega.
Sí, buenas noticias tras vencer a Marruecos: porque México pervive y Gil Mora sobrevive. Amén.
